Cupidalentín (libro 3 Final)

XII

Betty se mueve con prisa por los pasillos vacíos, sintiendo la presión del tiempo en cada latido acelerado de su corazón. Faltan apenas veinte minutos para que inicie el evento. Su misión es clara: encontrar las llaves de las cadenas de Ángela antes de que sea demasiado tarde.

Llega a la cocina y encuentra el lugar desierto. Todas están en la planta baja, atendiendo a los clientes. Aprovecha la soledad y comienza a buscar con desesperación. Se estira hacia la parte superior de la nevera, sujeta su borde con las yemas de los dedos y palpa a ciegas. Solo encuentra la llave de la puerta. Frustrada, maldice entre dientes y sigue explorando con más apremio. Se inclina sobre la encimera, revisa los cajones y, al girar la vista, su mirada se detiene en los portacuchillos. Ahí están.

Sin perder más tiempo, toma las llaves y, por petición de Ángela, un cuchillo. Su agarre en la empuñadura es firme, y su respiración se entrecorta mientras se gira y corre hacia la puerta de las provisiones.

Cuando abre la puerta, Ángela ya la está esperando. Una sonrisa torcida se dibuja en su rostro herido, aún marcado por los golpes y el dolor. Su piel pálida contrasta con las manchas de sangre seca en su ropa. Su cabello rizado es un desorden de nudos y suciedad, pero su mirada… su mirada es lo que hace que Betty se detenga por un instante. Hay algo en esos ojos oscuros que le resulta familiar, una chispa que le recuerda algo, aunque no sabe qué. Sacude la cabeza, enfocándose en la tarea. No hay tiempo para distracciones.

Con manos temblorosas, introduce la llave en el candado y lo gira hasta que emite un chasquido metálico. Uno a uno, los grilletes ceden, y Ángela libera sus muñecas con un suspiro de alivio. Se pone de pie, pero sus piernas tambalean. Su cuerpo débil lucha por sostenerse después de tanto tiempo sometido a la inmovilidad y la violencia. Aun así, su espíritu no muestra señales de rendición.

Ángela cruza la puerta con paso errático, su silueta magullada proyecta sombras temblorosas en las paredes. Betty la sigue rápidamente, acercándose para darle instrucciones.

—El espectáculo dura solo cinco minutos —susurra con apremio—. Debes hacerlo rápido.

Ángela ladea la cabeza y la observa con esa misma sonrisa maliciosa. Pero esta vez, Betty no siente solo un escalofrío; siente furia, siente un fuego ardiendo en su interior, una sed de venganza que la consume. Su piel se eriza, no por miedo, sino por la anticipación de lo que está por venir. Ángela nota ese brillo oscuro en su mirada y asiente con satisfacción. Le gusta lo que ve. Esta no es la misma Betty temerosa de antes. Esta es una Betty dispuesta a hacer arder el mundo.

Ángela se apoya contra la pared, con la respiración entrecortada. Su cuerpo le pesa, pero su mente está más afilada que nunca. Levanta la mirada hacia Betty, quien la observa con atención, esperando instrucciones.

—Voy a esconderme en el baño de aquí —dice, señalando la puerta a su izquierda—. En treinta minutos saldré y empezaré a quemarlo todo. Recuerda correr hacia la ventana al lado del bar. Yo me encargaré de la entrada principal y todos los demás accesos.

Betty asiente, sintiendo el corazón latirle con fuerza y furia en el pecho. La seguridad en la voz de Ángela es escalofriante, pero no hay marcha atrás. Se gira y sale rápidamente de la cocina, dirigiéndose al vestidor.

El espectáculo está a punto de comenzar.

El salón principal ha sido decorado con luces cálidas y guirnaldas de corazones rojos. Sobre cada mesa hay pequeños candelabros, copas y botellas de vino barato. Un escenario improvisado ha sido colocado en el centro, con cortinas de terciopelo raídas que intentan darle un aire de elegancia al evento. La atmósfera está cargada de perfumes dulzones y el murmullo constante de clientes ansiosos por la presentación.

Uno a uno, los hombres van llegando. Entre ellos, se encuentra Néstor, quien entra haciéndose pasar por personal de limpieza. Su mirada se mueve rápidamente entre las chicas, buscando a Betty, pero no la ve. En su lugar, encuentra a su compañera de trabajo sentada junto a un hombre alto, flaco, de cabello largo hasta los hombros. Apretando los dientes, sigue recorriendo el lugar con la vista, buscando algún indicio de la presencia de Betty.

Aún no tiene un plan claro para sacarlas de ahí. Solo necesita confirmar que están bien. Pero Betty no está entre las chicas que atienden a los clientes en las mesas. Suponiendo que Betty podría estar dentro de alguna de las habitaciones de servicio esperando clientes, Néstor comienza a abrir puertas, quedándose durante unos minutos en cada habitación para simular que las está arreglando. Sin embargo, todas están vacías. Frustrado, está a punto de abrir otra habitación cuando la música cambia de repente. El volumen sube, y una voz femenina llena el aire. El sonido lo golpea como un latigazo, dejándolo inmóvil.

Intrigado, da media vuelta y dirige su atención al espectáculo que acaba de comenzar. Sus ojos se ensanchan de asombro al ver a Betty en el escenario, dejándolo completamente atónito.

Vestida como un Cupido angelicalmente sexy, con enormes alas en la espalda, lleva puesto encajes y transparencias que asemejan un babydoll blanco, su figura destaca entre las luces del escenario. Los tacones altos le otorgan una elegancia peligrosa, una belleza mortal. Sus movimientos son gráciles, cada gesto está calculado para atrapar miradas, para hipnotizar.

Néstor avanza por el borde del salón sin apartar la vista de ella. Algo en su expresión le hiela la sangre. No es solo una presentación, parece una declaración.

Embelesado, no nota el obstáculo frente a él y tropieza, cayendo al suelo con un golpe sordo.

Cuando levanta la vista, su corazón se detiene. Es Ángela. Su Ángela.

No es la bruja de rostro quemado que vio aquella última vez, ni la joven de piel tersa y radiante que recuerda del inicio del año escolar. Se parece, pero no lo es. Frente a él, su cuerpo magullado tiembla levemente. Sus ojos hundidos delatan el agotamiento, su cabello es un caos de rizos enmarañados y su piel está marcada por hematomas y suciedad. Es una sombra de lo que fue, incluso siendo bruja.



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En el texto hay: asesinatos, estudiantes, violencia

Editado: 08.03.2025

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