Culpa nuestra

Capítulo 33

TERCERA PARTE 
La cuenta atrás

NOAH 
La biblioteca estaba a rebosar, pronto se cumplirían los plazos de entrega de 
los trabajos y se celebrarían algunos exámenes de recuperación. No tenía idea de 
cuánto tiempo llevaba allí metida, puesto que me había puesto en una mesa sin 
ventanas cerca para no distraerme ni tampoco deprimirme al ver la gente libre en 
las calles, disfrutando de los últimos días de invierno. 
Jenna estaba allí, a mi lado, y parecía de todo menos concentrada en el libro 
de biología que tenía frente a sus narices. 
—¿Ya? —me preguntó por octava vez. 
La fulminé con la mirada, exasperada. 
—Vamos, Noah, a este ritmo voy a terminar estudiando esto, y aprobaré y 
todo. 
Me reí sin poder evitarlo mientras soltaba un profundo suspiro. 
—Un café rápido, Jenna, lo digo en serio. 
Mi amiga dibujó una enorme sonrisa en sus labios y juntas recogimos las 
cosas y salimos de aquel encierro autoimpuesto. 
Al salir me di cuenta de que no tardaría en anochecer y me abracé a mí 
misma para protegerme del gélido viento que movía los árboles. Llevaba tantas 
horas dentro de la biblioteca que había perdido la noción del tiempo. 
Los dos meses que trabajé en LRB me habían servido para aprender un 
montón de cosas del mundo real, pero ahora que los exámenes se acercaban, me 
alegraba de poder dedicar todo mi tiempo a los estudios; había ahorrado y me las 
arreglaría durante al menos unos meses. Simon se ofreció a buscarme algo 
parecido en otra empresa y por ello le iba a estar eternamente agradecida, pero 
de momento era mejor así. Además, lo nuestro… bueno en esos momentos 
estaba en suspense. Fui sincera con él y le expliqué que aún no había superado lo 
de Nick, que necesitaba algún tiempo sola. Nos veíamos de vez en cuando, pero 
como amigos: me recogía e íbamos a comer algo, o quedábamos en grupo para ir 
a cenar con amigos y pasar el rato. 
Jenna se apretujó contra mí a la salida de la biblioteca, entrecruzó su brazo 
con el mío y juntas fuimos caminando hasta el puesto de café más cercano. Me 
pedí un café triple con un bretzel y Jenna un chocolate caliente. Nos sentamos en 
uno de los bancos del parque y procuramos disfrutar de nuestro pequeño descanso. 
—Quería invitarte al cumpleaños de Lion, voy a organizarle una fiesta en 
nuestra casa. Va a ser genial, porque no se lo espera para nada. Le dije que solo 
podía ir a cenar porque al día siguiente tenía un examen muy importante… 
Mentira, teniendo en cuenta que acabo pasado mañana, así que cuando llegue 
a casa se va a llevar un susto de muerte. 
Sonreí imaginando la escena. 
—¿Cuándo es? —pregunté dándole un trago a mi café. 
—Dentro de un par de semanas; te estoy avisando con tiempo, así que ¡tienes 
que venir! 
Me hice la dura durante un rato, me hacía gracia ver cómo sacaba todas sus 
armas de persuasión pero finalmente le dije que sí, que iría y pareció volver a 
respirar tranquila. No es que me hiciera especial ilusión, estaba agotada, más que 
nunca, ni el café conseguía mantenerme en pie, pero en el fondo salir y 
distraerme me iba a venir bien. Charlamos durante un rato sobre cosas sin 
importancia. Jenna me contó que Lion se había enfadado muchísimo con ella 
hacía unos días porque la había visto con un martillo en la mano con la clara 
intención de arreglar algo; en cualquier otra persona eso podía resultar 
insignificante, pero Jenna se había roto un dedo hacía poco tiempo justo con 
aquel mismo martillo y su marido le había prohibido terminantemente volver a 
acercarse a sus herramientas. 
Me divertía ver cómo Jenna acataba sus normas o, más bien, pasaba de ellas. 
—Tendrías que haberlo visto: «¡Mis herramientas, mis reglas!». Y mientras 
yo ponía los ojos en blanco él empezó a arreglarme la banqueta de mi tocador 
casi sin tener que pedírselo. Es una buena táctica, ¿no crees? Cuando se lo pido 
directamente me dice que lo hará en cuanto pueda, pero cuando me ve con un 
martillo en la mano sale disparado a terminar con lo que sea que yo finja haber 
empezado. 
—Eres mala —le dije poniéndome de pie con la clara intención de regresar y 
Jenna hizo lo mismo. Al doblar una calle que nos llevaba directamente a la 
biblioteca a punto estuvimos de chocar con alguien. Alguien que había jurado no 
volver jamás: Michael. 
—¡¿Qué demonios haces tú aquí?! —le gritó Jenna fulminándolo con la 
mirada. 
Michael se me quedó mirando fijamente, sus ojos me recorrieron todo el 
cuerpo y se detuvieron en mi rostro unos segundos de más antes de volverse 
hacia a mi amiga. 
—He vuelto —contestó y, acto seguido, volvió a fijarse en mí. 
Lo mío con Michael no había sido algo fácil de olvidar. No solo arruinó mi relación con Nick, sino que traicionó mi confianza aprovechándose de mí en un 
momento de plena vulnerabilidad. 
—Dijiste que no volverías —le reproché pegándome a Jenna con 
nerviosismo —. Ese fue el trato. 
Michael se encogió de hombros con indiferencia. 
—La gente cambia de opinión. 
Me quedé callada sin poderme creer lo que oía. Verlo otra vez me causó una 
sensación desagradable; recordé cosas que había enterrado en el fondo de mi 
alma y había jurado no volver a revivir. 
Michael creyó que tras mi ruptura con Nick él y yo empezaríamos algo. 
Durante unos días se obsesionó con que tenía que estar con él, que debía 
darle una oportunidad. El favor que me hizo al retirar los cargos contra Nick lo 
hizo únicamente para chantajearme después. Después de que saliera del hospital 
vino a verme todos y cada uno de los días siguientes a que Nicholas se marchara 
a Nueva York y cuando le dije que no íbamos a tener nada me llamó de todo, me 
acusó de haber jugado con él, se inventó cosas que yo nunca había dicho, incluso 
intentó forzarme. Ese día lo amenacé con pedir una orden de alejamiento. 
Su hermano Charlie vino a verme, me confesó que Michael ya había tenido 
ese tipo de problema con anterioridad y que por poco una chica acabó con su 
carrera. Ese día me enteré de que Charlie y Michael habían sufrido mucho 
después de la muerte de la madre de ambos. Les afectó hasta tal punto que 
Michael se convirtió en alguien inestable y Charlie se dio a la bebida… No les 
había resultado fácil superar esa etapa y menos después de quedarse huérfanos, 
ya que su padre los había abandonado cuando eran pequeños. Michael se ocupó 
de Charlie pero sufría trastornos de personalidad y había caído en una depresión. 
Finalmente Charlie convenció a su hermano para que aceptara un puesto de 
trabajo en Arizona y me juró que no iba a volver a molestarme. 
Jenna sacó su móvil del bolsillo. 
—Voy a llamar a la policía —lo amenazó, furiosa como no la había visto en 
mi vida. 
Yo seguía con los ojos puestos en Michael, el causante de que mi relación se 
fuese a pique y de que mi vida se fuese a la mierda. Después de haber 
descubierto todo lo que me ocultaba, comprendí que se había aprovechado de 
mí… Por mucho que yo lo hubiese dejado, se aprovechó de mi situación y se 
sirvió de todas mis confesiones en terapia para llevarme a donde él quiso. 
—¿Y qué vas a decirles? —preguntó Michael con despreocupación—. No he 
hecho nada malo, he regresado después de un año a visitar a mi hermano y a 
buscar un empleo. ¿Vas a decirle eso a la poli? 
Jenna dio un paso adelante.




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