Cuestión de Honor

CAPÍTULO 18

Si Aurora había quedado de piedra con la declaración de Esteban, Dominga no había quedado mucho mejor.

Necesitaba explicaciones y las necesitaba ya.

- ¿Me puedes explicar cómo es que tú afirmas ser el padre de Clem? Porque por más que lo pienso no recuerdo nunca haber…. – de pronto los ojos de Dominga se abrieron de par en par. - ¡Oh… por… Dios! ¿Acaso… eras tú?

Esteban asintió y bajó la vista avergonzado. Clem se había quedado dormido en sus brazos, así que aprovechó de dejarlo recostado en el sillón. No quería que se despertara debido a la discusión, ni mucho menos que recibiera un golpe si es que Dominga se alteraba y decidía machacarlo a puñetazos.

- ¡¿Pero cómo pudiste?! ¡Yo creí que eras Clemente! Sin embargo tú… tú sabías que era yo y te callaste. Te aprovechaste de la oscuridad y abusaste de mi confianza. – le dijo Dominga indignada y dolida a partes iguales.

- Eso no fue así, Domi. Esa noche yo estaba muy borracho y decidí retirarme a descansar. Yo simplemente subí hasta mi habitación, me desnudé y me quedé dormido. Todo lo que sucedió después creí que había formado parte de mis sueños. Y aunque fue el mejor sueño de mi vida, estaba seguro de que era eso… un sueño, porque tú jamás hubieras estado conmigo en la vida real.

- Se suponía que esa noche debía reunirme con Clemente. Me había mandado una nota explicándome dónde y cuándo nos encontraríamos. Yo no estaba muy segura de hacerlo, pero él me aseguró de que tú no te molestarías. De hecho, ni siquiera sabía que había entrado en tu cuarto.

- Ni yo que realmente había dormido contigo, ni mucho menos que era el padre del hijo que esperabas.

- ¿Y cómo te enteraste? – preguntó suspicaz.

- Fue mamá la que me plantó la duda. Ella reparó en la marca de nacimiento y me contó que yo tenía la misma y en el mismo lugar, solo que yo lo había olvidado. Pero aún así no tenía cómo estar seguro. Fue por eso que le pedí a Ani si podía averiguar más detalles acerca tu embarazo.

- Y Ani como buena cuñada no puso reparos en cooperar con tu causa. ¿Siquiera es cierto que está embarazada o ese fue solo un recurso que usó para generar mi empatía y hacerme hablar? – Dominga estaba echa una furia.

- ¿Está embarazada? – la miró ceñuda. – No era algo de lo que estaba enterado. Y lo siento si no ha resultado ser verdad. Yo solo le pedí a Ani que intentara recopilar información, pero no le dije cómo. Ella solita habrá ideado un plan.

- ¿Y qué pensabas hacer cuando te enteraras de la verdad? ¿Tenías planeado decírmela?

Esteban bajó la vista y la centró en una mota invisible de la alfombra. Él también se había hecho esa misma pregunta, pero cobardemente había preferido dilatar el momento en que tendría que decidir si contarla o no y su corazón lo estaba llevando claramente por el camino del silencio.

- ¡¡Arrrrhhh!! – gritó llena de frustración. – No puedo creerlo. ¡No ibas a decirme nada, maldita sea! Si Aurora no hubiera venido a exigir apoderarse de Clem tu jamás hubieras abierto la boca. Hubieras seguido dejándome creer que Clemente era el verdadero padre de Clem. – Dominga no podía entender a Esteban. - ¿Por qué, Esteban? ¿Por qué?

- ¡Porque tenía miedo! Miedo a que reaccionaras tal como lo estás haciendo. Me acusaste prácticamente de haberte violado. Sabía que no me creerías si te decía que para mí, todo había sido fruto de un sueño de borrachera. No quería que me odiaras. Pasé tantos años ansiando ganarme tu corazón que me aterraba la idea de perderlo. De perderte.

- Creo que eso es exactamente lo que ha sucedido. Lo siento, Esteban, pero no puedo seguir a tu lado. Si me hubieras dicho desde un principio tus dudas, si me hubieras hecho partícipe en la búsqueda de la verdad, tal vez otro gallo cantaría. Pero preferiste el amor de una mujer por sobre la paternidad de tu propio hijo y eso es algo que quizás jamás logre perdonarte.

- No, no…. yo….

De pronto Esteban no supo qué decir. Se quedó en blanco tratando de encontrar la forma de explicarse, de que Dominga lo entendiera, pero fue imposible. Ella simplemente tomó a Clem y subió las escaleras en dirección a la habitación.

Dominga tenía claro que no podía seguir allí. No sabía qué sería de ella y de Clem fuera de la casa Müller, pero alguna solución tendría que buscar. Estaba segura de que su tío no la recibiría. Quizás podría quedarse en algún hostal, al menos unos días hasta que definiera el camino a seguir.

- ¿Qué estás haciendo? – le preguntó Esteban cuando entró en la habitación. La había seguido para retomar la conversación. Él no quería dejar las cosas así. No quería que ella pensara que su hijo no era importante para él, sino todo lo contrario.

- Estoy empacando. Es mejor para todos que Clem y yo ya no estemos aquí. – le dijo sin mirarlo. Estaba enfocada solo en guardar sus cosas y las del bebé en una maleta.

- ¿Es mejor para todos o es mejor para ti?

- Por favor, Esteban, no hagas las cosas más difíciles de lo que ya lo son. – Dominga insistía en evadir su mirada. No quería que Esteban la viera llorar.

Esteban entonces se dirigió hasta su escritorio y sacó una cajita de madera que guardaba dentro de uno de los cajones. La abrió lentamente ante la miraba furtiva de Dominga y sacó un juego de llaves y se las entregó.




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