Cuervo de Cuarzo

XXXI: Los que rondan de madrugada [Elián]

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La misión ha comenzado.

Es necesario que en las próximas dos semanas generes control extracorpóreo del fuego.

Debes poder causar un incendio de forma remota y a larga distancia.

Espera instrucciones.

 

Lo había leído tantas veces que ya me había aprendido las palabras de memoria. El problema no era sólo el contenido, sino el dónde y cuándo lo había encontrado. Esa misma mañana nos habían formado en una fila para entregarnos nuestro uniforme oficial de cadetes, y allí en el bolsillo de mi camisa perfectamente planchada, estaba el papel disminuido al máximo, para que lo encontrara mientras estaba cambiándome. A solas, y lejos de Bo.

Tampoco se me escapaba que el Cuervo tuviera acceso a los uniformes, ni que tenían conocimiento de las actividades de la guardia. Definitivamente nos estaban observando, y a

juzgar por los últimos hechos, quizás no eran los únicos. ¿Nos habrían visto en la laguna la noche anterior? Y si no, ¿nos habrían captado las cámaras en las cabezas de los kappa? Y si así había sido, ¿por qué todavía no nos pasaba nada?

Por fin comprendí la ansiedad de Bo: parecía que estaban pasando muchas cosas a nuestras espaldas, y la sensación no me gustaba para nada.

Habíamos acordado la noche anterior que Lily buscaría información sobre los huesos y la estatuilla en la biblioteca mientras la princesa estudiaba. El problema era que no sabía por donde empezar a buscar, y que por ningún motivo debía levantar sospechas. Ella nos aseguró que la señorita la autorizaría a leer sobre Chiasa sin hacer preguntas ni sospechar segundas intenciones tras su petición, y aunque era nuestra apuesta más segura, con Bo decidimos que distraer a la princesa mientras Lily escaneaba las páginas de los libros sería lo mejor; no queríamos arriesgarnos a un desliz, y era mejor que se le escaparan los detalles del asunto exacto en el que Lily estaba interesada. Aunque en parte había sido su idea, Bo no parecía contenta de tener que ser ella precisamente quien tuviera que distraer a Viana. No podía culparla, suponía que yo tampoco estaría contento al saber que la persona que me gusta se casaría con otro, y Bo podía ser una maestra del engaño, pero bien dicen que los ojos son los espejos del alma, y para su mala suerte, en su caso era literal. Hubiera querido consolarla, pero se había dormido tan pronto habíamos llegado a nuestra habitación, todavía borracha y con un fuerte dolor de cabeza, además, no creía que tuviera ganas de que le recordara lo tonto que había sido gustar de alguien tan fuera de su alcance y que además probablemente estaba comprometida desde el día en el que había nacido. Por lo demás, teníamos asuntos más importantes de los que preocuparnos.

Con Bo herida y pasando todo su tiempo con la princesa, había estado usando mis horas de almuerzo para darme una vuelta por los establos y asegurarme de que los unicornios estiraran las piernas. Bo se había ganado su confianza rápidamente, y se las arreglaba para quitarles las cadenas unas horas cada día para que al menos pudieran dar vueltas por la caballeriza. Por la tarde, y si no había moros en la costa, los sacaba de a uno a dar una vuelta mientras yo montaba guardia después de entrenar, no era mucho, pero era todo lo que podíamos hacer, y se veía que las criaturas lo agradecían. El Qi-Lin del rey era otra historia, a Bo le había costado semanas que la dejara acercarse lo suficiente para quitarle los brazaletes de las

pezuñas, y unos días más para aflojarle el que llevaba al cuello. Aún cuando ya se había acostumbrado, no se dejaba acariciar y cualquier ruido inesperado lo ponía en guardia y muy agresivo, así que no me había atrevido a nada más que llevarle raciones extra de comida en ausencia de Bo, aunque cada vez me gruñía menos cuando me acercaba.

No se lo había comentado a ella, pero se había vuelto evidente que el Cuervo tenía conocimiento de la condición de las criaturas que vivían encerradas en el palacio y no parecía que fueran a tomar acciones en el asunto, y eso estaba poniéndome muy, muy furioso. Me sentía como agua calentada a fuego lento; al comienzo apenas había notado una molestia, todo habían sido dudas; ¿será qué…? ¿es posible qué…?, pero luego las dudas habían terminado por dar paso a la sospecha, y cada conjetura que hacía me irritaba más y más, hasta que en un momento, cuando hube terminado de atar cabos, llegué al punto de ebullición, y cada pensamiento que tenía sobre el Cuervo me hacía hervir más la sangre hasta dejarme exhausto de tanto buscar excusas y explicaciones.

Tampoco estaba seguro de querer hablar con Bo al respecto, primero porque sabía que si se lo decía estaría de acuerdo, y no estaba seguro de poder lidiar con eso todavía, y segundo, porque no creía poder hacerlo sin que fuéramos escuchados. No me sentía tan observado desde que mi padre estaba ayudándome a entrenar los sentidos, y me seguía día tras día entre las sombras hasta que fui capaz de descubrirlo cada una de las veces. No pude evitar una risa amarga, ¿quién diría que diez años después seguiría escondiéndome de la misma persona?

—¿Elián?

Pegué un salto del susto. Me había dejado llevar con mis pensamientos y bajado la guardia como un novato, si hubiera sido otra persona la que estaba en el umbral de la puerta me habría metido en serios problemas.

—¡Hola! —saludé a Lily con entusiasmo—, ¿qué estás haciendo aquí?



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En el texto hay: fantasia, lgbt, fantasia juvenil

Editado: 25.05.2023

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