Cuerdas Rotas

Capítulo 4

9 años atrás

—¡Hanna, vamos mira! Adivina que tengo aquí— La pequeña niña de 11 años mira al objeto que tiene en sus manos con admiración.

—¡Wow! Hannie, ¡Es un violín! — Dice su hermana emocionada.

Toca el violín y hace un sonido estruendoso que hace reír a las dos.

—¡Hannie! ¡Ven aquí!— La voz de una mujer poco entendible se escucha, las niñas se miran entre sí y su risa se apaga inmediatamente.

—Espérame aquí Hanna, ya vuelvo— Dice con una sonrisa y sale rápidamente de la habitación.

Hanna agarra de nuevo el violín e intenta tocarlo, su sonido es horrible pero aún así le divierte. Se siente feliz por su hermana quien siempre quería tener un violín y ahora cumplió su pequeño sueño. Escucha que la puerta se abre

—Hannie, el violín es hermo-—Las palabras quedan en el aire al ver a la mujer que entra por la puerta, su pequeño cuerpo se tensa inmediatamente.

—Mamá...—Dice la pequeña en voz baja y agachando su cabeza.

—¡No me digas así, inútil!— Grita la mujer y se acerca a ella.

Agarra el violín con tanta fuerza que al jalarlo los pequeños dedos de Hanna se cortan con las cuerdas.

—Aush—se queja Hanna con dolor y la mujer la mira con desprecio.

—¿Acaso te enseñé a quejarte? Hannie nunca se queja, mocosa malagradecida. Si esto es tuyo, olvídate de él—Dice la mujer subiendo el violín con intención de estrellarlo en él suelo.

—¡No! ¡Es de Hannie!— Se levanta rápidamente e intenta tomar el violín. La mujer la toma de los hombros, la mira con odio aprentando los dientes. Sus uñas se clavan haciendo que brote sangre de ellos, la empuja cayéndose de espaldas al suelo.

—¡Mamá! ¡Espera!— Dice Hannie entrando por la puerta y tomando de la mano a la mujer quien suelta a la niña que yace en el suelo y gimiendo de dolor.

—Mocosa, para la próxima no te dejaré ir tan fácil—La mujer se va y Hannie se dirige hacía su hermana.

—¿Estás bien?— Le pregunta preocupada.

—Si, estoy bien. Esta vez no fue tan grave. Más importante, el violín no recibió ningún daño—Le dice Hanna a su hermana Hannie con una gran sonrisa.

 

 

(...)

 

 

 

Se arreglan las dos para ir a estudiar, su colegio quedaba a media hora de camino y siempre andaban agarradas de la mano. Cualquiera que las veía siempre pensaba que eran como dos gotas de agua. La única diferencia que había eran sus personalidades: Hannie era una niña dulce y cariñosa, siempre intentaba hacer el menor cambio posible y no intentaba notar su presencia. Y Hanna era una niña  que a pesar de ser una buena niña siempre trataba de encontrar su propia manera de ser diferente, sus ideas y emociones hacian que su madre la odiara ya que no se parecía a Hannie.

Salen a la sala y ven a la mujer que estaba en la mesa hablando sola. Ya era común para ellas ver a su madre en ese estado. Con una jeringa incrustada en su brazo lleno de picazones. Ellas aprendieron desde pequeñas que  debían hacer todo por ellas mismas. Aprendieron a ir al colegio y a cocinar. Los primeros intentos en la cocina fueron un desastre y su madre golpeo a Hanna hasta dejarle moretones.

—Mamá, aquí te dejo el almuerzo—Dice Hannie con delicadeza y lo deja en la mesa. No hubi respuesta pero sabía lo comería.—Vamos, Hanna—.

En su escuela todos querían a las gemelas. Siempre eran el centro de atención, Hannie aprendió poco a poco a tocar el violín. La primera canción que tocó fue Danse Macabre de Camille Saint-Saëns. Todos llegaban al salón de música a escucharla tocar. Su melodía era sorprendente. Los profesores decían que era una prodigio.

 

 

(...)

 

 

 

—Hannie, creo que me siento mal— Dice Hanna tocando su cabeza.

—Si, creo que tienes fiebre— Dice Hannie tocando a su hermana.—Voy a llamar a mamá—.

—No, está bien—Dice Hanna tosiendo y se recuesta en la cama.

Hannie sale de la habitación y se escuchan gritos afuera

—Yo no voy a cuidar de esa mocosa. Ella sabe cuidarse sola— Dice la mujer sin interés

—Pero mamá, no tenemos medicinas aquí—. Dice Hannie con súplica.

—Ahg, está bien, la llevaré así no se muere— Dice la mujer con rabia.

Entra al cuerto y hala a Hanna del brazo con fuerza.

—Nos vamos mocosa, sólo las niñas tontas se enferman—Entra al auto y empuja a Hanna hasta el asiento del conductor.

—No puedo ir adelante— Dice Hanna intentado abrir la puerta.

—Te quedas aquí y ya— La mira amenazante. Por lo que Hanna se queda en silencio

La mujer enciende el motor del auto y pone la palanca en reversa. Hanna sólo esperaba que llegaran pronto al hospital y así librarse de la incomodidad. Al poner el auto en marcha, pisa el acelerador y el auto da reversa. Un sonido ensordecedor se escucha afuera del auto. Extrañada la mujer sigue pisando el acelerador y él carro no se mueve. Baja del auto maldiciendo y se dirije a la parte de atrás.

Pasaron algunos minutos y la mujer no entraba al auto, Hanna se baja y va hacia la parte de atrás. Hanna al observar la situación explota en lágrimas y comienza a toser fuertemente.

La mujer estaba arrodillada en el suelo con sangre en sus manos, rostro y su ropa. Sosteniendo con sus manos el resto de entrañas que sobresalian del cuerpo sin vida de su hermana Hannie. Comenzó a gritar desesperadamente y después de escuchar algunos gritos de su madre, Hanna cae al suelo estripitosamente golpeando su cabeza.

 

 

(...)

 

 

 

Hanna abre sus ojos y observa alrededor. Estaba en el hospital y la enfermera tenía un rostro de horror. La mujer estaba sentada en el medio de dos policías. Se levanta al ver que ella está despierta.

—Hannie, que bueno que estás bien.

La pequeña niña no hace más que llorar desesperadamente y preguntaste por que dice el nombre de su hermana. En el momento enen que quiere intentar decirle que es Hanna, una de las enfermeras la observa insinúando silencio.



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En el texto hay: romance, odio, gemelas

Editado: 21.07.2019

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