En el corazón de un bosque encantado, donde los árboles susurran y las flores danzan al viento, vivía un Hada de la Naturaleza llamada Flora. Con su cabello verde como las hojas y alas brillantes que reflejaban los colores del arcoíris, Flora era conocida por su conexión especial con la naturaleza. Tenía el poder de hacer florecer las plantas y ayudar a los animales del bosque.
Un día, mientras volaba entre los árboles, Flora notó que había alguien nuevo. Se trataba de una planta carnívora, estaba temblando y parecía angustiada. Se acercó rápidamente para ver qué sucedía.
—Hola, soy Flora, ¿Cómo te llamas? —preguntó Flora.
—Soy Cady, estoy perdida, no sé cómo llegue a este bosque.
—¿Qué te pasa, Cady? —preguntó Flora con preocupación.
Cady levantó su cabeza llena de hojas afiladas y sus ojos brillantes estaban llenos de lágrimas.
—Flora, estoy hambrienta. He estado huyendo —dijo Cady— porque no quiero comerme a mis amigos los insectos. Pero, no puedo resistir más tiempo sin alimentarme.
Flora sintió una punzada en el corazón al escuchar esto. Sabía que Cady era una planta carnívora y comprendió su bondad y su deseo de no lastimar a nadie.
Flora sintió una punzada en el corazón al escuchar esto. Sabía que Cady era una planta carnívora y comprendió su bondad y su deseo de no lastimar a nadie.
—Entiendo tu dilema —dijo Flora—. Soy la guardiana de este bosque y no puedo permitir que alteres nuestro ecosistema. Pero, puedo ayudarte, a que no te conviertas en lo que no deseas ser. Debe haber una solución que no implique hacer daño a otras criaturas.
Cady suspiró:
—He intentado comer insectos que no son amigos, pero siempre me detengo porque no puedo soportar lastimarlos. Sin embargo, si no como pronto, me marchitaré.
Flora pensó rápidamente en cómo podría ayudar a Cady. Recordó que había un antiguo árbol en el bosque que producía savia dulce, pero ya no lo hacía con frecuencia. Esta savia sería un gran alimento para Cady.
—Hay un alimento que pienso te gustará mucho, una buena alternativa —dijo Flora.
—Dime qué es, ¿puedes compartirlo conmigo? —preguntó ansiosa—. Lo siento, tengo hambre.
—La savia es el líquido nutritivo que circula por el árbol —explicó Flora—. Transporta agua y nutrientes esenciales que ayudan a las plantas a crecer y mantenerse saludables. Además, tiene un sabor dulce y delicioso que disfrutan muchas criaturas del bosque, incluyendo a las plantas carnívoras como tú. Te ayudará a sentirte fuerte y llena de energía, sin necesidad de hacer daño a otros.
Flora llevó a Cady hacia el antiguo árbol, quien les dio permiso para alimentarse de su savia. Sin embargo, el árbol se disculpó por producir muy poco:
—Lo que tengo no será suficiente; solo alcanzará para unos pocos días.
Flora le explica a Cady la razón por la que no produce mas savia.
—Los ciempiés son esenciales para estimular al árbol para producir su savia.
Flora le explicó cómo funcionaba:
—Los ciempiés estimulan al árbol cuando caminan por su corteza; hacen cosquillas que lo hacen feliz y eso provoca que produzca más savia. Te ayudaré a encontrar uno y lo convencerás de venir aquí contigo.
Cady escuchaba con atención, Flora hizo una pausa para permitirle entender lo que le contaba y luego continuo.
—Aquí hay una ciempiés cerca del arroyo, pero se siente sola y camina muy poco por el árbol. Su amigo, un día estaba jugando con otros animales, iba subido en el lomo de uno de ellos y mientras corrían lejos, se cayó y como eran más grandes, ninguno se dio cuenta. Unos minutos luego fueron a buscarlo, pero ya no lo encontraron. Cuando se vio solo, se sintió perdido y camino y caminó buscando regresar, y lo que hizo fue alejarse más, saliendo del bosque.
Cady estaba triste de escuchar la historia.
—Y, ¿por qué no le dices que vuelva? —preguntó Cady preocupada.
—Porque no puedo salir del Bosque.
Flora le propuso a Cady ir a buscar el ciempiés:
—Pero, tu si puedes.
Cady aceptó de inmediato.
—¡Sí! ¡Quiero hacerlo!
Flora sonrió mientras Cady la miraba esperanzada:
—¿Cómo puedo encontrarlo? ¿Dónde está ese ciempiés? —preguntó Cady con entusiasmo.
Flora le explicó:
—Voy a fijar una imagen en tu mente; esto será como un mapa para que sepas cómo llegar y regresar. Convencerlo depende de ti.
Le explicó sobre esta travesía. Luego, sin perder tiempo, y ya alimentada, comenzó su viaje hacia el arroyo.
Mientras avanzaba, recordaba lo que Flora le describió de cómo llegar al lugar donde vivían los ciempiés: “Primero sigues un sendero cubierto de flores moradas; luego cruzas hacia el arroyo donde crecen los juncos altos. Allí encontrarás a los ciempiés”.
Miraba bien su camino para no perderse. Mientras seguía el sendero, divisó el arroyo y después de cruzarlo, finalmente llegó a un montículo, lleno de hojas secas donde varios ciempiés se movían alegremente.