Claudia siempre había sido una persona escéptica. No creía en fantasmas ni en leyendas urbanas, pero todo cambió una noche lluviosa de otoño. Estaba en su departamento, cansada después de un largo día de trabajo, cuando el sonido del teléfono rompió el silencio.
Era inusual recibir una llamada a esa hora. Al mirar la pantalla, vio un número desconocido. Intrigada, contestó. “¿Hola?” La voz al otro lado era débil, casi un susurro. “Claudia…”.
“¿Quién es?” preguntó, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. La voz continuó, “No tengo mucho tiempo. Tienes que escucharme. Ellos vienen por ti”.
“¿De qué hablas? ¿Quién eres?”, exigió, pero la línea se cortó. Se quedó mirando el teléfono, inquieta. Sin poder ignorar la sensación de que algo estaba mal, decidió investigar el número. Al buscarlo, descubrió que pertenecía a una mujer desaparecida hace cinco años.
Las horas pasaron y Claudia se sintió cada vez más inquieta. La lluvia golpeaba los cristales con fuerza, creando una atmósfera de claustrofobia. Intentó distraerse, pero cada vez que miraba el reloj, el tiempo parecía detenerse.
De repente, el teléfono sonó de nuevo. Este vez, un escalofrío helado recorrió su cuerpo. Contestó, y la misma voz resonó, más urgente que antes. “Claudia, no te fíes de nadie. Ellos están cerca”.
“¿Quiénes son ‘ellos’?”, preguntó, con la voz temblando. La respuesta fue un susurro desgarrador: “Los que vienen por mí… vienen por ti”.
Sintiendo que el pánico comenzaba a apoderarse de ella, Claudia decidió llamar a la policía, pero cuando marcó, la línea se cortó. Miró alrededor, sintiendo la presión de la oscuridad. Entonces, un sonido proveniente de la ventana la hizo girar. La lluvia había cesado, y la noche estaba en calma, pero en el reflejo del vidrio, vio una sombra moverse detrás de ella.
“¡Claudia!”, gritó la voz en el teléfono, “¡no mires atrás!”. Pero ya era demasiado tarde. Se dio la vuelta y se encontró con una figura oscura, indistinta, que parecía flotar en el aire. Sus ojos eran como abismos sin fondo.
“¿Quién eres?” preguntó, retrocediendo lentamente. La figura sonrió, pero no era una sonrisa amable. “Soy quien busca la verdad. Y tú serás la siguiente”.
El teléfono cayó de su mano, y Claudia se sintió atrapada. La figura avanzó, y cada paso que daba la llenaba de terror. “¡No puedes escapar!”, dijo, su voz ahora resonando como un eco en la habitación.
Claudia salió corriendo hacia la puerta, pero se detuvo al escuchar un grito desgarrador que provenía del teléfono, como si la mujer desaparecida estuviera siendo arrastrada hacia la oscuridad. En su mente, una imagen vívida apareció: la mujer, atrapada, mirando a través de la pantalla, pidiendo ayuda.
Desesperada, Claudia corrió hacia el baño y se encerró. Su mente estaba en caos, y mientras intentaba recuperar la compostura, escuchó un sonido sordo: el teléfono sonaba de nuevo. Con manos temblorosas, lo levantó y vio el mismo número. “¿Hola?”, respondió, aunque el miedo le ahogaba la voz.
“Claudia…”, la voz se desvaneció en un sollozo. “No estoy muerta. Estoy atrapada. No dejes que te encuentren”. La conexión se interrumpió de nuevo, y la casa quedó en silencio, pero la figura oscura estaba afuera, acechando.
La sombra comenzó a golpear la puerta, y Claudia sintió que su corazón latía con fuerza. Sabía que no podía quedarse allí. Con un último vistazo al espejo, vio la figura reflejada, sonriendo malignamente.
Decidida, se lanzó hacia la ventana del baño. Mientras rompía el cristal, sintió que una fuerza la empujaba hacia atrás. Pero el deseo de escapar la impulsó a seguir. Se lanzó al vacío.
Cuando impactó en el suelo, la oscuridad la envolvió. Sintió que todo se desvanecía, y en un último esfuerzo, vio la sombra acercándose, riendo, como si hubiera ganado.
Despertó en una sala de hospital, rodeada de luces brillantes y murmullos. Los médicos le dijeron que había sufrido una caída grave, pero estaba viva. Sin embargo, mientras trataba de asimilar lo que había pasado, vio un espejo en la pared.
Y en el reflejo, vio la sombra sonriendo de nuevo.
El tiempo pasó, y aunque intentó seguir con su vida, la sombra nunca la abandonó. Cada vez que miraba un espejo, la figura oscura la acechaba, recordándole que siempre había algo más allá de lo que los ojos podían ver. La última llamada resonaba en su mente, y supo que el verdadero terror no era lo que había visto, sino lo que aún estaba por venir.
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Editado: 26.10.2024