Cupido apunta muy cabrón

CAPÍTULO 1. Carta sin correa, es de quien la vea.

Las acciones siempre tienen una consecuencia, René sabía perfectamente eso, pero no sabía que su consecuencia de hacer enojar a Thiago sería un chicle en su cabello, al principio para él fue gracioso, ver como esta se tocaba su cabello, mientras reaccionaba asqueada era una broma de niños pensó, pero lo que lo freno en seco fue ver sus lágrimas, ella estaba llorando por su hermoso cabello largo arruinado.

Él fue llevado inmediatamente a la dirección, pero en cambio René se quedó llorando en su salón triste y sola, odiaba el hecho de que se burlaran de ella, sus cachetes se ponen rojos del coraje, cuando mira un niño sentarse enfrente de ella, este tomaba soda.

—¿Por qué lloras? — Pregunta el chico tomando más de la bebida roja, sabor a fresa.  

—Me pegaron un chicle en el cabello — Gimotea, mientras agacha su cara. Escucha un ruido raro, y al levantar la cara, mira como este tenía un hielo en su mano, toma la zona afectada para ponerla con delicadeza sobre el chicle.

—Mi mamá arregla cabellos. Siempre he mirado que hace esto — René automáticamente dejo de llorar, como si eso hubiera sido suficiente para ella —. Me llamo James.

La madre de René llega en menos de lo que espera para acudir al auxilio de su hija, quien no se encontraba tan mal como las maestras dijeron. El cabello tuvo que ser cortado, pero a ella le importo menos, había ganado a un amigo, o eso creyó cuando los años pasaron y la amistad se transformó en amor.

—¿Estas segura? — Le pregunta la mejor amiga de René, Enea. La chica había sido la primera en darse cuenta del amor que tenía su amiga, hacia al otro, por lo que no dudaba en ayudarla en su intento de confesarse en el día más romántico y para nada cliché de todos: San Valentín.

Esta dudaba, tenían seis años conociéndose, no quería arruinar la relación que tenían, pero tampoco se quería quedar como un hubiera. Esta saca la carta, decida hacerlo, pero el sonido de la puerta hace que la arroje lejos.

Ambas disimulan un poco al ver que James se acercaba a ellas, en sus manos tenía un ramo de peonias, el chico se acerca a estas, tratando de disimular lo nervioso que estaba por lo que iba a hacer. Para René no podía imaginar algo más perfecto que esto.

—Ni te burles Renata — Esta solo se ríe estaba a punto de llorar de la felicidad.

—¿Son para René? — Pregunta Enea dándole un codazo a la chica, para que se acercara.

—Ya quisiera la loca — Si se pudiera escuchar el sonido exacto de esa escena, sería el corazón roto de René —. Son para Monique…

—¿Quién es Monique? — Pregunta René sentándose pues se sentía que se iba a caer.

—La capitana del vóley femenil… A falta de jugadores para competir jugábamos contra las mujeres, y nos acercamos más, y… — Este le da las flores para que René las cuide —. Ya te había hablado de ella.

—Si, pero no sabía que te gustaba — Hacia su mayor esfuerzo por evitar a que sonara como reclamo, pero estaba herida.

—No es algo fácil decirlo ¿Sabes? — Bromea con ella, pues la miraba algo pálida —. Pensé que ya lo sabías, eres mi mejor amiga.

—¡Ay! ¡Tienes razón! Deja saco mi bola de cristal para saber más cosas — El chico se ríe quitándose su sudadera, despeinándose en el transcurso.

—¿Cómo me miro? ¿Crees que le gusté?

René se pone de pie, para acercarse a este, acomodando su cabello, y el cuello de su camisa, este desprendía su perfume más fuerte que otras ocasiones, sin duda se había esmerado tanto en esto, que lo único que le quedaba hacer era apoyarlo.

—Lo amará.

Este le sonríe, ya se iba a ir, pero se regresa para despedirse de René, se pone delante de ella, estirando su mano, la sujeta con la mano derecha mientras chocan su cadera, para luego con la izquierda, con las manos hacen una pistolitas, riéndose como cómplices, añadiendo James un golpe en la cabeza.

—Rómpete una pierna, Brain — El chico sola la mira sonriendo.

—Gracias giggles — Era la forma en la que estos se llamaban de cariño, sabiendo que era la última vez que tal vez se referirían a ambos de esa manera. El siempre seria el cerebro y ella las risitas.

Cuando este sale, es cuando René cae al piso, sentía el corazón tan pesado, enserio le dolía, se cubre la cara sintiendo la vergüenza recorrer todo su cuerpo. Ni siquiera se había confesado y ya la había rechazado, pero el lado bueno, es que no leyó la carta. ¡LA CARTA!

—Enea… ¿Dónde quedo la carta?

—La arrojaste — Sin duda no estaba siendo el día de ella.

Ambas se ponen a buscar la carta, ¿Como es que esta lo arrojó? Y ¿Hacia dónde? Ni siquiera se había dado cuenta de que lo había hecho, se sentía un poco molesta con ella misma, pero también frustrada. Ella estaba en el piso, de espalda a la puerta, mirando debajo de los asientos. La puerta se abre, lo que hace que voltee mirando a Thiago recargado en el marco, mirando a la chica.

—Quita esa maldita sonrisa, estúpido.

A pesar de que lo había perdonado por el chicle en el cabello, estos se llevaban como los perros y gatos, no se odiaban, pero tampoco eran mejores amigos. Y si era posible, había días que ni se hablaban.




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