Cuestión de amor

CAPITULO 1:

—Janeth… Te agradecería que prestaras más atención a mi clase, si de nuevo vuelves a reprobar la materia te aseguro que un examen de regularización no hará ninguna diferencia. — Decía el profesor de química con aquel libro que sostenía abierto entre sus manos mientras observaba a Janeth, el anterior se había jubilado por lo que Dylan entró a la cabeza, leyendo el avance y un reporte detallado de cada uno de los alumnos en su salón, al menos de su materia.

—Le aseguro que… aunque me ponga preguntas que no haya visto lo contestaré sin ningún problema. — dijo Janeth volteando a ver a sus compañeros cruzando una pierna arriba de la otra. Tal vez parecería coqueteo, pero era todo lo contrario, Janeth nunca ha coqueteado con nadie, esa aura especial que ella tenía salía por si sola, sin necesidad de forzarla.

—Eso espero, aunque ahora necesito que presté toda la atención posible porque, aunque sea una dotada es indispensable que ponga atención a mi clase. — Con cara fastidiada le dedicó al profesor un sonido irritante y sacó su libro de texto, ese que tuvo que haber sacado hace aproximadamente hora y media.
Tomó un bolígrafo color morado y comenzó a escribir en una libreta un poco vieja pero con la mayoría de las hojas intactas, cuando Dylan se dio cuenta de que esa libreta no era de su materia solo le regaló una mirada rápida y regresó su vista al pizarrón.

—Profe… ¿Me ayuda? — Dylan se encontraba con las manos en los bolsillos mientras caminaba hacia la butaca de la chica en dónde supuestamente el botón de su blusa se desabrochó por si solo, en pocas palabras… “el botón aguantó lo más que pudo” aunque lo anterior era falso.

—Está muy fácil. — dijo su compañero de alado, pero ella solamente lo mandó a callar regresando la vista al profesor.

—¿Qué parte es la que no entiendes? — la chica que respondía por Samantha no pensó llegar tan lejos y no supo responder cuál era su problema, así que respondió que a todo dando una sonrisa nerviosa.

—¡Yo te explico Sam! — decía el mismo chico.

—Te explicaría, pero es algo muy sencillo y fácil de entender sin mencionar que sí sabes la respuesta, así que mejor que te ayude Adrián.
¡Hey, Adrián! Te la encargo, ayúdale lo mejor que puedas. — regresó al pizarrón y apuntó un nuevo proyecto en dónde se haría en parejas, bueno… para ser más precisos era el primer proyecto con el profesor Dylan.

—Janeth te toca con Óscar.

—Profe…— Timbraron para el cambio de clase y todos salieron a excepción de Janeth que se quedó en el mismo lugar sin hacer nada, el profesor solamente se limitaba a borrar el pizarrón y aunque ya la había visto solo esperaba a que ella fuera la primera en hablar y como no sucedió él habló primero.

—¡Janeth! Ya tuviste que haber salido, ¿Por qué sigues aquí?

—¿Puedo hacerlo sola?

—¿Sola? No, lo siento pero los grupos ya existen.

—Pero el anterior profesor siempre me dejaba…

—El anterior, ¡Yo no!

—Profe…

—Janeth, no descuides el resto de tus clases así que asiste a ellas, tengo que preparar mi siguiente clase.

—Por favor, nunca me ha gustado trabajar en equipo.

—¿Por qué? Eso es algo que enseñan en la primaria y si no aprendió, su primaria o al menos el primer año fue una completa pérdida de dinero

—Solo está vez, si me ayuda…— Dylan tenía su vista en unos papeles y solo se limitaba a escucharla prestándole la mínima atención posible contestando a todas sus preguntas de una manera seca y tajante.

—¡He dicho que no! Pero si no haces este proyecto te recomiendo que no te vuelvas a aparecer en mi clase.

—Profe…

—Este proyecto solo contaría con un treinta porciento pero cambié de opinión. Gracias a usted esté proyecto constará del sesenta porciento.— Janeth estaba tan sorprendida que podría golpearlo, ella no se había ido por qué tenía la intención de hacer el proyecto sola y aunque no lo hiciera sabía que valía treinta porciento, ella era capaz de hacer todos los trabajos en una noche, de memorizar todas las posibles respuestas para el examen, pero su mundo cambió radicalmente cuando el treinta se volvió a sesenta. Ella era capaz de aceptar un cinco, de reprobar… pero que el cinco cambiara a tres era algo que no soportaba, ¡Sí! De cualquier forma reprobaría pero nunca con un tres.

—¿Por qué me hace esto? ¡Actúa así por qué no le presto atención! Esto es anti ético.

—Esto es lo único que te voy a decir, o haces el proyecto o no lo haces.— Esté es el momento en dónde el ángel se transforma en demonio por culpa de un pobre hombre que tentó su suerte. Algo era evidente, al menos para Janeth y era que el profesor Dylan no la toleraba y haría lo que fuera para hacer de su clase el mismo infierno.

—¡Eres una persona bastante infantil! Mira que utilizar tu poder para hacer sufrir a un alumno es deplorable.
—¿Infantil?

No señorita, al parecer no entiendes el concepto “de infantil” pero si me quieres catalogar así… ¡Adelante!— se veía tan enojada que hizo una rabieta en plena estancia que tiró todas sus cosas, al salir también lo hizo Dylan, entrando su nuevo sector de estudiantes.
Una chica observó el desorden tomando todas las pertenencias que estaban en el suelo, para colocarlas a un lado del mobiliario de Dylan.
—Profesor, le puse eso en su escritorio.— le comentó su estudiante a él, en cuanto puso un pie dentro del plantel.
—Ok, empecemos la clase.— Aunque pareciera concentrado solo pensaba en todo lo que le había dicho Janeth y llegó a pensar que tenía razón, que solo se estaba desquitando de ella de una manera tan abrupta.
Obtuvo cinco clases más y en ninguna pudo ser capaz de despejar su mente, ¿En verdad había hecho todo eso solo por verla frustrada? ¿Era capaz de jugar ese juego con tal de verla arrodillada ante él? Cuando terminó su última clase deslizó su vista a las pertenencias de Janeth, tomó su cartera y la abrió… Ante los ojos de cualquiera estaría mal y efectivamente así era, pero ese pensamiento que también pasó por el de Dylan no lo hizo cambiar de parecer.
La estuvo revisando y solo encontró cinco billetes; dos de doscientos, dos de cincuenta y el último de veinte, también tenía unas cuantas monedas y unas llaves junto con su celular, cerró y guardó todas sus pertenencias adentrando las en su bolsa. Caminó hasta llegar a su auto y observó a Janeth con un chavo que tal vez sería su novio, estaba a punto de entregarle sus cosas pero desistió por no ser capaz de darse cuenta y decidió a esperar a que tuviera un poco de noción sobre sus cosas.
Condujo por un rato llegando a su casa en la que lo estaban esperando sus dos amigos, una se trataba de una mujer y el otro un hombre. Su vida no es diferente a la de una persona normal, tiene problemas, toma, tiene sexo y cualquier otra cosa que entre en lo cotidiano y normal para cualquier ser humano.
—¡Oye! ¿Cómo están tus alumnas, No tienes ganas de cogerte alguna?
—¡Deja de decir estupideces!
—Vamos, no hay mucha diferencia.— No había mucha diferencia, tal vez para su amigo que salía con niñas de 17 años teniendo 30, pero para Dylan era lo contrario.
Dylan tenía 29 años y el nunca tendría algo con una niña de 23, para él eso significaba… una niña con las hormonas alteradas.
—Deja de decir tonterías, “mucha diferencia” son seis años y soy un profesor no un estudiante.
—Tú y tú moralidad, yo me revuelco con las hijas de mis pacientes… ¿Por qué no haces lo mismo? Tal vez y eso sería capaz de cambiar tu estado de ánimo.
—¡Qué forma tan vulgar para hablar!
—¡Vamos! Ya voy a cumplir 31 y deseo que tengas novia o al menos un revolcón, ¿Hace cuantos años no te puedes sacar a…?
—¡Ya cállate!— Recordar era lo que menos quería, aquella mujer que no solo lo utilizó sino que también lo avergonzó delante de todos, actualmente casi o todos conocían la historia de la humillación del año.
En un mundo en dónde utilizan a las mujeres… ocurrió lo contrario, lo utilizaron y sacaron todo el provecho que quisieron, para después dejarlo solo, pero no como cuando empezó. Por qué al menos en ese entonces no la conocía y eso lo dejó en un profundo dolor que poco a poco ha ido cerrando o tal vez solo esté tapando el sol con un dedo.
—No quieres que ni la mencione, ¿Por qué no la superas?
—¿Superar? No estamos hablando de un nuevo nivel de juego.
—Esta bien, lo entiendo profesor ético.
—Si estás utilizando tu sarcasmo te recomiendo que no lo hagas, no por nada eres mi amigo desde la secundaria, deberías estar al tanto de lo que me enoja.— Llegó su amiga y tomó un poco de cerveza, todos son amigos desde la secundaria y conocen perfectamente sus debilidades.
Después de beber toda la noche y que a Dylan no le importará ir a su clase con resaca se durmieron, en cuanto miró a su amigo tirado supo que el juego había terminado. Eran alrededor de las tres de la mañana y se despertó a las seis para estar en el plantel a las siete y media recibiendo su primera clase a las siete cuarenta y cinco.
—¡Chicos!— entro gritando aventando sus pertenencias al escritorio y arrepintiéndose de su grito, el dolor de cabeza era más insoportable.
—¿Cómo van con sus proyectos?— miró a sus alumnos y se percató de que faltaba uno, aquella chica que solo se fastidiaba de verlo, y él cansado de siempre decirle lo mismo, aquella chica que se reía cuando lograba hacerlo enojar… aquella chica que hacía de todo para ponerlo de mal humor.
—¡Les aclaro que el proyecto ya no constará del treinta porciento, ahora será del sesenta. Lo que quiere decir que es una ventaja para todos aquellos que en dicho parcial no hicieron nada, deberían de estar agradecidos por darles una ayuda, pero esta ocasión no se va a repetir.— ¿Odiarla? ¿En verdad Dylan la odiaba? O solo quería que se diera cuenta de lo que podría ser capaz. Tal vez quería que saliera de esa vida relajante y lograr lo que hasta ahora no había podido, Dylan no podía odiarla ni hoy, ni en el futuro que se considera como incierto.
—¿Saben algo de Janeth?— pero nadie dio una respuesta que lo satisfaciera así que no preguntó más del tema, aunque eso no quitaba su preocupación, ¡Sí! Estaba enojada pero eso nunca antes fue motivo para dejar de asistir, pero lo había hecho así que ese nunca se convirtió en la primera de las muchas.
Al terminar sus tres clases se dirigió a su auto y observó las pertenencias de Janeth que no se tomó la molestia de guardarlas, observó su celular y le entró una llamada de un número que no era registrado así que solo desistió. ¡Cinco llamadas! Cinco llamadas estaban registradas en los últimos dos minutos y entonces contestó al siguiente.
—¡A ver pedazo de idiota! Devuelve mi maldito celular.— esa voz y esa autoridad junto con enojo, lo hizo reír y pareciera que con solo escucharla por un momento su día cambiaba. La dejó esperando que en su cabeza se imaginara mil historias.
—¿Te ríes? ¡Eres un imbécil! Te digo que me devuelvas mi celular.— se aclaró un poco la garganta y le contestó ansioso esperando su respuesta, en este momento Dylan daría todo por verle la cara, seguro que le frunciría el ceño.
—¿Le dices imbécil a tu profesor?
—Usted… ¿Qué hace con mi celular?
—¿Qué hago? Deberías saber la respuesta, todo por tu rabieta de ayer tiraste todas tus pertenencias y ni siquiera lo recuerdas… y por si fuera poco me haces ver cómo un imbécil e idiota, ¡Vamos Janeth!
—¿Por qué contestó mis llamadas? ¿En dónde está? Quiero recoger mis cosas. después de darle la dirección colgó y condujo hasta su departamento para llegar antes que ella, le había mentido… y aunque no sabía por qué, continuó… le había dicho que estaba en su departamento así que fue allá. Antes de llegar pasó a una sucursal y decidió comprar algunos comestibles, una lechuga, cerveza, unos cigarros, un refresco de lima-limón, un poco de pan y otros productos más, si no lo hacía probablemente estaría comiéndose un mueble o una planta, tenía exactamente una semana que su nevera estaba vacía y solo estaba al día.
Entró con la intención de cambiarse, dejó las compras en una barra y subió a su habitación buscando ropa casual, sabía que estaba en su casa y aunque la mayoría de las veces prefería estar presentable, en esta ocasión decidió ponerse otro tipo de ropa.
—¿Quién?— esperó dos horas por qué ese timbre tocara y bajó lo mas rápido, aunque sabía de quien se trataba le preguntó, Estaba tan ansioso y entusiasmado de verla, para él ese día que no la vio sentada en su butaca fue la diferencia aunque lo tapara con un “A su clase no puede faltar”
—¡Soy Janeth!— abrió la puerta y lo primero que apreció fue su ropa, por primera vez la vio utilizando una prenda que no era su uniforme, ¡Se veía hermosa! Con cualquiera de las dos prendas se veía perfecta. Janeth traía un vestido que no era para nada extravagante pero le hacía mucha énfasis en su feminidad sin mencionar su fragancia, esa fragancia que rodeados de mas personas no se distinguía pero cuando era de solo ellos dos, hacía diferencia…
—¿Puedo pasar?— Dylan estaba tan centrado en aquella belleza que se le había olvidado adentrarla.
—¡Pasa!— la tomo del torso y ella le dio un beso en la mejilla, no era coqueteo, pero Janeth siempre ha saludado de esa forma, también pudo haberse olvidado que estaba enfrente de un profesor, por qué no parecía uno y su edad no era muy notable.
—¿Y mi celular?— le preguntó caminando a la sala.
—¡Janeth!
—¿Qué pasa?
—¿Vas hacer el proyecto?
—No, no lo voy hacer.
—¿Y por qué?
—Porque… quiero hacerlo sola y como no puedo, no lo haré.
—¿Por qué no lo intentas? Al menos deberías…— el timbre interrumpió a Dylan y cuando abrió se encontró a sus dos amigos que entraron por si solos percatándose de la inusual visita de Dylan.
—¿Dylan… hoy no vamos a festejar?— con lo mencionado se dio a entender que Janeth estorbaba y eso ella lo entendió perfectamente.
—¿Hoy?
—¡Hoy! ¡Hoy, claro que hoy! hoy es doce de enero, hace un buen rato que se largó y tenemos que festejar la fortuna de ya no tenerla por estos rumbos.— Janeth quería irse, ella sabía que era algo personal pero antes tenía que ir por su celular, era todo y después se iría.
—¿Tomas?— le preguntaba Marlene a Janeth.
—¡Hey, es una niña! ¿La van hacer beber?— preguntó Dylan.
—¡Cállate!
Si ella quiere… ¡Adelante! Tiene veinte años, no es una niña.
—Si tomo, pero solo un poco… me mareo con facilidad.
—¿Quieres tomar con nosotros?— Marlene corrió rápido a la cocina sin esperar su respuesta. tomó las dos botellas de vino, los dos six de cerveza que encontró en la barra y unas botanas sin olvidar la caja de cigarros.
—¿Marlene?
—Ven Dylan.— Tomó a Dylan del brazo y lo sentó a lado de Janeth, fue una coincidencia, pero de esas coincidencias en dónde harías lo que fuera para que se volviera a repetir. Cada vez que tomaban una cerveza o licor conversaban y aunque Janeth tomaba poca parte, se estaba divirtiendo… el que le contaran sobre la preparatoria de Dylan, como era… ¡Le divertía! Incluso, si se lo proponía podría chantajearlo en alguna ocasión.
—Dylan, ve por más cerveza.
—¿Yo?
—¡Claro! Ya no tenemos, ¿Qué esperabas? ¿Qué fuéramos nosotros?
—¿En verdad quieren seguir tomando?— decía un poco aburrido y continuó.
—… Mejor vallan a su casa, les pediré un taxi.
—Pero… pero, Dylan…— tomó el teléfono y marcó a un taxi, si decidieran tomar más… muy probablemente no se irían. En cuanto llegó el auto los adentró y se fueron, poco después se desató una tormenta aún cuando estaba afuera de su casa y corrió hacia adentro buscando a Janeth.
—¡Janeth!
—¡Me das mi celular! Me tengo que ir.— “se emborracha con facilidad” eso fue lo que dijo, pero estaba demostrando todo lo contrario.
—¡Está lloviendo! Aún si te llevara en mi auto, sería un desafío llegar.
—Hay que esperar a que baje la lluvia.— continuó hablando y tomaron asiento uno alado del otro, esperando a que se calmara, pero era todo lo contrario… cada vez era más intensa y parecía que no tenía fin.
—¿Fumas?— preguntó Janeth, porque en ningún momento ninguno de sus amigos había tocado uno.
—No, los compro para Héctor.
Son como unos parásitos así que no me queda de otra que tratarlos de la mejor manera.— en ese instante se escuchó un trueno y después un rayo que provocó un apagón a toda la ciudad o al menos a los alrededores.
—No te precipites, te voy a ayudar.— La tomó de la mano mientras la encaminaba, cuando de pronto se tropezó con una grieta, grieta que Dylan conocía bien, pero que se le había olvidado mencionar.
—¡Cuidado! ¿Estás bien?
—sí.
—Aquí hay unas escaleras… así que sube, yo te aviso cuando terminen.
—Ok.
—Vamos a mi habitación, ahí está mi celular y el tuyo.— desde el inicio hasta el punto en donde se encontraban, su mano estuvo todo el tiempo con la de él.
—¡Quédate aquí! Iré a buscar unas velas.— caminó hacia afuera de la habitación mientras dejaba a Janeth en su cama para ser exactos. De un momento a otro se pudo escuchar un grito y aún sin encontrar la vela solo se regresó a dónde estaba Janeth.
—¿Qué sucedió?
—¡Maldita sea! ¿Por qué no dices que tú departamento tiene defectos? Acabo de tener un accidente por tu culpa.— Janeth se encontraba sentada en el piso con una pierna flexionada porque aunque no podía ver el dolor era eminente, que lo único que podía hacer era frotarse y así disminuir un poco el dolor.
Dylan sonrió tan pronto como la vio, pensó que era algo grave pero solo se trataba de una caída tan común.
—¿Ríes? Eres un idiota, dame mi celular.— La lluvia seguía y no parecía parar ni por un minuto, cada vez era más y más fuerte, el viento era partícipe de todo.
En cuanto Janeth terminó de hablar Dylan se posicionó arriba de ella, Puso su mano en la pierna de Janeth Y la iba deslizando cada vez más, levantando aquél vestido que amó puesto en ella.
—¿Dylan?— ¡Dylan! No ocupó profesor o usted… había dicho Dylan y eso le alimentó su sed que tenía, la besó, al principio besó lento y despacio hasta que a ambos los dominó la pasión, esa pasión que ninguno pensó tener. Janeth se levantó para poder quitarle la playera que tenía y aunque a Dylan no le gustaba a Janeth le había encantado, la aventó a su derecha tocando desde el pecho hasta su abdomen, nunca imaginó que Dylan tuviera un cuerpo excelente o… tal vez sí, solo que nunca pensó que sería capaz de tocarlo alguna vez… Dylan de nuevo la recostó besando su cuello que si mal no recordaba una vez la vio con una marca, era lógico que se trataba de su novio… solo que por esta noche decidió olvidar la escena, la tomaba de la cintura y ella ponía sus manos alrededor de su cuello, mientras sus piernas las tenía atadas a él, parecía que lo único que quería era estar lo más cerca posible a él. La lluvia y el celular pasaron instantáneamente a segundo plano.
Con su mano derecha Dylan llegó al cierre del vestido y lo estaba bajando despacio sin dejar de besarla.
—¡Profesor!— Esa palabra tan simple, lo volvió a la realidad… “profesor” lo nombró de la misma forma, había una línea tan delgada que no la podía romper, ¡Era un profesor! Y un profesor jamás saldría con su alumna. ¿Por qué le había dicho profesor?



#5768 en Novela romántica

En el texto hay: prohibido, amor

Editado: 17.11.2024

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