¿ Cuâl Era Su Nombre ? ( I I I Libro)

Capitulo 36: " Sangre Maldita "

" La vida y la muerte bailan en la misma cuerda floja. "

Fumiko y Oshin llegaron a la cabaña como estaba predicho, no había sido tan complicado de llegar luego de que lograrán obtener una de esas motocicletas con silla al lado para desplazarse por el tramo del bosque para llegar a la profundidad de este. Fumiko protesto bastante antes de acceder.

Tres días después, ambos se estaban instalando en la pequeña cabaña de madera.

Era un lugar modesto, escondido entre los árboles, con paredes de troncos gruesos y un tejado inclinado cubierto de musgo. En el interior, olía a leña recién cortada y a té de jazmín. La chimenea de piedra dominaba la sala principal, crepitando suavemente y llenando el ambiente con un calor envolvente. Frente a ella, una alfombra tejida a mano cubría el suelo de madera, y un par de sillones mullidos estaban cubiertos con mantas de lana gruesa y cojines desiguales pero encantadores.

Había una pequeña cocina con estanterías abiertas donde descansaban frascos de especias, tazas de cerámica y un hervidor antiguo que cantaba al primer hervor. La mesa del comedor, de madera envejecida, estaba junto a una ventana que daba al bosque, permitiendo que la luz filtrada entre las hojas pintara la estancia de tonos dorados al atardecer.

La habitación principal tenía una cama de estructura de hierro, con sábanas de lino blanco, colchas pesadas y una lámpara colgante que proyectaba sombras suaves sobre las paredes. Junto a la cama, una mesita sostenía un par de libros viejos, una vela medio derretida y una foto enmarcada de otra época.

Pese al aislamiento y a lo sencillo de todo, había una calidez en cada rincón. Era el tipo de lugar que, sin darte cuenta, empezaba a sentirse como hogar si te quedas mucho tiempo.

Ella se tumbo en uno de los sofás haciendo un puchero de queja, Oshin había hecho trampa al conseguir aquella cosa donde le obligó a subir para su seguridad. Le encantaba el como la trataba, lo amaba de sobremanera.

Acaricio su vientre con delicadeza mientras miraba a Oshin quien se movía por la pequeña cocina preparando unos bocadillos para ella.

Siento a Dos de los bebés en su vientre removerse, soltó un leve suspiro dolorido al ver cómo su barriga se estiraba desde dentro y se marcaba una manita diminuta en su piel, soltó un leve quejido.

—Oye, Detente... Vas a romperme...— se quejó, soltando un suspiro ahogado, gimoteó ligeramente de dolor acariciando la pequeña mano que parecía querer desgarrar su interior para salir con su dedo índice, empujando hacia dentro- deja de hacer eso...- pidió, soltando una leve maldición.

—¿Qué pasa?— se quejó él al escuchar sus quejas bajas, su semblante palideció al notar aquello— eso... Debe ser jodidamente doloroso...— se quejó él, se sentó junto a ella con delicadeza apoyando su mano en su vientre y aquella pequeña marca desapareció, ella soltó un suspiro aliviado.

—Tramposas...— se quejó ella, se estiró para tomar uno de los sandwiches de la bandeja que el cargaba para comerlo.

Dio un mordisco encantada, estaba hambrienta.

—Holly y Lacey están aquí por la mañana.— informó él, sonriendo dulcemente mientras le miraba comer el sándwich como si fuera un delicioso manjar.

Ella se estremeció de forma violenta, casi incontenible, al sentir una contracción desgarradora que le atravesó el vientre como una cuchillada ardiente. Su cuerpo entero se tensó. Jadeó bruscamente, atragantándose con el pequeño bocado que aún tenía en la boca. Tosió con fuerza, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas provocadas por el dolor.

—O-Oshi... —susurró, con la voz rota, buscando con la mirada a su prometido. Sus dedos temblorosos buscaron los de él, tomándolos con delicadeza—. No te asustes, ¿Sí? —dijo en un susurro ahogado, pero incluso ese pequeño esfuerzo le costó un gemido involuntario. Otra contracción le mordió el cuerpo desde dentro.

—Bonita... —Oshin se acercó de inmediato, tomándola con suma delicadeza. Estaba pálido, desbordado por el pánico. Su respiración se volvió agitada, sus pensamientos eran un caos. El miedo le apretaba el pecho, y lo único que lograba hacer era sostenerla—. Estoy aquí, amor, estoy aquí... —musitó, pero su voz temblaba.

Un ladrido ronco y grave cortó el momento como un cuchillo. Connor.

Oshin se sobresaltó al oírlo, girando de golpe hacia el perro lobo, que estaba erguido y alerta.

—¿Qué pasa? —preguntó, tratando de controlar el temblor en su voz.

Connor no respondió con otra alarma. Se acercó lentamente a Fumiko, como si entendiera con exactitud lo que estaba ocurriendo. El gran lobo apoyó su hocico en el vientre de ella con una ternura que contrastaba con su tamaño imponente.

—Oshin... —jadeó Fumiko, su voz apenas un suspiro entre los espasmos—. Tranquilízate... ya van a nacer... —cerró los ojos con fuerza, mordiéndose el labio inferior al sentir otra oleada de dolor desgarrador que le recorrió la espalda baja hasta el abdomen.

Una contracción nueva la hizo doblarse, y dejó escapar un quejido ronco. Connor levantó el rostro y la miró directo a los ojos. Su presencia era más que física. Algo en su mirada parecía ancestral, sobrenatural. La entendía.

—No... no lo hagas... —gimió Fumiko, negando con la cabeza, sabiendo lo que él pretendía. Se inclinó sobre sí misma, ambas manos en su vientre, respirando con dificultad—. No vas a llamarlos...

Afuera, el clima pareció responder de inmediato a sus palabras.

Un trueno retumbó en la lejanía, y las primeras gotas de lluvia comenzaron a golpear el techo de madera de la cabaña. Pero no eran gotas suaves: eran gruesas, pesadas, cargadas de electricidad. Un relámpago cruzó el cielo con un estallido que hizo vibrar los vidrios. El viento aulló entre los árboles como si la misma naturaleza sintiera su dolor.

Connor soltó un ladrido más potente, y entonces... desapareció. Saltó, pero su cuerpo nunca tocó el suelo. Se desvaneció como humo, como si hubiera sido llamado por fuerzas invisibles.




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