Cuentos en tinta roja

Albino

Tierra de personas cafés y ojos aceituna, tierra de ceda, oro y arena, época de personas un tanto incultas y cosas nuevas.

Iban tan sólo algunas lunas de la Concepción de una gitana, muestra de la hombría de su reciente esposo, un hombre grotesco pero imponente. Ella era bella, como el atardecer en verano, ojos brillantes y piel tostada, cabellos oscuros como la noche pero brillantes como la luna llena.

El tan ansiado bebé llegó una noche donde las nubes grises cubrían la luna y la noche era como la boca de un lobo. Luego de el sufrimiento y la inexperiencia de la gitana el niño nació, fue un revuelo entre la mujeres que la acompañaban, era un niño fuerte y saludable, pero tenía un defecto, el cuál se veía a simple vista demasiado contundente como para ser aceptado.

De dos padres canela nació un niño color luna, cabellos blancos como el algodón y ojos gélidos. La hombría de su padre se vió atacada, había sido engañado por su mujer, siempre supo que no debío de confiar en ser tan bello, era imposible que sabiendo de su belleza no se hubiera aprovechado de su dinero y su confianza. Estaba encarnizado, ese niño jamás iba a ser su hijo.

Indignado por la imprudencia de su reciente esposa tomó un cuchillo y sin dejar que la pobre se excusara le causó una herida de muerte. Con sus ojos cubiertos en lagrimas envolvió al niño, lo miró, sus ojos eran de un color gélido, no sabía si en verdad eran así o si sólo asi los veía por estar consumido en el enojo. El bebé movía sus pequeñas manitas blancas, su boca era pequeña, sus cachetes regordetes y su respiración lenta y calmada. El hombre no pudo enterrar el cuchillo en el recién nacido, le dolía, era una pequeña criatura perfecta, de no ser por su color.

No

Recobró la conciencia y decidió que no iba a mancharse las manos con la sangre de un ser inocente. Se dirigió al desierto, depositó al niño en la arena y sin mirar atrás se alejó, lo suficiente como para que nadie lo relacionara con él, pero aún a muchos kilómetros de el pequeño podía escuchar su llanto producido por el dolor del abandono, este le retumbaba en la conciencia, se agarró la cabeza, el llanto no cesaba, el niño le exigía volver, negó, no iba a hacerlo, se encerró en su carpa y tapó sus oídos.

Cada luna llena el niño llora, llora por qué no quiere ser consumido por las tormentas de arena, llora por qué lo han abandonado, llora por qué le quitaron las posibilidades que la vida le regaló, llora, gime, brama y a su padre, el cuál no entendió su enfermedad, le sangran los oídos y se mantiene consumido por la culpa, la angustia y el remordimiento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.