EL ELFO QUE PERDIO SUS ALAS
Érase una vez, en lo profundo de un bosque encantado, vivía un elfo llamado Alari. A diferencia de los otros elfos, Alari tenía un par de brillantes alas color arcoíris que usaba para volar alto por el cielo.
Cada mañana, Alari despertaba temprano y salía volando para admirar la belleza del bosque desde las alturas. Le encantaba sentir la brisa en su rostro mientras volaba entre las copas de los árboles. Cuando pasaba cerca de las flores, su aroma llegaba hasta él, haciéndolo sonreír.
Un día soleado, Alari se encontraba volando sobre el río que atravesaba el bosque, observando a los peces en el agua cristalina. De pronto, una ráfaga de viento lo tomó por sorpresa. Alari trató de mantener el control, pero el viento era demasiado fuerte. Antes de que pudiera reaccionar, sus alas se desprendieron de su espalda y salieron volando lejos de él.
Triste y desconsolado, Alari nadó hacia la orilla. Se sentó en una roca grande a contemplar el cielo, preguntándose cómo recuperaría sus preciadas alas. Sin ellas, no podría volver a sobrevolar el bosque ni sentir la libertad de volar por los aires.
De pronto, escuchó un susurro que provenía de unos arbustos cercanos.
Juntos caminaron por el bosque hasta llegar a un gran roble con un hueco en el tronco. La pequeña hada le indicó a Alari que entrara y él tuvo que agacharse para pasar por la diminuta entrada.
Dentro del árbol, había una sala redonda llena de frascos, hierbas y libros polvorientos. En una esquina había un caldero burbujeante sobre brasas ardientes.
Talasa revoloteó hacia una estantería y regresó cargando un pesado libro. Lo dejó sobre la mesa y comenzó a pasar las páginas llenas de dibujos y símbolos extraños.
Siguiendo las instrucciones del libro, Talasa y Alari trabajaron juntos recolectando los ingredientes y preparando la poción. Luego de unas horas, cuando el brebaje adquirió un tono perlado, Talasa lo sirvió en una taza humeante y se la ofreció a Alari.
Alari cerró los ojos, pidió un deseo y se tomó la poción. Al principio no sintió nada, pero luego una agradable sensación de cosquilleo invadió su espalda. De pronto, unas pequeñas alas translúcidas comenzaron a brotar justo entre sus omóplatos. Poco a poco fueron creciendo hasta convertirse en un nuevo par de magníficas alas arcoíris.
Sin perder más tiempo, Alari salió corriendo del árbol y desplegó sus alas hacia el cielo. Con un potente aleteo se elevó hacia las nubes, dejando atrás todos sus problemas. Una lágrima de felicidad rodó por su mejilla al sentir de nuevo esa maravillosa sensación de libertad.
Después de dar algunas piruetas y volteretas en el aire, Alari regresó al árbol para agradecerle nuevamente a su nueva amiga Talasa.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. La moraleja es: a veces podemos perder algo muy valioso, pero con esperanza, creatividad y la ayuda de los amigos, siempre encontraremos la forma de salir adelante. ¡Nunca te rindas!
MORALEJA:
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personajes fantasticos, un mundo mágico donde todo es posible., magia y aventuras en mundos desconocidos
Editado: 14.12.2023