Debemos tener en cuenta que nuestros mayores miedos provienen de nuestra propia mente; incluso desde pequeños tenemos temores imaginarios dentro de las pesadillas, todos las tenemos aun cuando no entendamos el concepto de temor.
El palpitar del corazón, el temblor de nuestras manos, el sudor frío, un nudo en el estómago... el miedo.
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Mi edad actual no importa. ¿Mi nombre? Tampoco, pero la historia que viví cuando no lo entendía es la quiero preservar... tenía tan pocos años que ahora me son absurdos.
Mí adorada familia no se enteraba de nada, y seguramente nunca lo hará, si algún día llegasen a leer esto es seguro lo que pensarán: una triste historia de fantasía. No es parte de mis actuales preocupaciones de todas maneras.
La casa que compartíamos era un hermoso patrimonio que nos vio crecer por generaciones; se encontraba a apenas tres kilómetros del mejor elemento de la naturaleza, el mar. Este se podía ver desde cualquier habitación de la casa pues, era una construcción elevada. Una ceremonia familiar que recuerdo era ver el amanecer y atardecer cada día.
Pero con esa rutina había más cosas que me sucedían una y otra vez. Solo sé que desde ese día, podía sentirlo cada vez más cerca.
La primera vez, tenía ocho años, pasó un año y otra vez.
De ese día, sucedió cada mes. Y ese último año, cada semana. Luego de ese año cada semana no fue suficiente. Sucedía a diario. Sucedía y aparecieron cada vez más. Ya no podía soportarlo, se mantuvo estable por dos años completos. Si, hasta que tuve quince... no pude soportarlo más y...
No se preocupen, les contaré lo primero que vi. Sucedió en mi cumpleaños número ocho. Había ido a la cocina en busca de vasos, y ahí los vi, en la cerca que rodeaba la casa, me miraban fijamente; era un grupo de alrededor de diez cuervos. Pude sentir como el mundo que me rodeaba había cambiado, no sabía en qué, pero así era. Esos pájaros estaban por todos lados; regresé a la realidad unos segundos después. No fue tanto como para notar que jamás se detendría.
A los nueve era como estar dentro de un sueño despierta, con esos caprichosos cuervos observando por alrededor de 18 segundos, detrás de sus presencias se encontraba un enorme edificio a lo lejos. Reaccioné con emoción, me creía una especie de vidente, por eso no hablé con nadie sobre el asunto, algo dentro de mí me decía que estaba mal y el temor de ser descubierta me hizo distante.
Cuando cumplí diez eran más, unos veinte pájaros alrededor de nuestra casa. Desde lejos me miraban fijamente cada fin de mes, y ¡las visiones duraban ya una hora! Siempre con aquel extraño edificio de fondo.
Podía ver todo a mí alrededor con claridad durante sus apariciones, me di cuenta de que la visión ocupaba todo lo que me rodeaba. Dentro de este estado podía ver cosas que cuando regresaba a la realidad sucedían inmediatamente. Problemas del momento.
Con once años, el inicio de semana era toda una revelación para mí. Durante mis horas de sueño más de treinta cuervos me envolvían entre sus enormes alas elevándome hasta el cielo. Para luego alejarse bruscamente de mí, dejándome caer. En el camino seguía viendo la silueta del edificio e incluso algunos momentos de la semana. Era un poco aterrador no poder evitarlo.
Al cumplir doce años mis sueños sucedieron cada día. Podía ver lo que quisiera, junto a más de cuarenta cuervos. Poco a poco, creí dominarlo y recordar los sueños a la mañana siguiente. Llegaba a investigar lo que quisiera en mi ciudad e incluso al otro lado del mundo, todo a excepción de aquel demandante edificio, ya que en cuanto ponía un pie en su encuentro... despertaba. Me volví amante de mis sueños, despreciando mi vida normal. Permanecía pensando en ellos incluso despierta. Me preguntaba cuándo cumpliera doce años ¿qué cambiaría?; como había notado desde hacía unos años, todo iba en aumento, los días, el tiempo, los cuervos, aquella edificación.... ¿Qué pasaría este año?
Al despertar la mañana de mis trece, mi sorpresa no fue poca. ¿Así que esto era lo que pasaría?, un cuervo me miraba desde el borde de la cama, me levanté y traté de ignorarlo para ir al cuarto de baño donde mi hermana se alistaba. Allí había otros 3 cuervos igual de observadores en diferentes puntos del cuarto; era obvio que mi hermana no les veía, pues no mencionó nada.
Durante el camino a la escuela, tuve varias visiones y por todos lados había cuervos. Me había acostumbrado a sus inteligentes ojos e inmóviles presencias, pero me fue difícil mantenerme inflexible ante la mirada seria del cuervo que tenía justo en frente del asiento del autobús. En mis clases fue lo mismo, todo era realidad con un toque de futuro y presente alterno, no me abrumaba pero si me sentía atareada, tenía que pensar en varias cosas al mismo tiempo, recordar las visiones, estar en la realidad, pensar en que investigar, sonreír... aparentar ser normal.
Gracias a las visiones había obtenido las mejores calificaciones de la escuela, sabía cosas que para mi edad no era normal saber, sin embargo también era consciente que no debía levantar intrigas.
Esperé con aún más ansias mis catorce años, pero fue en vano... no hubo ningún cambio notorio de ningún tipo, sólo aquel inalcanzable y llamativo edificio a la distancia, que pareció acercarse más. Fue desilusionante pero me sentía capaz de soportar este misterioso poder.
Con el tiempo me formulé una pregunta: ¿Por qué podía ver todas estas cosas y los demás no?, también había considerado contarlo a alguien pero ¿a quién? Y ¿con qué palabras?
Sabía que mis padres no me creerían en lo absoluto, eran tan conservadores que se negarían a que su hija tuviera tales capacidades, mis demás familiares se reirían y otros quizá recomendarían encerrarme en un manicomio como una psicópata.
No me causaba gracia estar toda mi vida así, pero soporté siete años con esto sola [y estoy completamente segura de haber podido hacerlo por muchísimo más tiempo]. En mis cumpleaños ningún suceso era tan esperado por mí que el saber lo nuevo en las visiones.
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Editado: 11.08.2020