El cabello color chocolate de Andy bailaba con el viento mientras caminaba, su vestido suelto flotando tras ella como si también quisiera jugar.
Alice se incorporó de un salto, ajustándose el traje de baño con un movimiento rápido, casi automático. No dijo nada. Solo lanzó a Cris una última mirada… azul, confusa, huidiza. Y se fue.
Caminó entre el agua hacia el puente flotante, con el agua rodeandole la mitad del cuerpo.
Cris no se movió. Solo miraba la piscina agitarse suavemente, la música sonando lejos, como si todo el mundo estuviera en pausa… menos su cabeza.
El chapoteo ligero rompió el silencio.
—Alice, estás neg
ra!! —bromeó Leo, acercándose con una mueca—. ¿Otra vez te dormiste bajo el sol?
Andy rió bajito, dejando que Leo pase sus manos por la cintura y y rozando su abdomen.
Alice brincoteo en la piscina con una sonrisa ligera. No miró a Cris. Como si no sintiera su mirada clavada en la espalda.
—¿Ya probaron algo del restaurante? —preguntó, con un movimiento infantil en el agua —. Cris me va a invitar una milanesa… y tiramisú.
Andy se iluminó.
—¡¿Tiramisú?! —exclamó, acercándose como si le hubieran dicho “magia”.
Alice le tomó la mano sin aviso y tiró de ella.
—¡Sí, tiramisú! —canturreó, y Halo de la mano de Andy haciendo que se suelte de Leo y cayera en el agua salpicando agua por todos lados Andy se levanto enseguida temblando un poco por el agua pero junto con Alice se abrazaron lanzando carcajadas, como niñas.
Desde la orilla, Leo resopló teatralmente.
—¡Alice! —se quejó, cruzándose de brazos
Alice abrazo por el cuello a Andy, sacándole la lengua.
—. ¡Ya te la robaste todo el día!— Leo la mató con la mirada y Alice brincoteo divertida en el agua —Si la quieres, ven por ella —lo retó, alzando una ceja con picardía—. Pero antes, cócteles para todos.
Leo negó con la cabeza, rendido.
—¡Eso se llama chantaje!
—Te espeeero… —le cantó Alice entre risas.mientras halaba de la mano a Andy con ella hacia el bar.
Cris seguía en el bar. Sonreía, apenas. Pero no era una sonrisa de verdad.
Sus ojos no estaban en la risa de Andy.
Ni en la broma de Leo.
Solo en ella.
Y Alice lo sintió.
Esa mirada la quemaba.
En cuanto llegaron los ojos azules de Alice se posaron sobre un ansioso Cris .
—¿Te molesta? —preguntó en un susurro, sin alzar la voz, sin mover un músculo más que los labios. Apenas mojados por el agua.
Cris sostuvo su mirada. Tranquilo. Firme. Pero con un dejo de algo más. Algo que ella conocía.
—No quieres algo... —dejó caer la frase con suavidad. Como si fuera solo eso. Una frase. Pero no lo era.
Alice tragó saliva. Se pasó una mano por el cabello mojado. No dijo nada al principio. Solo buscó una salida.
—Ya viene Leo… —murmuró, bajito. Como si necesitara irse antes de decir algo que no quería decir.
Y como si alguien lo hubiera invocado, Leo se lanzó de clavado al agua. El chapoteo fue brutal. Todos terminaron empapados. Y las risas volvieron.
La tarde se fue entre bromas, chapoteos, y esa brisa tibia que hacía que todo pareciera un sueño.
Ya entrada la noche, la cabaña olía a bloqueador solar, madera tibia y sábanas recién lavadas.
El murmullo de los grillos entraba por las ventanas abiertas, junto al aire fresco del bosque.
En la habitación de las chicas, Alice estaba acostada boca abajo, con el cabello suelto cayéndole por un lado del rostro. La piel de su espalda estaba roja, ardiendo.
Leo, sentado a su lado, le aplicaba crema con movimientos lentos, concentrado en no lastimarla.
—Tú y tu manía de no moverte del sol… —murmuró con tono suave, la voz casi arrullando, casi retándola con su voz de hermano mayor.
Alice giró un poco la cabeza, sin abrir del todo los ojos.
—No me retes… — Sintió la delicadesa con la que Leo le ponia la crema helada en su espalda y su voz salió muy mimada —También puedo quejarme de cómo trajiste a Andy. El trato era regresarla entera.
Leo resopló con una sonrisa apenas dibujada haciendo el bobo como si no hubiera escuchado
—Te voy a poner pañitos húmedos también… ya mismo.
Ella frunció la nariz, mimada y divertida
—Vinimos cuatro. Nos vamos cuatro. Cuidado con las sorpresas —canturreó, arrastrando las palabras como si soñara despierta.
Leo no contestó. Se levantó con suavidad y apagó la luz de la lámpara.
.
En la sala, Andy estaba de pie junto a la cocina, abrazada a una taza de té. Llevaba puesto uno de los suéteres de Leo, demasiado grande, que le cubría hasta los muslos. Algunas heridas por la arrastrada de las olas se asomaba tenia unas curitas.
La televisión murmuraba algo de fondo, con voces apagadas. Cris estaba sentado en el sillón, con los codos sobre las rodillas y la mirada hundida en la nada.
Leo se acercó despacio hacia Andy que giró la cabeza y, al verlo, su expresión se suavizó.
Él le rozó el rostro con los dedos, lento, como si necesitara tocarla para aterrizar.
Ella cerró los ojos un instante… y lo besó. Despacio.
Fue un beso tibio, silencioso, dulce haciendo que Andy embobada se pusiera de puntitas arrimada hacia el con una sonrisa en su rosto
Cuando se separaron, Leo la abrazó por la cintura y dejó la frente apoyada en la de ella.
—¿Tú también quieres que te cure? ¿O prefieres masaje?
Andy le tapó la cara con una risita, roja como un farol.
—¡Atiende a tu hermana! —dijo entre dientes—. Si no duerme, mañana nadie la aguanta.
Leo sonrió contra su frente, rendido.
Pero entonces lo sintió.
En eso su atención fue hacia Cris estaba Demasiado callado. Demasiado quieto. No había bromeado ni si quiera volteado a ver
Andy también lo notó.
Se giró hacia Leo, bajando la voz hasta casi un susurro:
—Yo me encargo después…
Leo la miró. No hizo preguntas. Solo asintió.
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Editado: 03.06.2025