— Hola — dijo Hada muy suavemente al ser sin nombre.
— Hola — repitió él arrodillado.
— ¿De verdad no tienes nombre?
— No recuerdo.
— ¿Y tus padres?
La mirada del hombre se volvió triste y furiosa al mismo tiempo.
— No tener — se dio vuelta para irse.
— ¿Ellos están en la tumba, la que está atrás de la casa?
— Mamá y pequeña.
— ¿Tu mamá y un bebé están allí?
Movió la cabeza afirmativamente.
— ¿Por qué matas a las personas?
— No dar quiero — su tono era muy natural, y sin ningún remordimiento.
— Eso está malo.
— ¿Por qué? Yo necesitar comer.
— No se debe robar ni matar a otros, es una de las leyes de Dios.
— ¿Qué ser Dios?
— Es el Ser Supremo que nos cuida, si haces daño a los demás irás al infierno.
— ¡¿Infierno?!
Ella comprobó lo que suponía, que no solo no sabía hablar bien, sino que no tenía noción del bien y el mal, decidió que para lo que planeaba hacer, primero debería educarlo. Desde entonces empezó a instruirlo, a corregir su manera de hablar, le enseño de Dios. El hombre aprendió rápido, deseaba poder expresarle lo que sentía por ella, quería que la muchacha fuera su pareja alfa, se pasaba horas mirando la luna, pensando cómo hacerse entender, ya sabía que era una humana, no un ser mitológico como pensaba al principio, pero no por eso se sentía menos nervioso a su lado.
Una tarde él quiso saber más de Hada, ella le contó que era huérfana, y que estuvo mucho tiempo viviendo con el párroco del lugar, luego uno de los nobles del lugar se la llevó como sirvienta, cuando le contó esa parte de su vida la notó nerviosa, angustiada.
— ¿Qué ocurre te?
— Se dice que te ocurre.
— ¿Qué te ocurre? — repitió él.
— Es que... — ella se dio vuelta y lloró amargamente, cuando estuvo calmada se explicó — el Señor del lugar estaba interesado en mí.
— ¿Interesado?
— Él... no sé cómo explicarte — se angustió de nuevo la muchacha.
— Hada, no entender ¿Para qué te querer él?
— Deseaba tener sexo conmigo, quisiera yo o no.
— ¿Sexo?
— Lo que hacen los lobos para tener cachorros, aparearse, pero yo no quería... — volvió a sollozar.
El otro pensó un poco, cuando comprendió, primero se puso pálido, luego su rostro estaba rojo de furia.
— ¿El eso hacer?
— Yo no quería — ella lloró — pero no pude evitarlo, no soy fuerte.
— ¿Quién ser?
— El Conde, el que vive en el monte grande, logre cortarle la mejilla izquierda cuando trate de defenderme, pero luego me desarmó y me violó. Logre escapar, y tuve la gran suerte de encontrarte — le dio un beso en la mejilla.
El hombre por un momento pensó como alguien podía hacer algo así, dentro de su falta de cultura sentía que no debía hacérsele eso a nadie si no quería, su mirada al abrazarla era inescrutable.
— Tranquila. Ahora yo proteger.
La siguiente luna llena, en el castillo del noble, varios seres peludos entraron silenciosamente luego de matar a los guardias, el Señor del lugar estaba sentado frente a la chimenea, su mejilla izquierda tenía una cicatriz que la atravesaba por completo. Miraba las llamas tomando vino y pensando cosas de su reino, hasta que una voz lo sacó de sus pensamientos.
— ¿Conde?
El hombre se dio vuelta extrañado, ya que no era de nadie conocido. Quedó con los ojos dilatados de miedo, frente a él habían varios lobos, y un ser bípedo.
— ¿Qué... qué eres?
— Tu tomar a mi Hada, ella no quería — miró al noble con furia — tú deber morir.
Sin darle tiempo a nada más lo degolló y mientras todavía estaba con vida lo descuartizó, luego le dio algunas partes a su manada. Cuando quedaron varios restos y porciones óseas, todos se fueron tan silenciosos como llegaron, él se llevó la daga del noble.
Al otro día, arreglado con camisa y pantalones fue a ver a la muchacha que amaba, le quería hacer una pregunta importante, si ella le decía que no... No, estaba seguro que ella también sentía algo parecido a lo que él, lo sentía cuando ella lo miraba irse, o cuando lo veía mientras él jugaba con los cachorros. Además, ahora le demostraría que podía defenderla de todos.
— Hola ¿Cómo éstas?
— Bien, yo querer... quiero pedirte algo — le mostró el cuchillo con incrustaciones de joyas.
— ¿De dónde la sacaste? — le preguntó nerviosa, al reconocerlo.
— Él ya pago por lo que hizo te.
— Pero...
— Yo querer... quiero protegerte porque te amar — dijo con su voz tan extraña.
— Yo también.
— Yo vivir contigo, tu ser desde ahora mi mujer, tener bebés, les daré comer y lo que necesitar. Nunca faltar nada.
— Acepto amor — la muchacha le dio un beso muy tierno en los labios — ven luego del anochecer y tendré todo listo para que seamos uno por toda la eternidad.
Esa noche cuando él llegó la jovencita había preparado una exquisita cena, también tenía varios cuencos con carne para los lobos de la manada de su futuro esposo. Había una copa con un líquido de sabor amargo, pero como ella lo instó se comió y bebió todo.
— Seremos muy felices, te amo.
— Yo deseo sean como tú, bella.
— Da lo mismo a quien se parezcan, te juro que los cuidaré y amaré.
Al rato él empezó a besarla con pasión, en ese momento el joven comenzó a transpirar, le dolía el estómago, sentía que se derretía por dentro. Sus amigos peludos se retorcían y caían entre dolores indecibles al suelo, todos fueron muriendo, incluso los cachorros.
— ¿Qué dar? — la bestia cayó al suelo retorciéndose de dolor.
— Lo que se merecían.
Hada, cuyo verdadero nombre era Marie, estuvo bien en la casa del sacerdote de la Villa, éste la trato como a una hija, incluso quiso conseguirle marido, pero ella no quiso. Antes de irse a dormir siempre conversaban sobre lo que le pasó a la familia de la joven.