Cuentos Oscuros. Pinocho

Parte 1

Había una vez un hombre al que le gustaba hacer animales, personas, seres antropomorfos como marionetas, con ellos daba alegría a los niños, tenía mucho éxito como artesano ya que sus creaciones eran perfectas, tanto que parecían tener vida.

— Sr. Gepetto, ese gato de verdad es como el mío, son como gemelos, hecho tanto de menos a pintitas.

— Lo sé, por eso te lo regale, sé que te hará muy feliz.

El hombre mayor, en algunos casos puntuales, hacía réplicas iguales a los animales que algunos niños perdían y así estos quedaban muy contentos, sintiendo que los tenían de vuelta, sobre todo los más pequeños.

— Gracias por el pececito, María está muy contenta ahora que por fin Goldy volvió a ella, y ya no se irá como ocurrió con el original, cuando ella lo puso a dormir a su lado, no pensó que eso lo mataría.

Pero unos meses después, una mala noticia envolvió al barrio.

— Lamento mucho su perdida, María era una niña muy tierna Sra. Lucía.

— Nunca pensé que algo así pudiera pasar, llenó la tina sin que yo me diera cuenta, y se metió dentro con su pijama y una frazada, tenía solo 6 años, no pensé que se suicidaría de una manera tan terrible. No tengo idea que la pudo motivar a algo así, es todo tan extraño.

— Amiga mía, estas cosas pasan lamentablemente, lo siento mucho, nos vemos.

La vida iba tranquila para el anciano, hasta que una desgracia ocurrió en su familia, su sobrino perdió a su hijo, era un niño que siempre fue débil, tenía solo 4 años, a petición del padre, el hombre mayor hizo un muñeco con cabello del pequeño, y tenía su ropa, era a escala real, quedó muy parecido al infante fallecido.

— Gracias Tío Gepetto, lo llevaré con Marta, a ella le gustará.

— De nada Ramón, sé que lo extrañas, con éste a tu lado tu dolor disminuirá.

Pero unas semanas después la madre, que al principio le había encantado el juguete, ahora le daba terror.

— No debes pensar así de él, mi tío Gepetto lo hizo con mucho cariño.

— Lo sé, pero te juro Ramón que lo he visto mover el cuello y me queda mirando fijamente, con odio.

— Hagamos una cosa, lo dejaremos en el cuarto de nuestro hijo, como tío siempre avisa cuando vendrá, para esos momentos solamente lo dejaremos en la sala.

— Gracias cariño.

Pero cada vez que lo encerraba este aparecía en el primer piso, en el lugar del sillón donde el pequeño le gustaba acurrucarse a ver televisión, el padre se sentaba a ver esos programas con el muñeco en brazos.

La madre empezó a insistir que regalarán o botarán las cosas de niño fallecido, pero el esposo no le hacía caso, estaba contento con el juguete, muchas veces lo trataba como si fuera el niño muerto, lo hacía dormir en el cuarto del verdadero, y lo ponía a comer a su lado, por eso reaccionó mal cuando la mujer le propuso cambiarse de casa.

— No me iré, aquí quiero quedarme, siento que el espíritu de nuestro hijo — puntualizó la palabra — sigue aquí.

— Yo tengo miedo, esa cosa sigue apareciendo en el sillón.

— Tal vez es el alma de nuestro pequeño que está allí, no lo has pensado, quiere quedarse con nosotros, no sería fantástico que volviera a vivir a través de esta marioneta.

— Estas loco, como tu tío que hace cosas así. USO PELO DEL NIÑO EN ESA COSA — estaba histérica — ya había escuchado que era un brujo, pero no quise creerlo, se ve tan tierno y normal.

— Él es un hombre normal, muy bueno, y si pudo poner el alma de nuestro pequeño niño aquí — mostró el muñeco — sería un milagro, y tú como su madre deberías estar contenta.

— No quiero volver a verte, ni a esa abominación.

Por un mes Marta se quedó en un hotel, durante ese tiempo presentó la demanda de divorcio, por fin tenía la excusa perfecta para separarse, y no perder la parte de la fortuna de su marido que le correspondía. Desde que se fue, por fin se sentía liberada, ya no soportaba a ese hombre, y menos tener que cuidar al niño enfermó que tuvo con él. Había pensado cuando el bebé tuviera 2 años, separarse y pedirle una pensión millonaria por el niño, con eso podría mantener el nivel de vida que le gustaba, y poder pagar a alguna nana que criará al bebé, pero como nació tan delicado de salud, no pudo realizar sus planes.

Se durmió tranquila, pero a medianoche despertó sobresaltada, sintió un movimiento en el piso, como si alguien se arrastrará con algo pesado.

— ¿Quién está hay? — prendió la luz, todo quedó en silencio, decidió acomodarse, pero sin apagar la lámpara.

Apenas empezaba a adormilarse, la cama se movió, vio horrorizada como el muñeco de su hijo, estaba mirándola, maligno, parado sobre su pecho, con un cuchillo en sus manos.

— Hola madre ¿Por qué tanto miedo? Acaso no que soy tu hijo adorado.

— Pero... tú estás muerto, esto es una pesadilla — fue a gritar, pero el muñeco le puso un cuchillo en la garganta.

— No grites ¿Qué acaso no estas contenta de verme?

— Si cariño... es que me sorprendiste, ahora voy a ir al baño y...

Antes que terminará de hablar, el muñeco le cortó la garganta, y luego le atravesó el corazón, todo quedó bañado en sangre.

— Adiós madre, ahora a buscar al otro culpable de lo que me pasó.

Unas horas después Armando estaba descansando, había tenido una noche de sexo con una de las internas del hospital donde trabajaba, llegó a su casa sin energía, pero antes de dormirse iba a contactar a la tonta de Marta, cuando ella tuviera la mitad de la fortuna de Ramón, lograría que todo ese dinero terminará en la cuenta de banco de él, luego se deshacería de la mujer como lo hizo con el niño, podría disfrutar de los miles de dólares sin molestias a su lado. Entró a la ducha, pero cuando estaba terminando sintió uno roces en la cortina de baño.

— Marta, cariño ¿Eres tú? — a ella le había dado una llave hacía poco.

— No, soy su hijo.



#1060 en Terror

En el texto hay: muerte, terror

Editado: 09.04.2021

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