Cuentos Infantiles De Fantasia

7. LA SIRENA QUE QUERIA SER HUMANA

LA SIRENA QUE QUERIA SER HUMANA

En las profundidades del océano, donde los peces nadan libremente y los corales se extienden como un arcoíris bajo el agua, se encontraba el Reino Sirena. Este era un lugar mágico habitado por hermosas sirenas y tritones. Sus escamosas colas brillaban como joyas mientras nadaban con gracia a través de castillos de coral.

Una de estas sirenas se llamaba Celestia. Tenía largo cabello verde oscuro que flotaba suavemente con la corriente y una resplandeciente cola azul y verde. Pero Celestia no era como las otras sirenas. Desde pequeña soñaba con convertirse en humana.

  • ¡Ay mamá! ¿No te gustaría tener piernas para caminar en tierra firme? -le preguntaba Celestia a menudo a la Reina Sirena, su madre.
  • Pero hija, nosotras pertenecemos al mar. ¿Por qué quieres abandonar nuestro hermoso reino? -le cuestionaba la reina confundida.

Sin embargo, Celestia no podía evitar sentirse fascinada por el mundo de la superficie. Coleccionaba todos los objetos humanos que encontraba, como monedas antiguas o contenidos de barcos hundidos. Los guardaba cuidadosamente en una gruta secreta.

Su más grande tesoro era un libro de cuentos plastificado que había encontrado medio enterrado en la arena. Aunque no podía leer las palabras, adoraba mirar los dibujos de princesas con piernas largas y zapatos brillantes.

  • Ay, si tan sólo pudiera caminar -suspiraba mientras pasaba sus dedos por las gastadas páginas.

Un día, mientras nadaba cerca de la superficie, Celestia vio un enorme barco pirata que se aproximaba. Estaba decorado con calaveras y espadas cruzadas. Las sirenas tenían advertido que no debían acercarse a los humanos, especialmente a los piratas.

  • ¡Piratas! -exclamó emocionada-. Me pregunto si tendrán piernas.

Siempre había querido saber más sobre los humanos, y esta era su oportunidad. Se acercó al barco con cautela, pero con el corazón latiendo con fuerza.

Impulsada por la curiosidad, se acercó al barco para echar un vistazo por la borda. De repente, una red cayó sobre ella y la atrapó.

  • ¡Suéltenme! -gritaba Celestia forcejean-. ¡Déjenme ir!

Pero los piratas fueron subiendo la red hasta el barco.

  • Vaya, vaya, miren lo que pescamos -dijo el capitán con una sonrisa malvada-. Una sirenita.
  • Por favor, déjenme regresar al mar -suplicaba Celestia mientras los piratas se reían.
  • Me temo que no, preciosa -dijo el capitán-. Tu cola nos hará ricos. Te venderemos al mejor postor.

Celestia comenzó a llorar mientras los piratas hacían un nudo alrededor de su cola para evitar que escapara.

Luego de horas de navegar, el barco pirata finalmente atracó en un puerto. Rápidamente bajaron a Celestia y la metieron en una jaula.

Ella miró a su alrededor. Había edificios de piedra, calles adoquinadas y humanos caminando sobre... ¡piernas! Celestia contuvo la respiración, emocionada. ¡Había logrado su sueño! Aunque no de la forma que esperaba.

Los piratas llevaron la jaula hasta el mercado, gritando:

  • ¡Sirena genuina para la venta! Quien ofrezca más dinero, se la lleva.

Rápidamente se arremolinó una multitud. Todos querían echar un vistazo a la misteriosa criatura. Celestia intentaba cubrirse con su largo cabello. Se sentía avergonzada, como un animal en exhibición.

En eso, un elegante carruaje se abrió paso entre la gente. De él descendió una mujer mayor con un vestido lleno de volantes y joyas resplandecientes.

  • Yo doy 1,000 monedas de oro por la sirena -dijo imponente.

Los piratas abrieron mucho los ojos, sorprendidos por la gran cantidad. Rápidamente cerraron el trato antes de que la mujer cambiara de opinión. Metieron a Celestia, jaula y todo, en el carruaje.

  • Soy Madame Rowena, la más grande coleccionista de rarezas del mundo -dijo presentándose-. Y ahora querida, eres parte de mi colección.

El carruaje avanzó zarandeando hasta una enorme mansión a las afueras del pueblo. Una vez dentro, Madame Rowena ordenó que llevaran a Celestia a una pecera gigante en el salón principal.

  • Finalmente, la pieza central de mi colección está completa -dijo Rowena satisfecha, mientras arrojaba unos cuantos peces a la pecera para Celestia.

Así pasaron los días. Madame Rowena invitaba a millonarios invitados para que vieran a su nueva sirena. Celestia pasaba horas nadando en círculos, aburrida y triste.

Extrañaba las cálidas corrientes del océano, los arrecifes llenos de vida y las historias que su madre le contaba antes de dormir. ¿En qué había estado pensando? Se preguntaba arrepentida. Si tan sólo pudiera regresar a casa.

Una noche, mientras Rowena tenía una fastuosa fiesta, Celestia vio su oportunidad. Con cuidado, levantó la tapa de la pecera hasta que se deslizó y cayó al piso. La música y el bullicio de la fiesta eran tan altos, que nadie escuchó el ruido.




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