Carla era una adolescente curiosa y valiente, intrigada por las historias de la antigua escuela abandonada en las afueras del pueblo. Se decía que estaba maldita y que, al caer la noche, se podían escuchar susurros y risas de niños que habían desaparecido. Un día, decidió explorarla, armada con una linterna y su cámara.
Al llegar, se sintió atraída por el misterio que emanaba del lugar. Mientras recorría el edificio, un suave susurro comenzó a llamarla. Al principio pensó que eran ecos, pero pronto se dio cuenta de que alguien o algo estaba realmente hablando. Atraída por la voz, Carla siguió el sonido.
De repente, el susurro se intensificó, y al abrir un viejo libro que encontró en el camino, la atmósfera se tornó pesada. Los ecos se convirtieron en risas infantiles, llenando el aire de una extraña energía. Entonces, sintió que la puerta tras ella se cerraba de golpe, atrapándola en un espacio que parecía cobrar vida.
Los murmullos se convirtieron en un coro de voces que la rodeaban. Carla comprendió que estaba en presencia de espíritus de niños que buscaban compañía. Sin embargo, en lugar de dejarse llevar por el miedo, decidió enfrentarse a ellos. Con un grito de determinación, les ofreció su ayuda.
En ese momento, la atmósfera cambió, y la puerta se abrió. Al salir, sintió que una presencia la observaba. Giró rápidamente, pero no había nadie. Sin embargo, al mirar en el espejo de la entrada, vio un grupo de sombras sonriendo detrás de ella.
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Editado: 26.10.2024