Culpa tuya

Capítulo 44

NICK 
No aparté los ojos de ella ni una sola vez mientras dejaba que hiciese 
con mi cuerpo lo que quisiese. Esa frase podría significar el sueño de 
cualquier hombre y nunca hubiese pensado que la utilizaría para dejar 
que me dibujasen gilipolleces en la piel, pero observarla a mi antojo, así 
como estaba haciendo en ese instante, no tenía precio. Estaba tan 
concentrada en pasar la tinta por mi piel y en lo que fuese que estaba 
escribiendo y dibujando que no era consciente de lo increíblemente 
hermosa que me resultaba en ese instante. 
Tenía las mejillas teñidas por un leve rubor y las pestañas húmedas por 
haber llorado. Sé que no debería ser tan cabrón, pero amaba como se le 
quedaban los labios después de llorar, me daban ganas de besarla hasta 
que ya no quedasen horas. 
Aproveché su distracción para empaparme de cada uno de sus gestos y 
aproveché para acariciarle las piernas y los muslos con cuidado 
mientras ella seguía inmersa en su tarea. 
Cuando mi mano bajó demasiado de la cuenta, colándose en lugares 
prohibidos sus ojos buscaron los míos y atajaron mis movimientos. 
-Quieto ahí-dijo con una sonrisa divertida para después fijar su mirada 
en mi muñeca. La dejé hacer mientras dibuja una última cosa en mi piel. 
-He terminado-dijo entonces cerrando el rotulador con el capuchón y 
bajando su rostro hasta poder besar ligeramente mis labios. Esto de 
estar quieto durante tanto tiempo con ella medio desnuda encima de mí 
había sudo una completa tortura. 
Sujetándola por la cintura la hice rodar hasta que quedé encima. 
- ¿Y ahora que se supone que tengo que hacer?-pregunté, sujetando mi 
peso con los antebrazos para no aplastarla sobre el colchón. Su mano 
subió hasta mi rostro y me acarició el pelo con cuidado. 
-Salir ahí y mostrarle al mundo mi obra maestra-dijo con un brillo 
divertido en la mirada. Apreté mis caderas contra las suyas, sintiéndola 
tan débil debajo de mí, tan pequeña y tan increíblemente perfecta... Un 
nudo se me atascó en la garganta cuando comprendí que estos 
momentos no iban a producirse tan a menudo como yo quería. Iba a 
tener que dejarla marchar, que viviese en la facultad rodeada de 
gilipollas que pelearían por llamar su atención. De repente ni mis besos ni nada que ella pudiese decirme me resultaron suficientes para sentir 
que nadie podría arrebatármela. 
La pasada noche había soltado demasiadas cosas...y me arrepentía, 
tenía que admitirlo, estaba bien abrirme a ella pero hasta cierto punto. 
No quería asustarla, ni tampoco que pensase que para mí era un simple 
juguete sexual, porque no lo era, la amaba, simplemente necesitaba 
tenerla cerca, tocarla, sentir sus curiosos dedos sobre mi estómago o 
aferrándose a mí espalda, sus dulces labios sobre mi piel, sentirla mía y 
hartarme de esa conexión tan especial que teníamos juntos. Había 
estado con cientos de chicas a lo largo de mi vida, había hecho cosas 
con ellas que mejor ni mencionar y también las había tratado muy por 
debajo de lo que se merecían y ninguna de ellas, ni una sola, me había 
hecho sentir ni un cuarto de lo que Noah hacía conmigo con una simple 
mirada. 
Perderla... me dolía de solo pensarlo, me acojonaba de miedo, era un 
sentimiento desgarrador que me oprimía el pecho, como si tuviese dos 
gigantes sentados en mi corazón. 
Desde que mi madre se fue, esa emoción desgarradora no había vuelto a 
aparecer, me había cerrado tanto a los demás, me había negado tanto a 
sentir algo... que ahora estaba expuesto, expuesto a que esa chica 
increíble me rompiera el corazón. 
Entonces me fijé en lo que había dibujado en mi muñeca y un cosquilleo 
dulce y cálido se apoderó de todo mi cuerpo. 
Era suyo... lo había puesto, lo había escrito en mi piel y comprendí que 
nada me haría más feliz que pertenecerle en cuerpo y alma, en todos los 
sentidos de la palabra. 
Supe que mi mirada se había oscurecido, empañada por mis 
sentimientos y por el deseo irracional de retenerla conmigo, a mi lado 
para siempre. No podía controlar como me sentía ni como el amor por 
ella seguía creciendo a pasos agigantados. 
-Voy a dejar que te marches... por ahora-aclaré al ver que parpadeaba 
sorprendida-pero sabes que esto no va a durar mucho, cuando quiero 
algo, pecas... simplemente lo consigo, no me importa a quien tenga que 
llevarme por delante. 
Sus ojos se entornaron y se removió inquieta bajo mi cuerpo. 
- ¿Me llevarías a mí por delante? 
Su pregunta me distrajo por unos instantes. 
-A ti te llevo en mi corazón, amor; no hay lugar más seguro que ese.

-¿No vas a ducharte?- me preguntó mientras me pasaba una camiseta 
por la cabeza. 
- ¿Es una indirecta sobre mi higiene o algo parecido?-dije sonriéndole a 
las botas mientras terminaba de abrocharme los cordones. 
Noah aún llevaba puesta mi camiseta y tenía el pelo revuelto. Siempre 
llegábamos tarde y no podía entender como no aprovechaba que yo me 
arreglaba para hacer ella lo mismo. Ahí estaba: sentada sobre mi cama 
y observándome divertida. 
-Creía que correrías a borrar mi Monet-dijo captando mi atención. 
Sonreí y me coloqué frente a ella en la punta de la cama. Su pié 
reposaba tranquilamente sobre las sabanas blancas, impoluto y 
perfecto, como cada parte de su cuerpo. 
-Llevaré estos dibujitos que has hecho con orgullo, pecas, los has hecho 
tú, qué menos que dejarlos hasta que se borren-estiré mi mano y le 
levanté el pié, colocándolo sobre mi pecho y masajeando su tobillo. Ella 
me observó con perspicacia-Es más, este elefante que me has hecho 
aquí- 
dije levantando la camiseta y señalando uno de mis oblicuos-creo que 
me da un aire varonil bastante interesante. 
Sus ojos se quedaron allí donde mi piel estaba al descubierto y una 
sonrisa burlona apareció en mi semblante. Tiré de su tobillo 
arrastrándola hasta la punta de la cama, observando como la camiseta 
se le subía hasta la parte inferior de los pechos. 
Su estómago dulce y plano quedó libre para que pudiese contemplarlo 
junto con su ropa interior de color blanco de encaje que me causaba 
taquicardia. 
- ¿Ves algo que te guste?-dije inclinándome y besándole tiernamente el 
ombligo. 
Observé como cerraba los ojos un instante. ¿Cómo podía oler tan 
exquisitamente bien? 
-Tú-contestó simplemente. 
Pero no teníamos tiempo para eso; tiré de ella, con una sonrisa de 
superioridad y la obligué a que me rodeara las caderas con sus piernas. 
Tenía que sacarla de esa habitación. 
Crucé el pasillo hasta entrar en la cocina. Sonreí y la coloqué sobre la 
encimera. Hizo una mueca al notar el frío mármol sobre su piel. La dejé ahí mientras empezaba a sacar cosas de la encimera para prepararnos 
el desayuno. Sentí sus ojos siguiendo cada uno de mis movimientos. 
Saqué un bol de fruta, exprimí naranjas y batí los huevos para hacerlos 
revueltos. 
- ¿Te ayudo?-me dijo y negué con la cabeza. 
-Déjame hacerte el desayuno por última vez-le contesté sin poder evitar 
lanzarle una mirada fulminante. Ella se encogió donde estaba pero no 
dijo nada. 
Cuando todo estuvo listo sobre la pequeña isla de la cocina la volví a 
coger y me la senté sobre mi regazo frente a la mesa. Su brazo me 
rodeo el cuello y mientras ella jugaba distraídamente con mi pelo le di 
de comer sumido en mis propios pensamientos. Ella comía lo que le 
daba, también distraída por lo que fuese que pasaba por esa cabecita. 
Era consciente que por muy buena cara que pusiésemos los dos, lo que 
había pasado anoche seguía presente como un fantasma deambulando 
alrededor. Nervioso, la cogí por la nuca y la obligué a echar la cabeza 
hacia atrás. Junté mis labios con los suyos, saboreando la naranja 
recién exprimida de su deliciosa boca. 
Se sorprendió ante mi arrebato pero me devolvió el beso. Su lengua se 
enroscó con la mía a la vez que mi brazo la rodeaba con fuerza 
atrayéndola hacia a mí. 
Cuando me aparté junté mi frente con la suya y nuestras miradas se 
encontraron. Tenía ese color miel que me derretía, y sentí la urgencia 
irracional de encerrarla en mi habitación y no dejarla salir. 
-Te amo, Noah... no lo olvides nunca. 
Su mirada brillo de esa forma tan increíble y dejé que sus dedos me 
acariciasen el rostro, las mejillas y mi labio inferior. 
Parecía estar perdida en sus pensamientos y cuando fue a apartar su 
mano la retuve y me la llevé a los labios. 
Besé cada uno de sus nudillos con cuidado y luego la obligué a seguir 
comiendo lo que tenía en el plato. 
Si antes estaba pensativa ahora la había perdido por completo. Pasaron 
algunos minutos hasta que se decidió a hablar. 
- ¿Si te pido algo... lo harás?-me preguntó entonces. 
-No -.Dije simplemente.



#13461 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, culpamia

Editado: 03.01.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.