Hace mucho tiempo, en un reino remoto se contaba layenda que casi inexistente más algo incierto se escondía un secreto muy bien guardado, y que los habitantes del reino tenían una longevitud formidable, casi todos llegaban a los 100 años, tal hera así que el díos de la muerte y guerra Shiboku quiso curioso comprobarlo, enviando así a uno de sus hijos (Tabasu) el hijo no pudo protegerse de los sentimientos propios y acabó cayendo en las garras del amor; por lo que se acabó casando con una plebeya de estatus pobre. Su padre (el dios) al enterarse furioso quiso mandar rayos, centeyes y retruécanos al reino, pero como hombre savio; recapacitó, por tanto como castigo único y ejemplar dio a su hijo una sabia decisión: O se volvía al edén de dónde el mismo había vivido por años, o moriría como otro humano más en la pútrida tierra. Su hijo enfadado por el mal trato y poca comprensión de su padre acabó por comvertirse en un simple mortal. Sus hermanos incredulos no podían estar ni por un segundo contentos; iban a ver ante sus ojos; como las arrugas, la calvicie y la ceguera iban en el futuro a apoderarse de él. Tabasu que no podía dejar de amar a su esposa; hizo lo que nadie haría, antes de que su padre le despojará sus poderes el indagó en el arte del amor con su mujer, por lo que de ahí nacería un dios o semi dios. Como el plazo para quitarle los poderes, (en aquel momento) aún no había espirado aprovechó la oportunidad; despuñés de cumplir el plazo el ya no era más el hijo de Shibuku, ya no sería más un dios; ni siquiera podría decidir sobre los humanos y sus formas de vivir o morir; ni siquiera podría influenciarlos; solo podía hacer una cosa: Adaptarse al mundo en el que el había decidido vivir por amor a una chica de pelo liso, ojos marrones y mejillas rosdas.