4. EL HADA QUE NO PODÍA VOLAR
EL HADA QUE NO PODÍA VOLAR
En un mágico bosque vivía una comunidad de bellas hadas. Todas tenían hermosas alas de mariposa que usaban para volar por el bosque esparciendo su polvo mágico. Pero había un hada diferente a las demás, llamada Lyra. Ella era un hada muy especial porque había nacido sin alas.
Las demás hadas del bosque podían volar alto entre los árboles, sobre las flores y los arroyos. Pero la pequeña Hada solo podía caminar por el suelo del bosque. Esto la ponía muy triste porque no podía seguir el ritmo de sus amigas.
- ¡Espérenme! -gritaba Lyra tratando de alcanzar a las otras hadas que revoloteaban de un lado a otro. Pero solo lograba tropezar con ramas y piedras, raspándose las rodillas.
Las demás hadas se reían de ella. Le hacían bromas y no la dejaban acompañarlas en sus gloriosos vuelos.
- ¡Ja, ja, ja! Eres un hada muy torpe. ¡Aprende a volar primero! -se burlaban sus compañeras al tiempo que daban alegres piruetas en el aire.
Esto entristecía mucho a la pobre Lyra. Todas las noches miraba por su ventana las estrellas, deseando tener un par de alas para surcar los cielos como las otras hadas.
Una mañana, mientras las demás hadas se preparaban para otro vuelo, Hada tomó valor y les preguntó:
- ¿Puedo ir con ustedes? Les prometo no estorbar.
- ¿Cómo vas a ir con nosotras si no tienes alas, tonta? -respondió Ivana, el hada más presumida.
- Puedo intentar seguirlas desde el suelo. Realmente me gustaría...
- ¡Olvídalo! Solo nos retrasarías. ¡Vámonos chicas! Dejemos aquí a la inútil hada terrestre -dijo Ivana y todas se alejaron volando y riéndose a carcajadas.
La pobre Lyra cayó de rodillas. Comenzó a sollozar desconsoladamente y sus lágrimas mojaron el pasto del bosque. En ese momento, un brillo resplandeciente inundó todo. Lyra se limpió el rostro y miró asombrada la fuente de tal resplandor. ¡Era el Hada Madrina!
- No llores, pequeña -dijo el Hada Madrina con dulce voz-. He visto lo que sufres y vengo a ayudarte.
- ¿De veras puedes ayudarme, Hada Madrina? -preguntó Lyra esperanzada.
- Claro, linda. Todo se puede solucionar con un poco de magia y amor. Pero antes dime, ¿por qué quieres volar tanto?
- Porque quiero ser como las otras hadas -dijo Lyra entre sollozos-. Quiero poder jugar con ellas, volar con ellas. Me siento muy sola aquí abajo, viéndolas divertirse en el cielo mientras yo solo puedo mirarlas desde la distancia.
- Ya veo ... -dijo el Hada Madrina pensativa-. Realmente crees que volar te hace mejor que las otras, ¿no es así? Déjame decirte algo importante. Lo que te hace especial no son un par de alas, sino lo que llevas dentro de tu corazón. Y lo que veo en tu interior es tristeza y solidaridad. Quieres volar porque te sientes sola y excluida, pero no necesitas alas para hacer amigas. Debes mostrarles que, a pesar de ser diferente, hay una gran hada en tu interior. Una que valora la amistad y puede ayudar a los demás. Si les demuestras eso, estoy segura que aprenderán a aceptarte y quererte. ¿Qué dices, pequeña? ¿Estás dispuesta a intentarlo?
Lyra pensó por un momento. Tal vez el Hada Madrina tenía razón. Quizás no necesitaba alas para ser un hada especial, podía hacerlo a su manera.
- Estoy dispuesta a intentarlo, Hada Madrina -respondió finalmente, con una sonrisa esperanzadora en su rostro.
- ¡Así se habla! Ahora, cuando regresen las hadas, sé amable con ellas. Ayúdalas en lo que necesiten. Muéstrales que puedes ser una gran compañera y amiga, a pesar de no poder volar. Estoy segura que al final, lo entenderán.
Dicho esto, el Hada Madrina agitó su varita mágica y una lluvia de estrellas centelleantes cayó sobre Lyra, bañándola con su polvo de esperanza y buenos deseos.
Más tarde ese día, las demás hadas regresaron riendo y charlando sobre su divertido vuelo matutino. Pero al aterrizar en el bosque, vieron algo que las dejó boquiabiertas. ¡Lyra había preparado para todas ellas una deliciosa merienda! Había jugo de flores, panecillos de nuez y pastel de moras silvestres. Todo se veía riquísimo.
- Ho... hola -saludó Lyra tímidamente-. Espero no se hayan lastimado en su vuelo. Pensé que tal vez tendrían hambre a su regreso, así que decidí hacerles este pequeño banquete. Por favor, prueben lo que gusten. Lo preparé especialmente para todas ustedes.
Las hadas estaban tan sorprendidas que no supieron qué decir. Ivana dio un paso al frente y tomó un panecillo. Le dio una mordida y sus ojos se iluminaron de gusto.
- ¡Está delicioso! Muchas gracias por esto, Lyra. Que gran detalle -dijo con sinceridad.
Las otras hadas también probaron los manjares que Lyra había preparado. Todas la elogiaron y le agradecieron el lindo gesto. Lyra estaba feliz, su plan estaba funcionando.
Al terminar la merienda, Ivana ayudó a recoger y lavar todo sin que se lo pidieran. Las hadas estaban gratamente sorprendidas.
- Oye Lyra, queríamos disculparnos por cómo te hemos tratado -dijo Ivana apenada.
- Perdona, no nos habíamos dado cuenta que en realidad eres una gran hada -agregó otra.
- A pesar de no tener alas, eres un hada muy especial y nos alegramos de tenerte en el bosque con nosotras -dijeron a coro.