Cuentos de terror que no te dejaran dormir

Título: El Regalo Maldito

En una pequeña ciudad, donde los rumores de lo sobrenatural eran parte de la vida cotidiana, Ana, una coleccionista de objetos antiguos, encontró una muñeca de porcelana en una tienda de antigüedades. Tenía un vestido elegante, con encajes finos, y su rostro parecía cobrar vida bajo la tenue luz de la tienda. La vendedora, una anciana de ojos profundos, la advirtió: “Ten cuidado. Esta muñeca trae consigo la tristeza de su anterior dueña”.

Ana, atraída por el encanto de la muñeca, ignoró la advertencia y la compró. La llevó a casa, emocionada por añadirla a su colección. Desde ese día, sin embargo, comenzaron a ocurrir cosas extrañas.

Al principio, solo eran pequeños incidentes: luces que parpadeaban, sombras que parecían moverse. Pero pronto, las cosas se intensificaron. Una noche, mientras Ana organizaba su colección, la muñeca apareció en la sala, sentada en una silla, sonriendo como si hubiera estado esperándola.

Ana se rió nerviosamente. “Debe ser el viento”, pensó. Pero a medida que pasaban los días, las manifestaciones se volvían más inquietantes. La muñeca parecía cambiar de posición, y a veces, Ana podía jurar que la escuchaba susurrar su nombre.

Un día, una amiga de Ana, Carla, decidió visitarla. Al ver la muñeca, exclamó: “¡Es hermosa! Pero tiene un aire… perturbador”. Ana sonrió, aunque una sensación de incomodidad se asentó en su pecho. Esa noche, mientras ambas veían una película, la muñeca apareció en el marco de la puerta, observándolas con sus ojos vacíos.

“¿La moviste?” preguntó Carla, sintiendo un escalofrío. Ana negó con la cabeza, y un silencio inquietante llenó la habitación.

Esa noche, Ana fue despertada por un grito desgarrador. Corrió a la habitación de Carla, solo para encontrarla en la cama, temblando. “La muñeca… está viva”, murmuró. “Me habló”. Ana, horrorizada, miró a la muñeca, que parecía sonreír más ampliamente.

Decidida a deshacerse de la muñeca, Ana la envolvió en una bolsa y salió de casa. Sin embargo, al regresar, la muñeca estaba de pie en la entrada, como si la estuviera esperando. El terror se apoderó de ella. La muñeca no solo estaba viva, sino que parecía querer atraparla.

Ana comenzó a investigar la historia de la muñeca y descubrió que había pertenecido a una mujer que había sido abandonada en su día de boda. La leyenda decía que su espíritu estaba atrapado en el objeto, buscando venganza contra aquellos que la desechaban.

Desesperada, Ana decidió buscar la ayuda de un experto en lo sobrenatural. Juntos, realizaron un ritual para liberar el espíritu de la muñeca. Pero al entrar en la habitación, se dieron cuenta de que algo había salido mal. La muñeca, en su mirada, había adquirido una intensidad aterradora.

El ritual se tornó en un caos. La muñeca gritó con una voz que resonaba en la habitación, y la oscuridad se abalanzó sobre ellos. Ana sintió que su mente se nublaba mientras la muñeca lanzaba un grito de rabia.

“¡No me dejarás ir!” resonó en sus oídos, mientras el experto caía al suelo, atrapado por las sombras. Ana, aterrorizada, tomó la muñeca y corrió hacia el fuego. Pero al acercarse, la muñeca se transformó en una figura aterradora, con ojos llenos de odio.

“¡Eres mía!” gritó la muñeca, y el fuego se extinguió. En un acto de desesperación, Ana lanzó la muñeca a la pared, pero esta volvió a levantarse, sonriendo como si nada hubiera pasado.

Desesperada, Ana se dio cuenta de que no había escapatoria. En un último intento por salvarse, se miró a los ojos de la muñeca. “¡Te enfrento!”, gritó. Pero en ese momento, la muñeca se abalanzó sobre ella, y el mundo se volvió oscuro.

Al despertar, Ana se encontró en una habitación desconocida, rodeada de muñecas que parecían observarla. La muñeca de porcelana estaba en el centro, sonriendo, como si hubiera ganado la batalla. Ana comprendió que estaba atrapada en un ciclo eterno, condenada a ser una de las muñecas que miraban desde la oscuridad.

Cada noche, cuando la luna brillaba, la muñeca se movía, buscando nuevas víctimas. Ana sabía que su vida había cambiado para siempre, y el eco de su grito resonaba en la oscuridad, mientras las muñecas la rodeaban, esperando el próximo regalo maldito.




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