Cuestión de Honor

CAPÍTULO 3

Cinco años más tarde……

- ¿Es que acaso te volviste loco, Clemente? ¡No! No lo permitiré. Tu padre y yo hemos velado por tu futuro toda tu vida y una simple pariente del Capellán, por mucho que éste rinda sus servicios en la Armada, no va a venir a truncar tu brillante porvenir. ¡Olvídalo!

Aurora, la madre de Clemente, estaba que hervía de rabia. Por años había tolerado el insensato romance de su hijo con aquella muchachita del demonio. Y lo había tolerado porque creía que ella era tan solo una más de las muchas conquistas que cargaba su retoño. Claro que debía reconocer que esta última había resultado ser mucho más duradera que el resto de las otras. Pero aun así, se había negado a darle mayor importancia. Sin embargo ahora…… ahora su hijo le comunicaba que tenía planes de comprometerse con esa…… esa…… trepadora, porque así la consideraba ella a Dominga. Estaba convencida de que ella solo buscaba ascender social y económicamente a expensas de su hijo. Y no es que Clemente no tuviera otra cosa que ofrecer además de su estatus social y militar, de hecho era un hombre magnífico a los ojos de cualquier mujer. Era apuesto, alto, fornido, educado, amable, divertido, cariñoso, respetuoso, con un grado académico sobresaliente y una posición dentro de la Marina envidiable por cualquiera. Si a eso le sumaba las conexiones familiares y las que provenían producto de la amistad con los Müller, entre otros, no había mujer que no estuviera absolutamente complacida con tener como esposo a alguien de tan alto rango como su adorado Clemente. Cualquiera que ella aprobara y ciertamente Dominga González no era una de ellas.

- No seas ridícula mamá. No veo por qué no puedo hacer mi vida con Dominga.

- Pero Clemente, necesitas a tu lado alguien con posición, con prestigio, no una “Don nadie” tan corriente como su apellido. Ella es... simplemente la sobrina del Capellán. – le dijo mortificada. - ¿Cómo pretendes ascender en la marina con alguien con conexiones tan…… insignificantes? – Aurora trataba de razonar con su hijo, que entendiera lo desastroso que sería una unión con ella.

- No puedo creer que me estés diciendo estas cosas cuando tú misma eras igual o más “corriente”, como dices tú, que Dominga. ¿O se te olvida que papá te conoció mientras tú eras una simple vendedora de una tienda departamental? Y tú sí que no tenías ningún pariente en la Marina. Al menos Dominga tiene a su tío, y su padre había sido Marino también antes de morir. – Clemente claramente se estaba empezando a ofuscar.

- Eso fue diferente. Cuando conocí a tu padre no sabía que era un hombre de recursos e importante dentro de la Marina y me enamoré de él. Su condición no tuvo nada que ver. – Mintió. - Pero no todas son como yo, hijo. A la gran mayoría lo único que les importa es aprovechar todo aquello que tu posición les pueda dar.

- Y lo único que a “MÍ” me importa es que yo amo a Dominga y ella a mí. Llevamos varios años juntos y ya es hora de formalizar lo nuestro. Lo he estado pensando por bastante tiempo y aunque aún no le he dicho nada, estoy convencido de que aceptará ser mi esposa.

- ¡Pero por supuesto que aceptará! Ella “ES” una de esas que lo único que está esperando es atraparte para que caigas en la trampa y te cases con ella. No sé cómo aún no te ha endilgado un crío a cuestas.

Clemente miró a su madre con rabia y desdén. La quería, pero sus palabras dolían como puñaladas. Si tan solo ella supiera….

- ¡Mamá! Dominga no es así. Con tus palabras no solo la insultas a ella sino que a mí también, o ¿acaso me crees tan poca cosa que piensas que la única forma de que alguien se fije en mí es por aquello que poseo? ¡Diablos! ¡Eres mi madre, dame un poco de crédito! No soy tan poca cosa.

- Clemente, no digas eso. Jamás pensaría eso de ti, hijo. Es porque te valoro demasiado que quiero que a tu lado esté alguien que realmente valga la pena. Una mujer que logre ver lo que yo veo en ti.

- ¿Y qué te hace pensar que Dominga no ve eso y más de lo que tu misma afirmas ver? ¿No piensas que ella está a mi lado porque de verdad me ama? Después de todo ha estado junto a mí por varios años sin recibir de mi parte ninguna propuesta de matrimonio. ¿Qué mujer sin amor de por medio y que buscara fortuna y posición, como dices tú, estaría dispuesta a esperar tanto tiempo sin tener algo seguro a lo que aferrarse?

Clemente estaba exhausto de tener que argumentar su decisión con su madre. Estaba tenso y enojado. Quería huir de aquella habitación, de su casa si fuese posible y no volver a hablar del tema con ella nunca más. Quería que aceptara su voluntad, que lo apoyara. Pero ella no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer.

Aurora por su parte no había terminado. Aún tenía cosas que decir.

- Eso es porque hasta el momento ha sido paciente y sabe que si sigue esperando logrará lo que desea. Quizás su perseverancia sea lo único que le admiro.

Hubo un minuto de silencio. Aurora caminó hasta el sillón de la sala y se sentó alisando un pliegue de su falda mientras Clemente se servía un trago para tratar de sentir algo un poco más amargo que aquella conversación que estaba teniendo con su madre.

- ¿Por qué no te tomas las cosas con más calma? No es necesario que apures nada. Si aquella muchachita……

- Dominga, mamá, Dominga.

- si……Dominga te ha esperado tanto tiempo, - prosiguió - qué más da que espere un poco más.




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