Cuestión de Honor

CAPÍTULO 8

El buque de pronto se llenó de gente y Esteban no sabía qué sucedía. Al menos no lo supo hasta que a la mañana siguiente se acercó hasta los ascensores para realizarles la mantención que tenía prevista para ese día.

Entonces, un mal presentimiento se apoderó de su cuerpo y algo le decía que no estaba preparado para saber lo que había sucedido.

A su alrededor pululaban murmuraciones que no hacían más que aumentar la presión que estaba sintiendo en su pecho.

“Es una desgracia”

“¿Pero cómo fue a pasar una cosa así?”

“¿No se suponía que debía estar en tierra?”

“¡Dios, no puedo creerlo!”

Con desesperación se abrió paso entre los miembros de la tripulación que estaba presente en el sector y con terror preguntó qué era lo que había pasado.

- El Sub Teniente Valladares fue encontrado en el fondo de la caja del ascensor. Se cree que al abrir las puertas no se dio cuenta de que éste no estaba y se precipitó al vacío. Y si bien no eran tantos metros, la caída fue fatal.

Esteban cayó al suelo y sus ojos se desorbitaron. No entendía nada. Había estado con Clemente hacía solo unas horas atrás y éste le había asegurado que se iría a casa. De hecho, cuando volvió al sector de los dormitorios no lo encontró allí, por lo que dedujo que había vuelto a su hogar.

Nunca pensó encontrarlo en ese lugar. Ni mucho menos en esas condiciones.

Clemente sabía que no podía entrometerse en el mantenimiento de los ascensores sin autorización, sin embargo, estaba seguro de que eso era exactamente lo que había hecho pese a que él se lo había prohibido.

Pero ¿qué sucedió realmente? ¿Qué pudo pasar para que Clemente se atreviera a desobedecer su orden? ¿O había algo más detrás de todo aquello?

Y como un vendaval, en su mente arrasó un pensamiento macabro. Retazos de la conversación que había tenido con Clemente el día anterior vinieron a él uno tras otro.

“Me quiero morir”……

“No concibo mi vida sin ella”……

“No valgo nada”……

“No habrá una próxima vez”……

Súbitamente el mundo tembló bajo sus pies. Un grito desgarrador se escapó de sus entrañas y lloró sin consuelo alguno por la muerte de su amigo.

¿Es que acaso Clemente decidió poner fin……

No. Eso no era posible. No Clemente. Estaba devastado por lo sucedido con Dominga, pero de ahí a quitarse la vida por ello le resultaba impensable. Lamentablemente, la verdad de lo ocurrido tardaría en esclarecerse.

- Sub Teniente Müller. – Oyó que su superior lo llamaba y recién en ese momento se dio cuenta de que estaba siendo sujetado por dos de sus camaradas para intentar colocarlo de pie tras la impresión después de la terrible noticia.

- Sí, Capitán. – dijo con toda la entereza que pudo reunir, aunque las lágrimas delataron el estado emocional que estaba atravesando.

- Acompáñeme a mi despacho.

Esteban lo siguió de cerca pero con el corazón partido en dos por tener que dejar atrás el cuerpo de su amigo que aún yacía en el fondo de aquella fría caja de metal. Una vez dentro, con un movimiento de mentón el Capitán le pidió que se sentara.

- Usted estaba a cargo de la mantención de los ascensores, ¿no es verdad?

- Así es, mi Capitán.

- ¿Y usted sabía que Valladares se encontraba en el buque?

Esteban no podía mentir. Su honor no se lo permitía y menos con algo tan delicado como la muerte de su amigo. Él más que nadie quería saber lo que había ocurrido realmente para que Clemente terminara muerto de esa forma tan trágica.

- Sí, mi Capitán.

- ¿Le dijo a usted por qué estaba aquí cuando se suponía que debía estar en tierra?

- El Sub Teniente Valladares tenía que hablar conmigo.

- ¿Y de qué, si se puede saber Müller? – le dijo el Capitán otorgándole con la omisión de su grado la confianza para abrirse con él.

- Permiso para negarme, mi Capitán. Era un asunto de carácter personal. – Esteban no quería hacer públicas las razones de la íntima conversación que había sostenido con su amigo ni mucho menos el estado emocional en el que se encontraba.

- Bien. – El Capitán se recostó en el respaldo de su asiento y colocó sus manos entrelazadas sobre su pecho, golpeando suavemente sus pulgares, uno contra el otro, esperando a que Esteban agregase algo más, sin embargo solo reinó el silencio. – Ahora le pregunto…… ¿qué cree usted que pasó?

¡Maldición! Lo que menos quería era hablar de lo que él pensaba, porque lo que él pensaba afectaría en gran medida la intachable trayectoria militar de Clemente, lo quisiera él o no. Optó entonces por develar parte de lo que habían hablado.

- El Sub Teniente Valladares se ofreció a ayudarme a realizar la mantención de los ascensores, pero yo le dije que eso no podía ser posible en vista de que era “MI” turno y él estaba de descanso. Supongo que de todos modos quiso darme una mano. – Dijo con pesar. Contar aquel episodio solo revelaba un acto de desobediencia efectuada por Clemente. Pero aquella mancha de desacato a una orden establecida era sin duda mucho mejor en su expediente que un suicidio premeditado. Al menos lo sería para la familia.




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