Cuentos en tinta roja

De la puerta para adentro

A los siete años una pequeña niña jugaba a las muñecas en el pórtico de su casa, de la puerta para afuera, un mundo, de la puerta para adentro, otro muy distinto.

Su padre era un hombre honesto, tierno y trabajador. Su madre una mujer que no era complacida por este hombre. Luego de haber dado a luz a su querida hija el hombre había abocado toda su atención a la pequeña, la mujer se sentía desplazada, usada, innecesaria. Tenía sentimientos amor/odio hacia la niña que había engendrado, lo único que consiguió la pequeña es quitarle a su marido.

La niña tenía un papá angel y una mamá alcohólica, esto no interrumpía su vida de primaria, pero de la puerta para adentro todo era caos. Hacía unos meses su madre golpeaba a su padre cuando estaba borracha, la mujer le exigía al hombre lo que este no le daba y lo engañaba en su cara, muchas veces la pequeña había visto otro hombre con su madre, no entendía por qué, pero le molestaba. Su padre era el único que la defendía a capa y espada, era el único que temía por ella, prefería recibir golpes e insultos pero que no le tocarán a su pequeña.

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La mujer estaba harta, ya había tomado una decisión y está consistía en la eliminación de esa engendro. Con sus dos manos sobre el cuello de la pequeña, estaba segura de que la terminaria hoy. La niña intentaba gritar y patalear, pero la asfixia iba inundando el cuerpo pequeño.

Miró sus ojos, tenía los ojos de su esposo.

Entonces entendió todo, soltó a la niña de golpe.

El problema era ella, se sentí un monstruo, no pudo contener las lágrimas, sintió un fuerte impulso y cogió un cuchillo que había en la mesada.

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Él entraba por la puerta de la cocina desesperado, más o menos había entendido lo que su pequeña le había dicho entre sollozos y efectivamente la escena no era nada agradable.

Se arrodilló junto al cadáver que había sobre un manto rojo. No pudo resistirse a besar su frente y decir ...

"Mi amor, ella lo sabía, yo lo sabía, la única que no se daba cuenta eras tú... te pido perdón, perdón por no creerle a la psicóloga, perdón por no internarte..."

Las lágrimas bajaban por sus mejillas.

"Yo... pensé que ibas a recapacitar, pensé que ibas a cambiar por ti misma, perdón..."




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