NICK
No aparté los ojos de ella ni una sola vez mientras dejaba que hiciese
con mi cuerpo lo que quisiese. Esa frase podría significar el sueño de
cualquier hombre y nunca hubiese pensado que la utilizaría para dejar
que me dibujasen gilipolleces en la piel, pero observarla a mi antojo, así
como estaba haciendo en ese instante, no tenía precio. Estaba tan
concentrada en pasar la tinta por mi piel y en lo que fuese que estaba
escribiendo y dibujando que no era consciente de lo increíblemente
hermosa que me resultaba en ese instante.
Tenía las mejillas teñidas por un leve rubor y las pestañas húmedas por
haber llorado. Sé que no debería ser tan cabrón, pero amaba como se le
quedaban los labios después de llorar, me daban ganas de besarla hasta
que ya no quedasen horas.
Aproveché su distracción para empaparme de cada uno de sus gestos y
aproveché para acariciarle las piernas y los muslos con cuidado
mientras ella seguía inmersa en su tarea.
Cuando mi mano bajó demasiado de la cuenta, colándose en lugares
prohibidos sus ojos buscaron los míos y atajaron mis movimientos.
-Quieto ahí-dijo con una sonrisa divertida para después fijar su mirada
en mi muñeca. La dejé hacer mientras dibuja una última cosa en mi piel.
-He terminado-dijo entonces cerrando el rotulador con el capuchón y
bajando su rostro hasta poder besar ligeramente mis labios. Esto de
estar quieto durante tanto tiempo con ella medio desnuda encima de mí
había sudo una completa tortura.
Sujetándola por la cintura la hice rodar hasta que quedé encima.
- ¿Y ahora que se supone que tengo que hacer?-pregunté, sujetando mi
peso con los antebrazos para no aplastarla sobre el colchón. Su mano
subió hasta mi rostro y me acarició el pelo con cuidado.
-Salir ahí y mostrarle al mundo mi obra maestra-dijo con un brillo
divertido en la mirada. Apreté mis caderas contra las suyas, sintiéndola
tan débil debajo de mí, tan pequeña y tan increíblemente perfecta... Un
nudo se me atascó en la garganta cuando comprendí que estos
momentos no iban a producirse tan a menudo como yo quería. Iba a
tener que dejarla marchar, que viviese en la facultad rodeada de
gilipollas que pelearían por llamar su atención. De repente ni mis besos ni nada que ella pudiese decirme me resultaron suficientes para sentir
que nadie podría arrebatármela.
La pasada noche había soltado demasiadas cosas...y me arrepentía,
tenía que admitirlo, estaba bien abrirme a ella pero hasta cierto punto.
No quería asustarla, ni tampoco que pensase que para mí era un simple
juguete sexual, porque no lo era, la amaba, simplemente necesitaba
tenerla cerca, tocarla, sentir sus curiosos dedos sobre mi estómago o
aferrándose a mí espalda, sus dulces labios sobre mi piel, sentirla mía y
hartarme de esa conexión tan especial que teníamos juntos. Había
estado con cientos de chicas a lo largo de mi vida, había hecho cosas
con ellas que mejor ni mencionar y también las había tratado muy por
debajo de lo que se merecían y ninguna de ellas, ni una sola, me había
hecho sentir ni un cuarto de lo que Noah hacía conmigo con una simple
mirada.
Perderla... me dolía de solo pensarlo, me acojonaba de miedo, era un
sentimiento desgarrador que me oprimía el pecho, como si tuviese dos
gigantes sentados en mi corazón.
Desde que mi madre se fue, esa emoción desgarradora no había vuelto a
aparecer, me había cerrado tanto a los demás, me había negado tanto a
sentir algo... que ahora estaba expuesto, expuesto a que esa chica
increíble me rompiera el corazón.
Entonces me fijé en lo que había dibujado en mi muñeca y un cosquilleo
dulce y cálido se apoderó de todo mi cuerpo.
Era suyo... lo había puesto, lo había escrito en mi piel y comprendí que
nada me haría más feliz que pertenecerle en cuerpo y alma, en todos los
sentidos de la palabra.
Supe que mi mirada se había oscurecido, empañada por mis
sentimientos y por el deseo irracional de retenerla conmigo, a mi lado
para siempre. No podía controlar como me sentía ni como el amor por
ella seguía creciendo a pasos agigantados.
-Voy a dejar que te marches... por ahora-aclaré al ver que parpadeaba
sorprendida-pero sabes que esto no va a durar mucho, cuando quiero
algo, pecas... simplemente lo consigo, no me importa a quien tenga que
llevarme por delante.
Sus ojos se entornaron y se removió inquieta bajo mi cuerpo.
- ¿Me llevarías a mí por delante?
Su pregunta me distrajo por unos instantes.
-A ti te llevo en mi corazón, amor; no hay lugar más seguro que ese.
-¿No vas a ducharte?- me preguntó mientras me pasaba una camiseta
por la cabeza.
- ¿Es una indirecta sobre mi higiene o algo parecido?-dije sonriéndole a
las botas mientras terminaba de abrocharme los cordones.
Noah aún llevaba puesta mi camiseta y tenía el pelo revuelto. Siempre
llegábamos tarde y no podía entender como no aprovechaba que yo me
arreglaba para hacer ella lo mismo. Ahí estaba: sentada sobre mi cama
y observándome divertida.
-Creía que correrías a borrar mi Monet-dijo captando mi atención.
Sonreí y me coloqué frente a ella en la punta de la cama. Su pié
reposaba tranquilamente sobre las sabanas blancas, impoluto y
perfecto, como cada parte de su cuerpo.
-Llevaré estos dibujitos que has hecho con orgullo, pecas, los has hecho
tú, qué menos que dejarlos hasta que se borren-estiré mi mano y le
levanté el pié, colocándolo sobre mi pecho y masajeando su tobillo. Ella
me observó con perspicacia-Es más, este elefante que me has hecho
aquí-
dije levantando la camiseta y señalando uno de mis oblicuos-creo que
me da un aire varonil bastante interesante.
Sus ojos se quedaron allí donde mi piel estaba al descubierto y una
sonrisa burlona apareció en mi semblante. Tiré de su tobillo
arrastrándola hasta la punta de la cama, observando como la camiseta
se le subía hasta la parte inferior de los pechos.
Su estómago dulce y plano quedó libre para que pudiese contemplarlo
junto con su ropa interior de color blanco de encaje que me causaba
taquicardia.
- ¿Ves algo que te guste?-dije inclinándome y besándole tiernamente el
ombligo.
Observé como cerraba los ojos un instante. ¿Cómo podía oler tan
exquisitamente bien?
-Tú-contestó simplemente.
Pero no teníamos tiempo para eso; tiré de ella, con una sonrisa de
superioridad y la obligué a que me rodeara las caderas con sus piernas.
Tenía que sacarla de esa habitación.
Crucé el pasillo hasta entrar en la cocina. Sonreí y la coloqué sobre la
encimera. Hizo una mueca al notar el frío mármol sobre su piel. La dejé ahí mientras empezaba a sacar cosas de la encimera para prepararnos
el desayuno. Sentí sus ojos siguiendo cada uno de mis movimientos.
Saqué un bol de fruta, exprimí naranjas y batí los huevos para hacerlos
revueltos.
- ¿Te ayudo?-me dijo y negué con la cabeza.
-Déjame hacerte el desayuno por última vez-le contesté sin poder evitar
lanzarle una mirada fulminante. Ella se encogió donde estaba pero no
dijo nada.
Cuando todo estuvo listo sobre la pequeña isla de la cocina la volví a
coger y me la senté sobre mi regazo frente a la mesa. Su brazo me
rodeo el cuello y mientras ella jugaba distraídamente con mi pelo le di
de comer sumido en mis propios pensamientos. Ella comía lo que le
daba, también distraída por lo que fuese que pasaba por esa cabecita.
Era consciente que por muy buena cara que pusiésemos los dos, lo que
había pasado anoche seguía presente como un fantasma deambulando
alrededor. Nervioso, la cogí por la nuca y la obligué a echar la cabeza
hacia atrás. Junté mis labios con los suyos, saboreando la naranja
recién exprimida de su deliciosa boca.
Se sorprendió ante mi arrebato pero me devolvió el beso. Su lengua se
enroscó con la mía a la vez que mi brazo la rodeaba con fuerza
atrayéndola hacia a mí.
Cuando me aparté junté mi frente con la suya y nuestras miradas se
encontraron. Tenía ese color miel que me derretía, y sentí la urgencia
irracional de encerrarla en mi habitación y no dejarla salir.
-Te amo, Noah... no lo olvides nunca.
Su mirada brillo de esa forma tan increíble y dejé que sus dedos me
acariciasen el rostro, las mejillas y mi labio inferior.
Parecía estar perdida en sus pensamientos y cuando fue a apartar su
mano la retuve y me la llevé a los labios.
Besé cada uno de sus nudillos con cuidado y luego la obligué a seguir
comiendo lo que tenía en el plato.
Si antes estaba pensativa ahora la había perdido por completo. Pasaron
algunos minutos hasta que se decidió a hablar.
- ¿Si te pido algo... lo harás?-me preguntó entonces.
-No -.Dije simplemente.