Cupido apunta muy cabrón

EXTRA

Thiago se encontraba nervioso tratando de ajustar unas luces colgantes, habían pasado dos meses del accidente y aún su cuerpo no se acostumbraba del todo a los movimientos bruscos por lo que sus movimientos eran un poco rígido, y si le sumaban que estaba nervioso la combinación empeoraba.

El no era de planear citas, prefería las cosas que se daban de manera espontanea, pero siempre quería sorprender a René, por lo que se limpió las manos sudadas contra el pantalón, al mismo tiempo que se acomodaba la camisa por tercera vez, fajándose con torpreza y maldijo en voz baja por eso no era lo suyo. Toda su vida había usado ropa pero por primera vez le molestaba no saber la diferencia entre blusa, camisa y camiseta. Solo sabía que las camisas se usaban abiertas sobre las camisas y punto. ¿O tal vez era al revés?

Su cerebro se había fundido por completo. Era catorce de septiembre es decir habían pasado siete meses desde aquel falso san Valentín que los obligo a mentir sobre su relación, solamente que ahora no era mentira.

René no era solamente la chica de las risas rápidas, ni la mejor amiga del chico al cual le robo la carta sin saberlo. Era mucho más que la chica del cabello castaño que se enojaba con facilidad y lo insultaba con una creatividad que tendrías que ser demasiado astuto para darte cuenta de lo que decía era un insulto. Era esa chica con la que pensó en la posibilidad de tener algo distinto.

Así que planeó todo. Una cita de verdad, que nació del simple necesidad de decirle “Me gustas”. Había puesto un mantel de cuadros sobre el pasto, en donde acomodo una caja de pizzas, algunas sodas heladas en una hielera vieja que había robado de la casa de James, preparado un playlist con las canciones favoritas de René (Sí, incluso había puesto a Morat), armado un centro de mesa con peonias que le costaron toda la mañana encontrar e incluso había contratado a un par de chicos para que cerraran la sección del parque en donde estos iban a estar.

Nada debía de salir mal pensó, cuando la vio llegar.

René apareció con una sonrisa torcida, esa que usaba cuando estaba a punto de burlarse de él, usaba una chaqueta de mezclilla sobre una camisa azul marino y un pantalón levis, su cabello se encontraba realmente alborotado. Se le veía hermosa. Ella siempre se veía hermosa, pero ese día tenía una luz especial. O tal vez ya la miraba con otros ojos desde hacía mucho.

Negó con la cabeza riéndose como si ya supiera que la estaban esperando con algo ridículo.

—Llegas tarde, Renata.

—¿Tarde? Me dijiste que viniera cuando quisiera después de las seis. Eso es un error básico si estás saliendo con una mujer.

—Error número uno: Pensar que no lo sabía — Respondió este exhalando.

Ella se detuvo al ver la escena. Las luces parpadeando ligeramente algunas casi tiradas en el piso, el mantel sobre el pasto que si no fuera por la caja de pizza ya se abría volado, las sodas tibias sobre la hielera robado y lo más lindo, peonias en el centro, algunas marchitas por el clima. No era algo perfecto, pero era justo como Thiago, improvisado y caótico.

René soltó una carcajada.

—¿Qué clase de picnic apocalíptico es este? ¿Me vas a pedir matrimonio con una pizza tibia y soda helada? O ¿Es que me vas a asesinar?

—No lo descartes. Si sobrevives a esta cita, tal vez. Y no estoy hablando de pedirte matrimonio eh.

René se acercó a este dándole un pequeño beso en el cachete.

—¿Es esto una cita? ¿De verdad? — Pregunto con media sonrisa —. ¿O estas ensayando para que una de tus “verdaderas” novias venga a arruinar el picnic?

—Si esto es un chiste sobre alguna de mis ex, te juro que me voy a levantar y te voy a dejar aquí.

—Serias incapaz de dejarme sola cuando esta oscureciendo — Este la miro sonriendo, sabiendo que era verdad, le paso una de las sodas mientras se ponía desde la posición de ella, viendo la realidad. Sin duda le había salido todo mal, esta le sostuvo la mano con fuerza —. No puedo creer que todo esto lo hiciste tu solo.

—Hubo un mapache involucrado, pero lo soborne con una galleta. ¿Te gusta?

Esta lo jalo para sentarse sobre la manta. Sin duda pensó que Thiago le tenía algo como esto planeado pero la realidad había superado su imaginación, la sensación de que había estado en su cabeza hasta el último momento en el que se encontraron.

—Me encanta.

El se sentó a su lado, sin dejar de sonreírle. Thiago le paso una lata de soda, pero las que estaban hasta el fondo, se la entrego abierta mientras que le sonreía.

—Salud, por nuestro primer San Valentín no falso.

—Es septiembre.

—Demonios, Renata. Dejate llevar.

Esta soltó una carcajada. Le encataba verla así: natural, burlona, con los ojos brillando con tal destello que te atraía. Para el este momento era más que especial, era lo que le reafirmaba el deseo de querer estar con ella.

—¿Te acuerdas de cuando me llamaste “naco”? — Pregunto sacando de atrás del árbol su guitarra.

—Claro que sí…

—Sí, bueno… Este naco aprendió un par de acordes nuevos.

Su mano tenía un ligero temblor desde el accidente, trataba de no forzarla demasiado, pero se sentía frustrado de que le resultaba difícil acomodar los dedos para el primer acorde. Lo había practicado toda la semana anterior, por que en este preciso momento no le salía.




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