Cuentos en tinta roja

La enfermedad de la falta de amor

En el mundo existen corazones frios, corazones calidos, corazones duros y agujeros negros...

Mia tenía un corazon agujero negro, no tenia espranzas en el amor, nada bueno le podia pasar en este mundo, nada le era suficiente para llenar el vacío que la atormentaba.

Tuvo una infancia fría y dura, creció sin el amor de una familia. Ahora estaba sufriendo las consecuencias.

Su vida se resumía en, sufrir, buscar alivio y terminar en la cama con un desconocido. Ella sentía que estaba mal, sabía las consecuencias, pero su sed de calidez la había secado y se había convertido en sed de pasión y sexo.

No puede decir que no lo disfrutba, pero un mínimo error, una persona equivocada, un descuido, la habían llevado a contraer Sida.

Ya era tarde para arrepentirse, la enfermedad engullía su cuerpo como el abrazo que nunca recibió, la aropaba desde hacía unos años pero no tenía intenciones de dejar nada bueno ni de irse.

La agonía la consumía, no se merecía esto, ¿que quería de ella la vida?¿no le era suficiente con lo que ya había sufrido?

Algo había echo mal, no quería aceptarlo, no quería recordarlo.

Pero las imágenes invadian su mente, estaba en su cama intentando apretar un botón de reset adentro de su memoria.

¿Por qué lo había hecho?

¿Por qué la vida quería venganza a esta altura?

Habían pasado años, pero las imágenes de ese cuchillo traspasando carne humana no la dejaban en paz. Nunca lo harían, estaba destinada a caer en el infierno, iba a morir de agonía por el sida, si tan sólo no los hubiera matado tal ves ahora estaría bien.

¿Pero como no hacerlo?

Ellos nunca la habían querido, ellos la odiaban.

Hacia 20 años atrás había sido una niña triste de 10, una niña invisible para esas dos personas que se hacían llamar sus padres. Ellos la ignoraban, desde siempre, ella tenía sed de amor, no entendía por qué no la querían, se suponía que aquella mujer la había dado a luz y ese hombre la había engendrado.

Esa noche alguien le dijo que lo hiciera, pero que no dejara rastros. Alguien le acercó un elemento filoso, cabo de madera hoja de acero.

Esas personas dormían, ya no sabía ni su propio nombre y se dejó llevar por la locura, para tener tan sólo 10 años eso era grave.

El ángel y el demonio de su interior discutían, gritaban, golpeaban su cerebro.

No recuerda nada, sólo sabe que lo hizo. Salió corriendo, llegó a un salón oscuro con luces de neón, la habían dirigido allí, lo sabía, era la voz, era la persona que le había acercado aquel elemento para matar.

No le importó, vivió allí, se crió allí, hizo todo lo que la voz le dijo y ahora cumplía su condena.

No quería saber el número pero lo sabía.

Había matado exactamente 30 hombres, había envenenado a 5, había echo que se suicidaran 3 y había llevado hacia una trampa de muerte a 2.

En total, se había acostado con 40 hombres, los 40 ahora estaban muertos y ella se estaba muriendo por haber sido cómplice.

40 almas, 39 años de vida.

En 40 minutos cumpliría 40 finalmente.

Tocaron las doce, una fuerte punzada invadió su existencia y pensó ¿por qué 40?

El 40 es un número religioso, tiene cosas buenas y cosas malas, a ella le había tocado la parte mala, veía todo negro, nunca cumplió sus objetivos, era un fracaso, Sufría de estrés y depresión. Se había convertido en un persona egoísta, el infierno lo sabía y ahora la absorbía hacía la negrura de la noche, hacia la muerte.




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