Pasé la mañana en cama, convencida de que, si me levantaba, la noche anterior sería una realidad y no sólo un sueño borroso y de dudosa veracidad ocurrido entre ciclos de sueño. Pero el cuchillo estaba allí, en la funda de mi almohada, así como lo había estado la sangre en el edredón antes de que Selma se lo llevara dudando sobre la historia que le había contado, en la cual mi último periodo me había tomado por sorpresa y mi cama había terminado pagando las consecuencias.
Después de traerme el almuerzo, Selma se fue a pasar la tarde con las costureras, quienes ya estaban trabajando duro en mi vestido de novia, y otros trajes para las diferentes ceremonias a las que tendría que asistir. No tenía hambre, así que me pasé alrededor de una hora jugando con el trozo de tarta de verduras con crema de limón mientras Lily tomaba de mi sopa y comía el pan con mantequilla de maíz que me habían traído.
—Ya lo decidí —dije dejando caer el tenedor sobre el plato—. Aceptaré su oferta.
Lily me lanzó una mirada como esperando a que le diera más detalles, pero como no lo hice, tuvo que preguntar.
—¿Señorita? —dijo con tacto.
—¿Puedes guardar un secreto?
—Siempre guardo sus secretos, señorita —respondió ofendida. Estaba siendo injusta y lo sabía, no tenía ninguna prueba de que Lily alguna vez hubiera contado mis secretos, pero necesitaba asegurarme.
—Podría morir si alguien se entera, Lily —dije medio esperando que eso sirviera de disculpa.
—Lo entiendo, señorita, y prometo no decir nada a nadie. Pero si es un secreto tan grande,
¿está segura de que puede contarlo?
—Necesito sacármelo de adentro —rogué, sabía que era una pésima idea, pero ¿cómo podía quedarme con eso ahí en el pecho? Además, si de verdad quería pasar tiempo aprendiendo a usar el cuchillo, iba a necesitar que Lily cubriera por mí.
—Pues dígame —dijo Lily sosteniendo mi mano—. Si puedo ayudarla en algo, lo haré.
—No sabes cuánto me alegra que digas eso.
Le conté todo, como esta chica había entrado esa primera noche, la forma en la que me había amenazado con el cuchillo, el regalo que me había dejado bajo la almohada, su intento de escapada, mi intento de apuñalarla, su mano chorreando sangre, su oferta de entrenamiento, absolutamente todo. Fue extraño, pero no me sentí mejor luego de hablar con Lily, con mucho una especie de culpa por no haberla ayudado a detener el sangrado, y por ni siquiera haber preguntado su nombre.
—Debe pedir que refuercen las medidas de seguridad, señorita—fue lo único que Lily dijo luego de contarle la historia.
—Espera, ¿en serio es eso todo lo que vas a decirme? —pregunté, incrédula. Lily suspiró.
—Mi intención era alarmarla lo menos posible —explicó—. Pero la verdad es que es un asunto muy serio, no me explico cómo pudo llegar hasta aquí, y me preocupo por su seguridad. La muchacha que describió suena inestable, y no sólo eso, sino también peligrosa. No pretendo ser irrespetuosa, pero creo que no es una buena idea que acepte su oferta. Es más, debería procurar sacarla del palacio cuanto antes.
—Lo sé… —murmuré, y luego, presa de una extraña emoción que había estado reprimiendo, añadí—. ¿Pero no crees que es extraño? Ya sabes, con toda la seguridad que tenemos, y
¡aquella chica llegó aquí por casualidad! No puedo evitar pensar que quizás es una especie de… de señal, o algo así. ¿Te parece que es tonto?
—Por supuesto que las circunstancias son sorprendentes —dijo—, y personalmente creo que la casualidad y el azar han tenido mucho que ver, pero debo advertirle, señorita, no importa lo mucho que pueda emocionarla todo el asunto, el fondo del problema es que han vulnerado su seguridad, y eso es algo que debe remediarse inmediatamente.
Asentí, tenía razón. No importaba si era la Estrella o un simple choque de eventos, era un asunto peligroso, y debía tomármelo con seriedad. ¿A dónde se había ido todo ese miedo que venía sintiendo hasta hace unos minutos atrás?
—Debiste ver la forma en la que manejaba el cuchillo… —se me escapó. Quería dar el tema por zanjado, pero era difícil hacerlo cuando era lo más aterrador y a la vez emocionante que me había pasado en la vida.
—No es raro que gente proveniente del pueblo sepa utilizar un cuchillo —dijo Lily, cansada ya del asunto.
—¿Por qué? —pregunté—, ¿por qué deberían saber usarlos? Lily se removió incómoda.
—Digamos que la vida puede ser un poco complicada para la gente fuera del muro real — dijo, y rápidamente continuó con la otra conversación—. Como dije, no es raro que pueda manejar un cuchillo, no es nada excepcional. Por lo demás, el miedo hace que las personas hagan cosas de las que no son capaces en circunstancias normales, estoy segura que sus habilidades no eran tan sorprendentes como pudieron parecerlo en ese momento.
—No parecía asustada en lo absoluto. Te lo digo, Lily, la frialdad en sus ojos era terrorífica
—lo que era terrorífico era lo mucho que eso parecía emocionarme. Esperaba que a los ojos de Lily mi interés no resultara tan obvio, porque una parte de mi estaba genuinamente avergonzada.
—Lo único que me preocupa —dijo Lily ignorando mi entusiasmo—, es que usted me haya comentado el incidente con el Príncipe Hiro y yo lo haya desestimado… por favor sepa disculparme, nunca pensé… no creí que nadie fuera capaz de hacerle algo así, señorita.