Cupido Otra Vez

Capítulo 37


—¿Se puede saber que hacías? —pregunté, sintiéndome igual que Jane cuando se pone en plan hermana mayor responsable.

Habíamos tenido que refugiarnos en casa de Adrian, pero la noche ya había llegado y pronto mamá comenzaría a preocuparse.

—Les traje un tentempié —anunció la mamá de Adrian, apareciendo con una bandeja que contenía pastel, tres tazas, café y té.

Reconozco que a esas alturas mi estómago se sentía vacío, así que fue el mejor regalo de la tarde.

—Gracias —dije.

—No es nada.   Es primera vez que mi hijo trae amigas a casa, todavía no comprende la importancia de su legado.

La enorme sonrisa de la mujer contrastó con mi asombro.  Cuando se retiró, miré a Adrian, pero él seguía tan impasible como siempre.

—Ignórenla, yo siempre lo hago —comentó.

No me costaba trabajo fingir que nunca apareció, pero aún así, fui la primera en tomar un trozo de pastel de frutas y servirme algo de té.

Ada todavía no podía salir de su conmoción, así que tomé su taza y la llené de café, suponiendo que eso podría traerla de vuelta a la vida.  Se la entregué y ella bebió un gran sorbo, como si fuera agua.  Sus ojos se exaltaron aún más, y sus manos temblaban, pero por fin abrió la boca.

—Yo solo quería hacer mi tarea —balbuceó.

Adrian frunció el ceño, confuso, mientras que mi cerebro no podía creer la conclusión a la que había llegado.

—¿El informe de la clase de Mitología? —pregunté.  Ada asintió.

—Mi mamá me dejó una carta, decía que los dioses existen y están entre nosotros —explicó—.  Sonaba muy loco, pero cuando vi el taller en la oferta académica se me ocurrió que podría aprender un poco más y una cosa llevó a la otra.

—¿Quién es tu madre? —preguntó Adrian.

—Su nombre era Emma Wander, falleció en una accidente —confesó, sacando una fotografía de su bolsillo.

Miré a la mujer que aparecía en la imagen, era casi idéntica a su hija, tenía unos ojos grandes y vivos, el cabello le caía suavemente sobre los hombros y vestía con formalidad, como si viniera saliendo de una importante reunión.  Di vuelta la tarjeta y detrás encontré una inscripción: "Los dioses griegos nos escuchan".

—Lo lamento —dije, solo porque me parecía correcto y no sabía qué más agregar.

—Cuando conociste a Apolo y luego a Eros sacaste las conclusiones —señaló Adrian. 

—Al principio me costó creerlo, pero investigué un poco más y comencé a descubrir cosas. Aun así era difícil, todo parecía tener sentido y a la vez no, habían cosas que solo sucedían sin explicación, pero luego todo volvía a estar en orden, como cuando desaparecían de la nada y luego solo estaban un poco más lejos de lo que creí, como si se me hubieran perdido al parpadear.  Tenían propiedades, pero nunca los vi ir a casa, sus vehículos siempre estaban donde los necesitaban.  Una parte de mí creía que me estaba volviendo paranoica, la otra tenía la necesidad de buscar más allá.

—Debes tener cuidado con esa curiosidad, los dioses tienden a eliminar a los humanos que les estorban, como seguramente sucedió con tu madre —expuso Adrian.  Le di un codazo, para que midiera sus palabras, pero él ni se inmutó—.  Sólo digo la verdad.

—¿Y qué pasará conmigo? —preguntó Ada.

Miré al descendiente de Hefesto, buscando una respuesta.

—No lo sé —contestó, tan frío como siempre.

—¡¿Qué?! —chilló Ada, poniéndose de pie—.  ¿Cómo que no sabes?

—No te quejes, yo no fui quien se metió donde no lo llamaban.

—Solo estaba haciendo mi tarea —musitó, asustada—.  Tienes que ayudarme.

Di un paso hacia él e intentó tomar sus manos, pero la esquivó.

—Tú solo quería satisfacer tu curiosidad.  Jugaste con fuego y te quemaste, no tengo por qué responsabilizarme de errores que yo no cometí.

—Adrian, no seas tan duro —intervine—. Quizás... ¿Cómo sabías qué flecha lanzar?

—El otro día papá me pidió que le hiciera espacio en el taller para hacer algo muy importante. —Miró a Ada dubitativo, no quería que ella escuchara, pero ya que no podía solo echarla, continuó hablando de todos modos—, ahora que se está separando de mamá no tiene un lugar estable donde trabajar.  Lo vi marchar con una flecha dorada, tenía un sello distinto a todas las que había visto antes, era más grande y refinada, me dieron ganas de tocarla.  Pocas cosas relacionadas con los dioses me producen esa curiosidad.



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En el texto hay: mitologia, amor, cupido

Editado: 30.05.2019

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