Algunos hechos concretos a veces dejan unas rebuscadas frases, que tratan de minimizar un absurdo y la dejan fuera de contexto, ante una realidad más aplastante. ¿Alguien ha escuchado pronunciar recientemente “El disuasivo nuclear”?
Otros titulares de prensa, a sus mismos editores les parece tan ridículo, que lo borran rápidamente, porque ni siquiera a ellos les parece inteligente escribir “La nueva realidad”.
Otras veces, uno quisiera ser eternamente optimista, ver el día soleado, un jardín de flores, el seto de girasoles en la cornisa de la ventana, todo completamente utópico y “feliz”, pero la variable tiempo, nos ocasiona de repente un aterrizaje de emergencia, una especie de eyección a la realidad.
A pesar de todo, increíblemente llegamos a otro “viernes de amigos…”
Hace cuarenta años salí de mi ciudad de nacimiento, en busca de un destino. En ese instante, solo contaba con una maleta de sueños y con el ímpetu supuestamente invencible que caracterizan la “Juventud, divino tesoro”.
No sabía, en ese momento, las líneas que me tocaría escribir en cada capítulo del libro impredecible de la vida. Hoy, después de cinco décadas de ese momento, aún de vez en cuando, me asalta la curiosidad, sobre cuál será el final y en qué consistirá el epílogo, en esa última estación de este recorrido.
Uno a uno, vamos retornando aquel grupo de soñadores que estuvimos dispersos por tanto tiempo en diferentes coordenadas, de nuestra ciudad de origen. Aquella ciudad, anclada en una esquina entre el mar caribe y un caudaloso río, y que nos vio partir y a la cual regresamos habiendo ya el tiempo nevado nuestras sienes.
Que regresáramos para el final, así fue establecido desde un principio y, sin embargo, media docena no lo hará, pues se quedaron prematuramente en el camino.
A veces, tengo la fortuna de conversar de tú a tú, con varios jóvenes amigos llenos de ilusiones y de sueños, y descubro en ellos, la semejanza con el lejano retrato de aquellos días antes de la partida y de los otros, que ya se fueron.
El grato aroma de la cafetera hirviendo, esparce su olor por el pequeño recinto, inunda todos los espacios y escapa por la ventana, pero siempre logra traerme recuerdos de aquellos ancestros que me precedieron y que esperan pacientes el retorno como si el tiempo girara en círculos, como si no hubiese pasado medio siglo y en un solo instante se encontrara todo detenido. Es como si jamás, en realidad, me hubiese ido del aquel lugar…