Cuestión de Honor

CAPÍTULO 10

- Dominga…….

Esteban suspiró profundamente sin saber por donde empezar a contarle la versión que Clemente le había confiado. Meditó bien, ordenó sus ideas y le contó detalle a detalle la versión que Aurora le había dado a Clemente, así como también la razón de que Clemente no haya respondido a sus llamadas.

La pobre Dominga, si ya tenía el corazón roto, con aquella nueva visión de los hechos, terminó por hacérsele polvo.

Lloró desconsoladamente sobre el hombro de Esteban. Se culpaba por haberle creído a Aurora y no haber confirmado con el mismo Clemente cómo sucedieron las cosas, y eso que Esteban omitió contarle que probablemente todo aquello contribuyó a su muerte. Haberlo hecho podría poner en peligro al bebé y por ningún motivo quería que eso sucediera.

- ¿Qué voy a hacer, Esteban? ¿Qué va a hacer de mí ahora? Probablemente cuando mi tío se entere, porque se va a enterar, me echará de su casa. ¿Y mi bebé? ¡¡Por qué tuvo que pasar esto!! – lloró con amargura.

Esteban no podía quedarse sin hacer nada. Dominga había sido la mujer que amó por muchos años y si su corazón no lo engañaba, seguía amándola como el primer día. Y el bebé…… ¡Rayos! El bebé probablemente sí era de su mejor amigo. No podía dejar que creciera bajo circunstancias hostiles y precarias, no si de él dependía y ¡por Dios que algo haría!

Era sin duda un deber hacia su amigo. Era algo que Clemente mismo hubiera hecho si hubiese sido él el que hubiese muerto bajo esas condiciones.

Simplemente era una cuestión de honor.

Por eso hizo lo que él creía que Clemente desearía para Dominga y su hijo. Brindarle una familia.

- Dominga…… cásate conmigo. – le dijo así sin más, sin pensarlo demasiado ni darle muchas vueltas. Era eso lo que se esperaba de él. Era eso lo que debía hacer. Era eso lo que deseaba hacer.

Dominga abrió los ojos como platos y se llevó las manos a la boca debido a lo repentino de la propuesta.

- ¿Cómo dices?

- Lo que oíste. Cásate conmigo. Piénsalo de la siguiente forma. Si te casas conmigo ya no tendrás que vivir con tu tío y su cargo como Capellán ya no peligrará debido a las malas lenguas. Además, tendrías un padre para tu bebé y un hogar donde vivir. No tendrías que trabajar ya que yo me haría responsable de ti absolutamente. Tu solo tendrás que dedicarte a cuidar del bebé. No estarás nunca más sola. Contarás conmigo y con toda mi familia, que de ya te digo te amarán a ti y al bebé sin condiciones y sin límites.

Dominga estaba abrumada con la proposición de Esteban. Jamás imaginó que su vida daría un giro tan dramático, como tampoco imaginó que haría su vida y armaría su propia familia con el mejor amigo del amor de su vida, porque sí, por muy loco que sonara, apenas escuchó la propuesta decidió aceptarla por la sencilla razón de que no tenía otra opción.

- ¿Por qué quieres hacer esto? ¿Qué ganas tú con ello? – Dominga no necesitaba ninguna razón para aceptar, pero quería saber los motivos de Esteban para sacrificar su vida por ella y por un bebé que ni siquiera era suyo.

- Clemente era mi mejor amigo. Murió sin saber la verdad que había detrás de su separación. Estoy seguro de que él no desearía que su mujer y su hijo padecieran necesidades ni pasaran tristezas. Mi honor y mi cariño hacia él me motiva a hacer lo correcto. Cuidar de ti y de ese bebé. Yo sé que amas a Clemente aunque él se haya ido y quizás nunca dejes de amarlo, pero confío en que eso no será impedimento para que ambos construyamos una buena relación basada en el respeto y el cariño mutuo. Será lo más beneficioso para el bebé. Y para mí será un regalo del cielo tenerte a mi lado”, pensó para sí.

Después de sopesar las palabras de Esteban por un buen rato, y tratar de dilucidar lo que Clemente esperaría que ella hiciera dadas sus circunstancias, ya se sentía capaz de dar una respuesta. Esteban era el príncipe azul que la suerte le había enviado.

- Sí. Acepto. Acepto casarme contigo.

El corazón de Esteban dio un brinco y no pudo evitar sonreír. Sí, al fin había vuelto la sonrisa que por tanto tiempo le había resultado esquiva. A pesar del dolor de haber perdido a Clemente, se sentía feliz de tener a su lado la mujer que por tanto tiempo había deseado, amado, añorado…… Era cierto que las condiciones no eran de las más idóneas. De hecho, ni siquiera había amor de por medio, bueno…… al menos por parte de Dominga, pero él estaba dispuesto a amar por los dos, o más bien dicho por los tres, si era necesario.

 

No debería sentirse tan feliz, pero lo estaba. Que Dios lo perdonara y Clemente también. Aunque estaba seguro de que si Clemente hubiera sabido que él se había enamorado de Dominga primero y que calló durante todos esos años por respeto hacia él, estaría de acuerdo con su decisión y tan feliz como él lo estuvo durante todo el tiempo que Dominga estuvo a su lado. Era cuestión de lógica y él, era sumamente lógico.

Para Dominga la cosa era distinta. Por un lado estaba feliz de haber resuelto aparentemente su futuro. Sabía que Esteban era un hombre bueno, honorable, que procuraría su bienestar y el de su bebé, algo por lo que estaba tremendamente agradecida. Pero por otro lado, todo estaba sucediendo tan deprisa que no lograba procesar el dolor de la pérdida. Se sentía una traidora. Una infiel. Trataba de convencerse que Clemente entendería, pero no sería nada fácil mostrarse como una novia enamorada delante de la familia de Esteban mientras que su procesión iba por dentro.




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