Había una vez un mundo muy diminuto donde la lluvia caía y caía; allí vivía gente pequeña, y, como casi siempre llovía la gente no sabía diferenciar si alguien estaba triste o no, ya que; cuando uno estaba triste salía a la calle, algunos vestidos y otros en pijama. Al mojarse con la lluvia camuflaban su tristeza, y sobre todo, escondían sus propios sentimientos, Aoto, un joven que siempre estaba deprimido (por la maldición que una bruja le había impuesto) por que el sol nunca salía a relucir en su comarca, se pasaba los días y tardes deprimido, a veces durmiendo y otras llorando, como era habitual en él. También se preocupaba. Aoto no era un chico normal, pues, como ya se dijo, él; había sufrido un hechizo que le impedía concebir o tener relaciones amorosas, sumado a las fuertes lluvias y a los pocos días de sol, esto hacía de Aoto un chico totalmente inestable y cambiante. Un 10 de abril cuando todavía era "Normal", unos sujetos le incitaron a pasar más allá de la frontera que daba con el "bosque perdido", decían que, si uno traspasaba la frontera automáticamente quedaría embrujado y por consiguiente maldito, los sujetos quisieron experimentar y lo incitaron. Después de eso..... la maldición solo sería disuelta si se consiguiese obtener lo que la propia maldición le habría 'quitado', la solución era "simple", Aoto debía conseguir novia y hacer que dejase de llover en su 'Mundo diminuto'. Lo primero era "más viable" pero, ¿Lo segundo? ¿Cómo luchar contra el cambio climático? Aoto fue con su paraguas rojo y, de casa en casa fue preguntado, pero, todas al unísono le contestaban que no, el con temperamento delicado comenzó a desesperarse, todas las casas cerraban sus puertas y... solo le quedaba la última casa, alejada de la comarca, estaba vieja y algo roñosa, allí, el llamó a la puerta –Toc toc– Al abrirse la puerta una chica con cicatrices y fuertes rasguños lo miró de cabo a rabo, Aoto que no pudo contenerse, le contó su historia, él, que había pasado más de 10 años maldito ahora solo le quedaba una última oportunidad, la chica, le invitó a pasar y le dio té mientras le ofrecía un asiento cerca de la chimenea. Mientras le contaba la historia, Aoto miraba al fuego incandescente. La chica asentía y serena le dijo: ¿Si te digo que sí me darás un vástago? Toda la gente de la comarca me detesta por mis cicatrices, me ignoran y tengo que sobrevivir de lo que encuentro. Aparte mi deseo más preciado es formar una familia y yo como tal, por desgracia, no suelo ser plato de buen gusto para la mayoría de hombres. La casa por dentro no era fea ni mucho menos, lo que preocupaba era su fachada, por fuera era fea y horrenda pero, por dentro era bonita y coqueta, Aoto que vio reflejado sus pensamientos y deducciones en la propia chica, aceptó. Él quería recuperar la felicidad que la propia bruja le había arrebatado, y la chica... bueno, quería un vástago. El aceptó y decidió amarla sin condiciones, sin escusas ni prisas. Ella se abrió a él y empezaron a salir, el que sin padres vivía empezó en secreto a vivir con ella, por el día hacía sus cosas y por la noche y en secreto la amaba loca, tierna y dulcemente. Con el tiempo la relación dio sus frutos y llegaron incluso a casarse, pero, aún así, el hechizo no surgía efecto, y la lluvia no paraba de caer. ¿Por qué? Se lamentaba Aoto, era tan simple que ni el mismo lo comprendía, durante todo este tiempo solo una palabra pudo haber desencantado su maldición. Pasaron los día en silencio hasta que el propio Aoto abrió los ojos, entonces, que aún estaba en casa de la muchacha, se aceró a ella, la abrazó y le susurró al oído: Te amo, Amelia. Ahí fue cuando las cicatrices de la joven dejaron de estar presente en tu cuerpo y rostro, la maldición del chico desapareció y dejó; instintivamente de llover, ahí fue cuando el pudo volver a ser él. La chica al desaparecerle las cicatrices se volvió bonita y eso era debido a que, (Ella también, por pretenciosa, en su niñez había cruzado la línea, y por ende le habían salido esas horribles cicatrices que la hacían verse fea) y es por eso que, pasó de ser la más fea a la más bonita de la comarca, tan bonita que todos los "pretendientes" que la rechazaron por su aspecto físico en lugar de buscar su corazón ahora trataban de conquistarla, pero, ahora su corazón pertenecía a Aoto y, el corazón de Aoto pertenecía al de Amelia.