NOAH
Me sentía como si estuviese flotando entre nubes blancas a mitad de un
atardecer. Sentía el calor de los rayos del sol en mi cuerpo y esa cálida
sensación de haber descansado tan profundamente, que mi mente
encontraba dificultades para hacerme regresar a la realidad. Estaba
calentita, además, por dentro y por fuera; ese frío que había sentido los
pasados días parecían haber desaparecido y cuando por fin fui capaz de
abrir los ojos lentamente, comprendí porqué.
Dos faroles celestes, preciosos y sensuales me devolvieron la mirada.
Sentí la urgencia de cerrarlos, tanta intensidad sin previo aviso no era
recomendable para mis ya de por sí hormonas revolucionadas.
Su mano, que estaba tranquilamente posada sobre mi espalda empezó a
trazar círculos sobre mi piel caliente.
-¿Cuánto llevas despierto?
Una sonrisa se dibujó en sus bonitos labios.
-Desde que empezaste a roncar, hará más o menos una hora.
Lo miré enfadada, cogí la almohada y se la tiré a la cabeza.
Mi movimiento resultó patético, ya que aun no estaba del todo despierta.
Rodé sobre la cama gruñendo y dándole la espalda. Su cuerpo se pegó
al mío sin esperar ni un segundo y me atrajo hacia su pecho. Juntó
nuestras manos frente a mi cara y observé nuestros dedos enlazados.
Ahora no podía verle, pero me entretuve con el jugar de sus dedos con
los míos.
-Te echo de menos en mi cama.
Yo también lo hacía, Dios, era lo que más echaba de menos.
Era increíble la de cosas que podían pasar sobre un colchón en una
habitación entre dos personas que se quieren, y no me refiero
simplemente al sexo, era de forma global, el lugar de las confesiones, de
las caricias a media noche, el lugar de la confianza, el lugar donde
todos los complejos se dejaban a un lado, al menos cuando se estaba
enamorado de verdad.
Existía algo mágico en dormir con alguien y compartir el lugar de los
sueños. Aunque no lo hubiese tocado esta noche, estaba segura de que
mi cuerpo y mi mente habrían estado tranquilos por saber que él estaba
cerca, simplemente lo habrían percibido...
Moví su mano hacia un lado y vi su tatuaje.
De repente me encantó ver esas palabras en su piel. Me gustaron de
verdad, porque yo las había escrito, era yo la que lo impulsaba a hacer
esas locuras, porque estábamos enamorados... perdidamente
enamorados.
Anoche cuando bailamos y sentí el latir de su corazón junto a mi oído...
fue algo tan especial que me dio miedo que se acabase. No quería que
ese momento terminase, por eso mismo aguanté hasta que mis ojos y mi
cuerpo perdieron la batalla. El Nick de anoche, había sido el Nick de
quien me había enamorado tiempo atrás, el Nick que amaba con locura.
Era en esos momentos cuando comprendía que éramos perfectos el uno
para el otro, lo éramos, si la vida no nos hubiese dado tantos golpes,
sobretodo siendo tan jóvenes. Quería pensar que podíamos dejarlo
atrás, que si seguíamos luchando, sacaríamos esto adelante, de verdad
que es lo que más deseaba en este mundo y estaba dispuesta a dar todo
lo que fuese necesario.
Pero entonces, ¿por qué no podía quitarme de la cabeza que lo que
había pasado anoche al igual que este momento íntimo entre los dos
esta mañana, era la calma que le precedía a la tormenta?
Nick obligó a mi cuerpo a girarse para así él poder colocarse encima de
mí.
-Estás muy callada... no decía en serio lo de los ronquidos, sabes que no
roncas.
Sonreí y levanté la mano para quitarle un mechón de pelo que le caía
sobre los ojos.
-Me gusto mucho bailar contigo anoche.
Me regaló una sonrisa, esa sonrisa que me encantaba y que pocas veces
dejaba salir a la luz.
-Te dije que era un bailarín excelente.
Puse los ojos en blanco.
-Engreído debería ser tu segundo nombre.-dije quitándole la cara
cuando bajó para besarme. Me reí cuando me apretó las costillas,
consiguiendo que saltase por las cosquillas.
-No tengo segundo nombre, los segundos nombres son para
blandengues.
-Yo tengo segundo nombre, listo.
Escondió su cara en mi cuello y noté como se reía de mí a mi costa.
-Noah Carrie Morgan, madre mía, tu madre seguro que estaba
borracha.
Le empujé con todas mis fuerzas, pero no se movió ni un ápice.
-Capullo-dije rindiéndome y dejando todo mi cuerpo laxo, sobre el
colchón.
Entonces se calló, se incorporó y me observó fijamente.
-Amo todos tus nombres, pecas.
Me besó la mejilla y me liberó de su prisión. Cuando ya no lo tuve
encima pude bajarme de la cama. Necesitaba una ducha.
Cogí las cosas que necesitaba mientras Nick se vestía a mi lado,
observándome de reojo. Estaba repentinamente callado y lo observé con
curiosidad. Justo cuando iba a salir de la habitación para encaminarme
al baño, me cogió por la mano y tiró de mí mientras él se sentaba en el
borde de la cama. Me cogió por la cintura y levantó la cabeza para
mirarme durante unos segundos.
-Tengo que decirte una cosa... y no quiero que te enfades.
Fruncí el ceño y lo observé con recelo.
-No voy poder ir solo a la gala de mañana.
Vale, creo que eso era lo último que había esperado que dijese.
-¿Qué quieres decir?
Era claramente consiente como el tono de mi voz había cambiado
notablemente, es más la temperatura de la habitación bajo unos cuantos
grados en un instante.
Nick parecía estar sopesando como seguir con lo que fuera que tenía
que decirme, y mientras tanto mi estado de ánimo cambiaba a pasos
agigantados.
-Por favor, Noah, no quiero que esto sea un problema porque en
realidad es una estupidez...