Cuerpo Yermo

Capitulo 2

     Tarde me di cuenta del error, había traspasado el umbral, no medí el peligro, solo la vi y quise deshacerle la sonrisa a golpes, pero al acercarme vi su mirada, aquellos no eran sus ojos, los de ella eran castaños y aquellos azules, no comprendí lo que estaba pasando… Quise retroceder, pero ya era tarde, la oscuridad estaba a mi espalda y me llevaba directa hacia aquel ser, que abrió los brazos para recibirme, sin dejar de sonreír. Era el rostro de mi prima, pero no era ella, cómo explicarles….Jamás en lo que llevaba de vida, había estado en una situación tan difícil, siempre que me metía en problemas, tenía de que aferrarme, más en aquel momento… Ni los rezos me salvarían, lo intenté, grité a todo pulmón el padre nuestro, pero mi fe era poca, no quería morir y mi mente sólo buscaba la manera de salvar mi cuerpo… Esa era mi habitación y tenía cosas “raras” en ella, recuerdo que mi madre peleó conmigo por eso, se cansaba de decir que lo iba a tirar todo a la basura… Pero debía hacer algo y pronto…No me quedaba tiempo, mi instinto me informaba que al caer en aquel abrazo, sería mi fin y hacia allá iba… Al terminó de mi existencia…La oscuridad era como una pared que sin darme escape me empujaba a mi muerte. Admito que en aquel momento pensaba en mí, había olvidado a mis padres, primero yo y luego ellos, comenzaba a faltar el aire, mi cabeza empezó a dar vueltas, respiré con profundidad, buscando  la vida que se me escapaba y aquel aire, además de llenar mis pulmones, me dio una salida… Miré de inmediato a mi derecha, el frasco estaba ahí… No pensé en cómo llegar, ni en peligro a que me arriesgaba, aquella era la última oportunidad y no debía tener miedo… Corrí, sólo eran siete pasos que me separaban de aquel envase y me pareció un trayecto infinito; quedé a un metro de la cama, saqué el corcho y con desesperación tiré el líquido hacía aquel ser, no dejó de sonreír, experimenté el miedo de la muerte, ya no tenía nada más que hacer, ahora todo estaba en manos de Dios, ni pude cerrar los ojos, no quería que mi asesino notara mi terror; mantuve su mirada clavada en la mía y que hermosos ojos azules, por unos segundos pensé que eran trocitos de cielo… Y de pronto un grito de dolor, voz de hombre, el cuerpo de mi prima se dobló, cubriéndose el rostro con las manos… Vi como salí humo de su cabeza, se desplomó al piso: no me moví, simplemente la miré por unos minutos, dos o tres…El grito llamándome me sacó de aquel trance:

         -¿María?

         Respondí con la mirada, era papá y mamá tras él…Sonreí de alegría al verlos vivos, pero sus rostros no demostraron dicha:

         -¿Qué le hiciste a tu prima?

         -¡Nada!

         Cuando atiné a responder, ya papá ponía a la primita en la cama.

         -¡Por Dios hija! ¿Qué le echaste en la cara?

         -¡Solo fue agua bendita!

         -¿A agua bendita y le quemaste el rostro de esa manera?

         Papá enfurecido, arrebató la botella de mi mano y la olió, cuando comprendió que decía la verdad, no dijo nada, miró a mamá, diciendo:

         -Busca algo para curarla. ¿Cómo voy explicarle esto a mi hermano?

         -¡Lo que debes es decirle que venga por su hija! ¡Desde que esa muchacha llegó, han estado pasando cosas raras!

         -¡No digas burradas mujer! ¡Lo único “RARO” aquí es la envidia de María que no puede compartir nada…! ¿O no te has dado cuenta con el odio que mira a su prima?

         -¡Yo no…!

         -¡Mejor cállate y sal de aquí! ¡Ya contigo ajustaré cuentas más tarde!

         Al llegar a fuera, ya me dolía el cuerpo, solo de pensar en la paliza que llevaría, sería la segunda por culpa de la primita y ella de “niña buena”. Nunca he tenido alma de mártir y aquello de estar llevando golpes por los pecados de otros, no entraba en mis planes. Tenía que deshacerme de la fulana prima, sacarla de mi casa y aquello únicamente lo podía hacer mi tío. Decidí ir a su casa y “contarle lo mucho que estorbaba su hija”, aquel día no podía ser… Ya era tarde, ya la noche se aproximaba y yo, retardando el castigo, pensé que papá estaría más calmado a mi regreso, pero, el no saber dónde me había metido tantas horas, lo alteró más…La sangre vertió de mi espalda y el sabor salino de las lágrimas que llegaban a mi boca, fue alimentando mi odio.

         Pasaron varios días, en los que evité mirarle la cara  a la prima, en gran parte con miedo a cómo reaccionaría en su presencia, las ganas de torcerle el pescuezo aumentaban a cada dolor que sentía en las heridas de mi espalda, por el roce de la blusa. Con el paso del tiempo iba ganando terreno, me desplazaba con facilidad, ya no era tomada en cuenta para nada… Papá continuaba mirándome con crueldad, mamá se desvivía para cuidar a la visita y yo… “Un cero a la izquierda” Y aunque quisiera olvidarme de todo, no podía, cada vez que salía de casa, solo por un momento, mi mente se quedaba allá, con el miedo de lo que pudiera suceder. La idea de ir en busca de mi tío y decirle que viniera por su “hijita”, la tuve que descartar, cuando en una conversación entre mis padre, escuché que había salido del país, por motivos de salud y un terrible presentimiento me estremeció la cervical… ¿Y si había huido, dejando aquella pesadilla a nuestro cuidado? Tal vez él sabía lo que su hija hacía y escapó… Ahora más que nunca tenía que librarme de aquel peligro. ¿Cómo? Estaba sola, necesitaba ayuda, pero, ¿Quién?... Mis padres estaban anulados, para ellos yo era peligrosa y quería hacerle daño a mi prima. Apenas cerraba ojo en la noche en espera que sucediera algo… Pasaron los días y todo en calma, ya no aguantaba la cabeza, me quedaba dormida de pie.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.