Culpa nuestra

Capítulo 41

NOAH 
Mi sueño era inquieto, en él yo estaba de parto y un montón de médicos me 
gritaban que había complicaciones y que el bebé corría peligro. Empujaba y 
empujaba porque se suponía que eso era lo que debía hacer. Mis ojos miraban a 
mi alrededor, buscando a la única persona que podría hacer desaparecer mis más 
horribles temores. 
No puedo hacerlo sola… por favor… Nick… Lo necesito, por favor… 
—El señor Leister ha dicho que no vendrá… insistió en que él no quería a este bebé, ni a usted tampoco. 
Noté cómo lloraba, no solo por el dolor sino por lo sola que estaba. Mini Yo 
estaba a punto de salir, pero cuando lo hizo, en el paritorio no resonó el fuerte 
llanto de un bebé recién nacido, sino el más absoluto de los silencios. Alguien 
sin rostro se acercó hacia mí y me tendió un bulto envuelto en mantas. 
El bebé no se movía. 
Lo siento… ha nacido muerto. 
Abrí los ojos incorporándome sobre la cama. 
Había sido una pesadilla… noté las lágrimas humedeciéndome las mejillas y 
mi corazón latiendo a mil por hora. Entonces, mis ojos se fijaron en la persona 
que tenía delante. Nicholas se había quedado dormido en el sofá, sentado. Ni 
siquiera lo dudé. Me quité las sábanas de encima, me bajé de la cama y fui hacia 
él. Cuando me senté sobre su regazo, levantándole el brazo para que pudiera 
abrazarme, abrió los ojos, sobresaltado. 
—Noah… —dijo aturdido al principio, pero estrechándome con fuerza un 
segundo después casi de forma automática. 
Enterré mi cara en su cuello y empecé a temblar como una hoja. 
—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? ¿Está bien el…? 
Negué con la cabeza sintiendo un nudo en la garganta que me impedía emitir 
sonido alguno. 
Nick me cogió la barbilla entre sus dedos y buscó mis ojos con los suyos.

—¿Por qué lloras? —me preguntó asustado. 
Cerré los ojos cuando sus dedos me acariciaron la mejilla, llevándose mis 
lágrimas. 
—He tenido una pesadilla… 
Nick pareció relajarse un poco y sus brazos me rodearon con fuerza, 
estrechándome contra él. 
—¿Quieres contármela? Eso a veces ayuda… 
Se me hacía extraña aquella situación. Durante casi todo nuestro noviazgo yo 
le había ocultado que cuando no estaba con él me costaba mucho conciliar el 
sueño; él siempre me había protegido de mis malos sueños sin siquiera saberlo, 
con él cerca dormía sin ningún problema. 
—Estaba de parto… —le expliqué en voz muy baja—, y tú no estabas allí. 
Nick apretó la mandíbula con fuerza, pero aguardó a que continuara. 
—Yo empujaba y hacía lo que los médicos me pedían… pero al final Mini 
Yo nacía muerto y yo… yo… 
Nick me abrazó y yo me dejé engullir por sus grandes brazos, la imagen de 
mi bebé muerto no se me iba de la cabeza. 
—Eso no va a pasar, Noah —me aseguró acariciándome el pelo con sus 
largos dedos. 
—¿Cómo lo sabes? —inquirí apoyando mi cabeza sobre su hombro y 
cerrando los ojos. 
Nick tiró de mí para que lo mirara. 
—Para empezar porque nada ni nadie puede hacer que yo no esté contigo 
cuando tú estés de parto. 
Lo miré fijamente durante unos segundos. 
—¿Lo prometes? —pregunté sin poder evitarlo. 
—Te cogeré la mano desde el instante en que empiece hasta el instante en 
que se acabe, tienes mi palabra. 
A pesar de que nunca hubiese esperado algo diferente, sentí un alivio 
inmenso recorrer todo mi cuerpo. Su mano se separó entonces de mi pelo y se 
colocó sobre mi vientre. 
—¿No debería notarse? —dijo frunciendo el ceño. 
—Crecerá… —contesté conteniendo la respiración cuando su mano se coló 
por debajo de mi camiseta—. A veces creo que estaba esperando a que tú lo 
supieses para dejarse ver… 
—Aún me cuesta creerlo, ¿sabes? —confesó todavía sin apartar los ojos de 
los míos. 
Todo era demasiado abrumador, Mini Yo, él, nosotros… aún no me hacía a la 
idea de todo esto, eran demasiados cambios y todos sucediendo casi a la vez.

—Estoy asustada —declaré queriendo que el tiempo se detuviera, queriendo 
regresar al principio, a cuando solo estábamos él y yo, y los problemas aún no 
habían acudido a hacernos daño. 
—Es normal que lo estés… yo estoy acojonado —afirmó mirando hacia el 
frente—. Pero todo saldrá bien, ya lo verás. 
—¿Y si no es así? —le planteé entre susurros, temiendo expresar mis miedos 
en voz alta—. Esto no debería haber pasado, yo no debería ser madre… mi 
cuerpo… 
—Tu cuerpo es perfecto —zanjó sin dejar lugar a dudas. 
—Nick… el bebé… he estado a punto de perderlo —admití temiendo 
mirarlo directamente a los ojos. 
—¿De qué estás hablando? 
Intenté calmarme para poder explicárselo. 
—¿Recuerdas la noche de la fiesta de inauguración…? ¿Cuando tuviste que 
llevarme a casa…? 
Nick no tardó más de dos segundos en recordarlo y todo él se puso en 
guardia. 
Estábamos tan cerca que fui plenamente consciente de cómo la vena de su 
cuello empezaba a latir de manera amenazante. Era obvio que se acordaba de lo 
borracha que había estado. 
—Creo que ahí tuve la primera amenaza de aborto… yo pensé que 
simplemente me había venido la regla… pero no. 
—No te sientas culpable por algo que no sabías —me aconsejó. 
—Le hice daño… y ahora he tenido que estar en cama durante semanas y ni 
siquiera sé qué va a decirme el médico pasado mañana, cuando vaya a la 
consulta. 
—¿Por eso tienes que hacer reposo…? 
—Tengo un hematoma y hasta que no desaparezca no voy a poder hacer 
prácticamente nada, el médico me ha dicho que es normal en embarazadas 
primerizas, aunque con lo avanzado de la gestación empieza a ser más peligroso 
y no solo para el bebé, sino también para mí. 
Nick se tensó bajo mi cuerpo. 
—Repite eso de que tú estás en peligro —me pidió mirándome fijamente, 
con el miedo tan presente en sus pupilas que hasta yo me puse nerviosa. 
—En el caso de que lo perdiera, pero eso no va a pasar —dije con firmeza. 
Nick parecía haberse quedado sin palabras, como si de repente la realidad de 
la posibilidad de perderme a mí y al bebé lo hubiese aterrorizado. Se levantó del 
sofá conmigo en brazos y me dejó sobre la cama. Empezó a caminar por la 
habitación, con la mente muy lejos de allí. Cuando se acercó a mí de nuevo, tenía el rostro desencajado por el miedo. 
—Lo siento tanto, Noah… —se disculpó cogiéndome la cara entre sus 
manos —. Esto no debería estar pasando… si te ocurriese algo… 
Fui a decirle que lo importante ahora mismo era el bebé y no yo, yo estaba 
bien… pero sus labios se estamparon contra los míos y mi mundo se detuvo. Su 
boca parecía querer buscar consuelo en la mía. Tardé un par de segundos en 
dejarlo entrar, de tan aturdida que estaba al ver que me estaba besando 
apasionadamente después de tanto tiempo. Sentí su lengua rozar mis labios y 
cuando los abrí su aliento embriagador me provocó escalofríos. Mis manos 
fueron al encuentro de su pelo y lo atraje hacia mí, pero no dejó que el beso se 
alargara. Se apartó mirándome a los ojos. 
—Vuelve a dormir —dijo entonces con la respiración acelerada—. Necesitas 
descansar y yo… 
Se dispuso a marcharse, pero mi mano cogió la suya, reteniéndolo a mi lado. 
—Quédate conmigo hasta que me duerma, por favor. 
Nick parecía estar librando una gran batalla interior. Finalmente se quitó los 
zapatos y se recostó a mi lado en la cama. Me atrajo hacia sus brazos y apoyé la 
cabeza sobre su pecho. No quería darle vueltas a lo que acababa de pasar, no 
sabía en qué punto estábamos ni cómo íbamos a proceder. Un beso no 
significaba nada, ¿no? ¿O sí? Finalmente me dormí con su mano acariciándome 
el pelo y el latir de su corazón acompañándome como una dulce nana. 
Cuando abrí los ojos la mañana siguiente solo se oían el ruido de las teclas 
del ordenador. Frente a la cama había una cortina transparente que dividía el 
dormitorio del resto de la suite, y al incorporarme pude ver a un borroso Nick 
sentado en el sofá con el ceño fruncido y mirando la pantalla del ordenador que 
sostenía en su regazo con cara de pocos amigos. 
Me acordé del momento que habíamos compartido la noche anterior. Hacía 
más de un año y medio que yo no acudía a Nicholas para sentirme mejor, hacía 
un año y medio que él no me estrechaba entre sus brazos hasta quedarme 
dormida… Sí, se había portado muy bien conmigo, pero no tenía ni la menor 
idea de en qué situación estábamos ahora y me daba miedo preguntar. 
Nick se percató de que estaba despierta porque levantó los ojos del 
ordenador y los clavó en mí. Ambos nos sostuvimos la mirada aguantando la 
respiración, yo al menos, hasta que Nick cerró el portátil, lo colocó sobre la 
mesa y vino hasta la cama. 
No dije nada, simplemente esperé para actuar en consecuencia. Cuando se 
colocó junto a mí, mirándome desde arriba, sentí que se me entrecortaba la 
respiración.




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