Cuentos de Verano: Historias bajo el sol

Camino Al Paraíso

La familia de Timothy siempre vacacionaba en el mismo lugar: El Caribe. Cada verano, sus padres elegían una playa paradisíaca diferente y un elegante resort donde poder relajarse antes de comenzar la siguiente temporada de intenso trabajo. Y Timothy, que pasaba desapercibido mientras sus padres trabajaban largas horas para mantener su estilo de vida, era totalmente invisible. Era únicamente durante esas vacaciones que él se sentía amado y valorado. Sus padres bailaban a su alrededor durante las semanas en el resort. Jugaban con él en el mar, en la piscina y hasta en la habitación. Era su momento feliz y ese verano Timothy pensaba volver a disfrutar de sus padres como lo había hecho los últimos ocho años.

Pero lo que Timothy no esperaba era que ese año sus padres lo sorprendieran con una noticia inesperada. Angie, su madre, estaba embarazada y Timothy pronto tendría un hermano pequeño. A diferencia de lo que muchos esperaban, incluidos sus padres, Timothy no estaba contento. Él sabía perfectamente lo que esto significaba: la poca atención que tenía de sus padres tendría que ser compartida con otro niño.

Ese verano, cuando la familia llegó a su resort en Jamaica, Timothy supo que sería su último verano como él lo conocía. Sentado en esa paradisíaca playa mientras sus padres disfrutaban del sol y unos buenos tragos con ron, Timothy divisó una extraña isla en medio del mar que no estaba el día anterior. La pequeña isla estaba conectada a su playa a través de un largo muelle de madera. La contempló por largos minutos. El muelle no estaba amarrado con firmeza, sino que las tablas de madera se balanceaban con el oleaje del mar. Nadie parecía notar la aparición de aquella isla y Timothy sintió un extraño hormigueo en su vientre. Se preguntó qué habría en aquella isla, a la que nadie visitaba. Sin embargo, cuando sus padres lo llamaron para regresar al hotel, decidió hacerles caso y juntos volvieron a la exclusiva habitación que sus padres habían rentado. Desde la ventana, Timothy podía ver la curiosa isla, iluminada primero por los rayos de sol y luego por la brillante luna.

Timothy pasó la noche dando vueltas en su cama. Cada vez que cerraba los ojos, la isla y sus grandes palmeras aparecían en su mente. Era como si aquel pedazo de tierra lo estuviera llamando con un murmullo silencioso.

Cuando Timothy abrió los ojos, todavía estaba oscuro. Podía escuchar los ronquidos de su padre del otro lado de la recámara. Se acercó al gran cristal de su habitación y apoyó ambas manos marcando el vidrio. La isla parecía emitir un extraño brillo que iluminaba la tierra en medio del mar.

Timothy sentía una extraña fascinación por ella. Era como si un hilo invisible lo uniera a aquella isla y alguien estuviera tirando de él para que se acercara.

Y así lo hizo. Se escabulló de la habitación sigilosamente, bajó las largas escaleras de aquel hotel de lujo y atravesó la recepción sin que nadie notara que un menor de edad estaba saliendo del hotel completamente solo. Timothy se quitó las zapatillas al llegar a la playa y sintió la fría arena entre sus dedos mientras avanzaba por la playa en busca del muelle.

No tardó mucho en encontrarlo. Las tablas de madera se mecían con sutileza mientras el suave ronroneo del mar inundaba sus oídos. Cuando sus pies tocaron la madera, Timothy sintió un agradable calor en sus piernas que trepó por su columna. El olor a sal lo invadió y lo invitó a comenzar a caminar por aquel muelle. A pesar de que las olas lo balanceaban, Timothy logró mantener el equilibrio. Era como estar andando por unas nubes que subían y bajaban con delicadeza.

La isla, que estaba lo suficientemente cerca para verse desde la costa, parecía alejarse con cada paso que daba. Pero la brisa lo empujaba hacia adelante y una hipnotizante luz proveniente del centro de la isla lo atraía con fuerza.

El calor, que había alcanzado su pecho, lo llenó de felicidad. Por primera vez en mucho tiempo, Timothy sentía una agradable sensación que era similar a la que sentía todos esos días de vacaciones con sus padres, pasando increíbles momentos a su lado.

Caminó por largos minutos hasta que se encontró con la sedosa arena blanca de la playa. Sus pies se hundieron en ella. Timothy caminó alrededor de la isla, siempre manteniéndose en la zona costera y cuando se animó a ingresar a lo profundo, notó que las plantas no lucían atemorizantes como en otras zonas. Las flores caribeñas emanaban un dulce aroma que lo invitaban a pasar y las grandes hojas rozaban su piel con suavidad.

Siguió un camino de esponjosa tierra que lo guió hasta un gran montículo de rocas donde varios niños se encontraban sentados alrededor de una fogata. Sorprendido, Timothy se acercó a ellos con curiosidad. Pero la mayoría de los niños estaban tan concentrados en la historia que contaba uno de ellos, que ni siquiera notaron a Timothy. Él tomó asiento junto a uno de ellos que parecía tener su misma edad, con un chillón cabello colorado que lo hacía resaltar en la multitud.

—¿Eres nuevo? —preguntó al notarlo.

—Acabo de llegar —susurró mientras intentaba hilar la historia que estaba siendo contada.

Timothy siguió el humo de la hoguera hasta el cielo y divisó la gran constelación de estrellas que salpicaba la oscuridad. La luna había quedado fuera de su visión.

—Pues, bienvenido entonces.

Timothy le regaló una sonrisa y desvió la mirada hacia la derecha y luego la izquierda. Todos esos niños estaban completamente solos. Se preguntó si sería una especie de guardería o quizás un campamento.

Una niña de largas trenzas pasó repartiendo golosinas, las cuales aceptó. Cuando se los llevó a la boca, Timothy quedó fascinado. Jamás había probado unos dulces tan deliciosos como esos. Era como estar en un verdadero paraíso.

Las horas pasaron y Timothy quedó absorto por la cantidad de historias. Cada uno de esos chicos esperaba su turno para ponerse de pie y contar cuentos de misterio, terror o comedia que hacían soltar gritos o carcajadas a todos los presentes.



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En el texto hay: verano, magia, magia y amor

Editado: 21.08.2025

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