Capítulo 13: La institutriz, las flores y la caza
Eso es, recuerda, retuércete de frustración.
Si así te afectan unas palabras, no puedo esperar a que la bestia dentro de mí inicie su temporada de caza.
Las semanas transcurrieron mientras Freya se sometía a un riguroso entrenamiento para sustituir a su hermana Aldara. Lady Eliza, la institutriz, supervisaba cada detalle, pues el rey no permitiría que una “plebeya” deshonrara el nombre de su hija. Los primeros días estuvieron dedicados a la elegancia y etiqueta en la corte. Con la severidad de un general, Lady Eliza, curiosamente antigua tutora de la reina Gadea, imponía su disciplina sin miramientos. Cada error de Freya se castigaba con horas de pie, en tacones y con un libro en la cabeza.
Si bien era de esperarse de la mujer, Freya no podía realizar todas esas tareas con el perfeccionismo al que estaba acostumbrada. Katrina le había advertido sobre la influencia de la reina en la maestra, quien, por supuesto, había demostrado su disconformidad desde el primer momento en que vio a Freya. Gadea, sin encontrarse con ella por los pasillos del palacio, parecía haber decidido hacer de la instancia de la joven un tormento; por supuesto, empezando con el desdén de Lady Eliza y sus constantes arrebatos, con los que parecía disfrutar poniendo a prueba la paciencia de la joven. Freya, mordiéndose la lengua, tragaba todo aquel instinto en coger su hermosa espada y apuntarla hacia la maestra.
— ¿Es que no eres capaz de realizar ni el paso más sencillo? —Había dicho Lady Eliza con tono condescendiente y con una larga vara en la mano—. Una verdadera princesa no cometería semejantes errores.
— Lo siento —murmuró Freya dentro de su papel inocente.
— Las disculpas no te ayudarán a mejorar, señorita. Debes esforzarte más si deseas convertirte en la princesa que se espera de ti. ¿Es esto lo que piensas mostrar? —La maestra negó con la cabeza caminando alrededor de Freya y golpeando la vara sobre su otra mano—. Deberían regresarte al basural de donde te sacaron.
— Prometo que mejoraré en esto —había dicho Freya, negándose a bajar la mirada ante la señora.
— ¡Me haces perder el tiempo, muchacha! ¿Acaso crees que una simple plebeya puede transformarse en una princesa con solo unos vestidos elegantes? Te falta gracia, elegancia y, sobre todo, dignidad. Eres como un ratón intentando comportarse como un león. ¡No servirías ni para limpiar los zapatos de la verdadera princesa! Tal vez la vida en las calles es tu lugar, después de todo.
Sí, había nacido en la calle, sin ropa, sin juguetes, sin comida, en condiciones miserables. Lo aceptaba sin negar su pasado, pero no toleraba el desdén con el que aquella mujer intentaba humillarla. No por ella, sino por el esfuerzo de su madre. Eva les había enseñado a ella y a su hermana a leer, a comer con cubiertos improvisados de ramas, a usar trapos como servilletas y cartones como platos. Había sido una maestra ejemplar, inculcándoles modales y dignidad, como si fueran princesas. En Mitrios aprendió de su madre, pero en Nepconte afianzó sus conocimientos, preparándose para enfrentar situaciones como esta, en la que estaba destinada a convertirse en una supuesta princesa.
— Deberías sentirte agradecida de que alguien como yo te esté instruyendo. En mi época, la reina Gadea era mi alumna, y no le permití cometer ni un solo error. Pero contigo, parece que estoy perdiendo mi tiempo. ¿Crees que solo por vestirte como una princesa te convertirás en una? ¡Esos vestidos son un insulto a la nobleza! Y tu rostro, por los dioses, una verdadera vergüenza para el reino, no podría imaginar lo horrible que es tu linaje.
Freya apretó su mandíbula con fuerza, sus labios formaron una línea firme en su rostro. Mientras continuaba caminando, su mano se deslizó disimuladamente hacia el lugar donde llevaba escondida una pequeña navaja. La sintió fría y reconfortante en su palma, lista para ser utilizada si la situación lo requería. Sin embargo, antes de que pudiera sacar la navaja de sus ropas, el sonido de una espada cayendo al suelo llamó su atención. Freya giró la cabeza para ver a Bronson, el ahora guardia asignado a su protección, inclinándose para recoger su espada "accidentalmente" caída. Sus ojos se encontraron por un instante, y en esa mirada, Bronson le envió un mensaje claro mientras movía levemente la cabeza en negación. Finalmente, Freya dejó su navaja y continuó con las lecciones.
Por otro lado, los días se sucedían en el palacio de Garicia y, con cada amanecer, Freya enfrentaba un nuevo desafío en su formación. Además de las duras lecciones de etiqueta, el lenguaje se había convertido en una parte esencial de su entrenamiento, puesto que, en su actuar, ella había adquirido el lenguaje coloquial de la clase baja del pueblo que Lady Elisa y el rey deseaban erradicar de su actuar. Si bien tenía ganas de alargar su preparación y tratar de pasar más tiempo en aquel palacio, analizando y evaluando a sus víctimas, Freya no daba razones para pensar que había adoptado un tono de voz suave y melodioso que Lady Eliza requería.
— Tu acento es un desastre y tu pronunciación sigue siendo pobre. No importa cuánto practiques, nunca serás una verdadera princesa. —recorrió el salón con pasos rígidos—. Tu voz es como un chirriante graznido de cuervo. ¿Crees que puedes engañar a la corte real con eso? —La maestra de etiqueta dejó escapar un suspiro exasperado—. A veces me pregunto si este esfuerzo vale la pena. —Hizo una pausa y luego continuó—. Pero, supongo que no tengo elección. La reputación de los reyes depende de ti. Sigamos con la lección, pero no esperes que sea indulgente contigo.
Lady Eliza corregía cada mínimo error de Freya, recordándole una y otra vez que nunca sería lo suficientemente buena. Sin embargo, cuando el rey entraba al salón, su actitud cambiaba drásticamente: se volvía paciente y comprensiva. Herald apenas se quedaba unos minutos, solo lo suficiente para evaluar su progreso y observar su rostro con detenimiento. Mientras la reina seguía rechazándola, el rey, impulsado por su insistencia, decidió acelerar su entrenamiento y hacerla convivir con su familia. Así, semanas después, Freya se cruzó con las hijas de Gadea: Eloise y Eda.
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Editado: 16.02.2025