Cris lo miró con los ojos entrecerrados, como si quisiera decir algo, pero las palabras simplemente no salían. Su mandíbula apretada, la incomodidad en sus gestos... ya sabía a dónde iba todo esto, y no le gustaba nada.
—¿Ah, sí? —fue todo lo que logró decir, con una risa corta, nerviosa. Pero por dentro, se sentía acorralado.
Leo no le quitó la vista de encima. Ya no estaba para rodeos.
—Sí, Cris. a ti te vuelve loco mi hermana — Se rio relajado — Y lo he notado —dijo con una calma directa, sin titubeos—. Ayer lo hablé con Andy porque no entendía por qué no estabas con ella.
El corazón de Cris dio un salto extraño. Bajó la mirada, clavándola en la arena. Las palabras de Leo pesaban. Pero entonces, la voz de su amigo volvió, esta vez más suave, más real.
—Sabes que no importa lo que pase, siempre vas a ser mi amigo —dijo Leo, sonriendo con honestidad—. Te tengo tanta confianza, te tengo tanto cariño, que no me importaría si terminaras quedándote con Andy... — Leo dio una sonrisa dulce y Cris lo veia atónita la simple idea de eso le parecía absurdo — que, para que sepas, es la mujer que más amo.
Cris apretó los labios. Su mirada seguía en el suelo, como si necesitara ocultarse del momento. Cuando por fin habló, fue un susurro, apenas audible.
—Jamás lo haría...
Leo notó el tono herido y quiso arreglarlo de inmediato.
—Lo sé —dijo con firmeza—. Sé que no harías nada para lastimarla. Sé que tus intenciones son buenas, siempre lo han sido. Pero también sé que tienes que darte una oportunidad, Cris. — Leo lo veia con cautela cris no sabia como terminar esa convrsacion siepre habia sido bromista mujeriego fiestero no sabía por que Leo le decia todo eso — No mueras con la duda de qué habría pasado. Yo te prometo que lo nuestro no se rompe por eso. Nuestra amistad es más fuerte que cualquier cosa.
Cris se quedó en silencio. Miedo, gratitud, y una maraña de emociones lo hacían sentir pequeño, confundido. Finalmente, soltó una risita que rompió la tensión como un cristal cayéndose.
—La borrachera te puso bien romántico, ¿eh? —bromeó, alzando la mirada, ya con una sonrisa.
Leo se rió también, y en un segundo los dos estaban de pie, empujándose, corriendo por la arena, tirándose puñados de tierra mojada como si tuvieran diez años otra vez. Las risas estallaron en el aire como olas reventando en la orilla.
Dentro del auto, las risas despertaron a las chicas.
Andy fue la primera en asomarse por la ventana. Parpadeó, desperezándose, y no pudo evitar reír al verlos jugando como niños.
—Qué lindo lugar... —murmuró, estirándose y dejando que el sol le acariciara el rostro. El mar brillaba, el cielo era un lienzo anaranjado y las rocas parecían sacadas de una postal.
Alice abrió los ojos, aún un poco dormida, y miró a Cris entre risueña y distraída. Después desvió la vista hacia el horizonte, donde unas aves cruzaban volando sobre el agua. El aire era fresco, salado, vibrante.
—Sí… este lugar es mágico —dijo con una voz llena de asombro.
Andy salió del auto con pasos lentos, frotándose los ojos, las trenzas un poco deshechas y algunos mechones sueltos bailándole en la cara. Aun así, se veía dulce, iluminada por la luz dorada de la mañana. Se estiró como gato cansado y miró a los chicos corriendo.
—Tengo que admitir que Cris maneja bien… —comentó, con una sonrisa pequeña.
Alice bajó del auto con esa elegancia natural que parecía venirle de fábrica. Cada movimiento suyo parecía coreografiado, como si no hubiera pasado la noche en un asiento incómodo. Su vestido veraniego ondeaba suave al viento, y el sol resaltaba sus ojos azules como si fueran parte del mar.
—Siempre lo ha hecho… después de haber destruido cuatro carros —dijo con una sonrisita traviesa.
Andy la miró con una mezcla de sorpresa y confusión.
—¿Qué pasó con los otros carros?
—Dos se fueron al barranco —respondió Alice como quien cuenta algo del menú.
—¿¡Qué!? —Andy soltó, con los ojos bien abiertos, entre risa e incredulidad.
Las dos se echaron a reír justo cuando Cris y Leo regresaban, empapados, cubiertos de arena y con la cara llena de felicidad.
Después de un rato, el hambre los hizo volver al presente. Se subieron al carro para buscar un sitio donde desayunar. Aunque Cris quiso manejar, Andy fue tajante.
—No, tú no —dijo, cruzándose de brazos en la puerta.
—¿Pero por qué? —preguntó Cris, aún riendo.
—Porque no quiero terminar en un barranco —respondió ella con una sonrisa triunfal, mientras le lanzaba las llaves a Leo.
Alice se encogió de hombros, divertida.
—Lo intentaste —le susurró a Cris, mientras subía al asiento trasero.
Leo se imagino la broma que se había mandado su hermanita pero no hizo mucho caso pues ahora Alice y Cris iban en la puerta de atras. Leo le puso hasta música romántica en el camino Cris lo mato con la mirada. Apenas el auto se detuvo, Andy y Alice salieron como resortes. La cabaña era linda, sí, pero el verdadero tesoro estaba más allá: una piscina brillante, caminos de piedra rodeados de palmeras, un jacuzzi humeante… y al fondo, el mar rompiendo suave contra la costa.
Andy giraba sobre sí misma, deslumbrada.
—¡wow! —exclamó, con los ojos brillando. Nunca había visto esos grandes lugares todo le parecía mágico
Alice, acostumbrada a ese tipo de postales, ya escaneaba con mirada astuta a un grupo de chicos extranjeros. Su sonrisa tenía un toque de travesura.
—No sé ni por dónde empezar… —murmuró, decidiendo entre la piscina o la tentación humana.
Leo se acercó por detrás y rodeó la cintura de Andy con los brazos. Ella se puso rígida al instante.
—¿Qué te parece? —preguntó él, divertido.
Andy bajó la mirada, jugando con uno de los botones de su mameluco. El contacto le despertaba nervios que no terminaba de entender. La Noche anterior todo había sido muy intenso pero no sabía si el se acordaba.
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Editado: 03.06.2025