NICK
Cuando fijé mis ojos en Noah después de que Sophia me dijese que
hacíamos buena pareja, lo último que pensé que saldría por su boca fue
lo que soltó a continuación.
Todo mi cuerpo se puso en tensión, el silencio que vino acompañado
después de que Noah admitiese por fin que se venía a vivir conmigo solo
fue interrumpido un minuto después por la silla de Noah al deslizarse
hacia atrás y ponerse de pié.
-Si me disculpáis, no me encuentro muy bien, será mejor que me
acueste-dijo con la cara blanca y sin esperar respuesta, salió casi de
inmediato del salón. Su madre hizo el amago de levantarse pero mi
padre le cogió la mano, y le susurro algo en voz muy baja. Rafaella me
traspasó con sus ojos azules y me sentí repentinamente mareado.
En realidad, estaba contento de que por fin Noah hubiese decidido
confesarle a su madre lo que había estado pidiéndole todo el verano,
pero esa no había sido la mejor forma.
Joder, Noah, soltar la piedra y esconder la mano, no era lo que esperaba
para una situación como esta.
Necesitaba hablar con ella, necesitaba saber que demonios le ocurría
hoy, estaba rara, desde que la había visto esta mañana sabía que algo
no iba bien, por eso había decidido aceptar lo de la puñetera cena, para
tener una excusa para verla y quedarme aquí a dormir otra vez. Por
mucho que odiase esta casa, amaba desayunar con Noah, y besarla
antes de irme a las prácticas.
Además algo me decía que aparte de los celos que parecía sentir por
Sophia, algo ridículo y sin fundamento alguno, me ocultaba algo
importante...
Mi padre me advirtió con la mirada que me quedase donde estaba
cuando también hice el amago de levantarme.
Sophia, que fue consciente de lo que ocurría sacó rápidamente otro
tema de conversación y la situación dejo de parecer tan incómoda...
hasta que escuché el ruido de la puerta de casa cerrarse con fuerza.
Mierda.
Me levanté sin importarme absolutamente nada y fui corriendo hacia la
entrada. Cuando salí al porche vi como Noah sacaba su descapotable de
su plaza de aparcamiento y sin mirar atrás, salía casi a la carrera por la
rampa de salida.
¿Qué estaba haciendo?
Entré en la casa para recoger las llaves que siempre dejaba en la mesa
de entrada. Rafaella apareció de la nada, y la mirada que me lanzó fue
tal, que tuve que detenerme unos instantes antes de largarme.
-Os pedí que fueseis despacio-dijo mirándome como no lo había hecho
nunca. Creo que acaba de perder cualquier tipo de afecto que esa mujer
aún tuviese por mí.
-Rafaella...
-Os lo pedí y prometí no inmiscuirme en vuestra relación a cambio de
eso-dijo dando un paso en mi dirección-Supongo que el acuerdo al que
llegamos hace unos día a quedado obsoleto.
¿Y eso qué se suponía que tenía que significar?
-Ve y tráela de vuelta... hoy no es día para que esté sola.
Algo se iluminó en mi cerebro cuando me dijo aquello.
- ¿Qué quieres decir?
Rafaella me observó de forma impasible.
-Hoy hace un año del secuestro... hace un año que murió su padre.
No tenía ni la menor idea de adonde podía haber ido. Estaba dando
vueltas como un completo idiota a la vez que no dejaba de recriminarme
haber estado tan ciego. Ayer estando borracha me lo había dicho, joder,
por eso estaba como estaba, ¿pero porque le afectaba tanto? No
entendía lo que le pasaba a Noah con su padre, intentaba con todas mis
fuerzas comprender que era lo que aún seguía temiendo de él, porque
las pesadillas seguían existiendo por mucho que ella lo negara, y estaba
seguro que seguía durmiendo con la luz encendida cuando no estaba
con ella. Pero su padre había muerto, ya no estaba, ya no había nada
para hacerle daño; ese hijo de puta... hoy hacía un año, un año desde
que me la había arrebatado y le había hecho daño.
Aun recordaba el terror en sus ojos cuando la pistola la apuntó
directamente a la cabeza, aún recuerdo como mi corazón casi se me
sale del pecho al oír el disparo... el disparo que por unos segundos creí
había sido para Noah.
Esa pesadilla había quedado atrás, yo la había enterrado muy a fondo
en mi mente, no quería volver a recordar nada de eso, me volvía loco
solo de pensar lo que podía haber pasado ¿Por qué Noah no lo
enterraba también? ¿Por qué no enterraba todos esos malos recuerdos
de una vez por todas...?
Fue entonces, tras esos pensamientos, cuando creí saber donde estaba
mi novia. Sentí un escalofrío recorrerme de arriba abajo.
Por favor que Noah no estuviese ahí.
Giré a toda prisa en dirección al cementerio.
Cuando llegué y vi el coche de Noah aparcado solo en el parking de
grava que había junto a la puerta de aquel lugar, respiré con alivio y me
apresuré en bajar. Nunca había estado en ese cementerio, los familiares
de mis padres descansaban en un mausoleo privado al otro lado de la
cuidad, era un cementerio bonito, con grandes explayadas de hierba,
arboles y muy bien cuidado. Costaba una pequeña fortuna tener ahí a
tus seres queridos pero ahora que veía el cementerio público por
primera vez supongo que merecía la pena invertir en ello.
No me gustaba la idea de Noah sola, de noche y en un lugar como ese.
Apagué el coche y me bajé consiente del frescor de la noche y de que
Noah había salido simplemente con lo que había llevado puesto en la
cena. Había tenido que contenerme para soltar una carcajada cuando la
vi con aquella camiseta y creo que la quise un poco más si es que es
posible por su hermosa simplicidad y belleza. No le hacía falta
arreglarse para ser preciosa y así me lo demostraba cada día.
Comencé a caminar por las lápidas buscando el apellido de Morgan. En
aquellos sitios casi siempre se ordenaban las lápidas por orden
alfabético, aunque no estaba del todo seguro. Era enorme y había muy
pocos árboles. Muchas de las lápidas estaban muy deterioradas y muy
pocas de ellas tenían flores o algún recordatorio de que la gente se
acordaba de ellas.
Entonces, después de caminar inquieto durante unos diez minutos, la vi.
Allí estaba, sentada en la hierba frente a una lápida que no llegaba a
leer desde la distancia. La observé unos instantes antes de acercarme.
Se abrazaba las piernas con fuerza y cuando vi que se limpiaba las
lágrimas con el dorso de la mano me acerqué acortando la distancia en
menos de lo que se suelta un suspiro.
Me escuchó llegar porque se levantó deprisa, con los ojos muy abiertos,
vulnerables, y perdidos. Se limpió las lágrimas con rapidez, incluso creí
ver cierta culpabilidad cuando finalmente decidió mirarme.
-No deberías estar aquí-no pude evitar decir.