Decir que me sentía nerviosa se quedaba corto, la verdad, estaba histérica. Esta era la conversación familiar que había evitado todo este tiempo, y ahora que había llegado el momento de tenerla, sólo quería salir corriendo y esconderme.
Sabía que Peter no llegaría en un buen rato, ya que tenía turno casi toda la tarde, pero no así Jane. Ella volvería, en cualquier momento, porque esa mañana me había asegurado de preguntarle si regresaría a casa a medio día.
—Quizás no vuelva —Me dije—. Tal vez cambia de parecer y... ¡Ah! —No pude evitar gritar apenas vi que la puerta del departamento se abría, dejando entrar a mi queridísima hermana—. ¡Jane!
—Sí... ¿Todo bien?
—Yo sí, perfecto, de maravillas. ¿Por qué?
—Porque si no te conociera creería que tienes a un chico escondido en tu cuarto.
No supe que responder, pues no estaba segura si el portal que Eros había creado contaba.
Sin reparar en mi expresión culpable, Jane dejó sus llaves sobre la mesa y fue por un vaso de jugo a la cocina. Nuestra casa era suficientemente pequeña como para escuchar lo que hacía, y por algún motivo, me llenaba de ansiedad.
Cuando volvió, tomé toda mi valentía, y con el corazón en la mano, hablé:
—Quiero contarte algo.
Los ojos azules de mi hermana repararon en mí, a la espera de mi explicación. Todavía no decía la parte más difícil y ya sentía que un nudo invisible me ahogaba.
—¿Qué? —inquirió ella, al notar que no me atrevía.
—Es que el día en que te fuiste, ósea cuando papá se fue, no todo pasó como él te lo contó. Es decir, yo... Tienes que saber que no quería, pero no podía dejar que lastimara a mamá y yo...
Jane se puso de pie y sin dejarme terminar mi horrible explicación, me abrazó con fuerza.
—Ya lo sé —susurró, acariciando mi cabello—. Mamá me lo contó.
Sentí que las vigas del techo se me caían encima.
—¿Cómo que te contó? —pregunté.
—No soy tonta, Liz. Vi cómo te trababa, escuché grabación, todo lo que dijo —explicó—. Saqué mis conclusiones y mientras estabas en urgencias, recuperándote de las heridas que te propinó, le pregunté.
Decir que estaba sorprendida era quedarse corto, me había quedado sin palabras.
Después de tanto tiempo conteniendo la dolorosa verdad que amenazaba con enloquecerme, me había llevado la respuesta más inesperada de todas.
Ni siquiera había tenido el valor de comentarle a mi mamá lo que iba a hacer, para que sus quejas y llantos no se llevaran la poca valentía que había logrado juntar. Y ahora, lejos de respirar aliviada, me sentía tremendamente confundida.
—¿Y por qué no me lo dijiste? —inquirí, apartándome de sus brazos.
—No quería presionarte, ni tampoco sabía cómo tratar el tema, así que decidí esperar a que tú decidieras —contestó.
—¿Y si nunca lograba hacerlo?
—Pues no lo sé —musitó.
—¿Y qué pasa si todo se salía de control? ¿Si otra vez pasaba algo y yo... O tú...? —Ni siquiera era capaz de terminar mis propias frases de lo sorprendida que me encontraba—. ¿Ibas a esperar que todo cayera por su propio peso?
—Más o menos lo que estabas haciendo tú, ¿no?
Su rápida respuesta me dejó sin palabras, me habría gustado tomármelo como una ofensa, pero en realidad, sentí culpa.
—No debí haberte mentido, disculpa —dije, de corazón.
—No, yo también lo lamento. Si hubiera sido un poco más lista no habría pasado, todo lo que quería era escapar de esa realidad y acabé cegándome a lo que estaba sucediendo frente a mis ojos. No sé en qué momento tuve la estúpida idea de que todo podría arreglarse.
—Es normal tener esperanzas –señalé.
—Sí, pero no era suficiente. No debí sentarme a esperar el cambio, cuando era obvio que no sucedería. Creí que si me iba lograría alejarme de los problemas, pero escapar nunca ha sido una solución. —Su voz sufrió un ligero quiebre—. Debí haber sido más fuerte, o un poco más valiente, para tomar las riendas de mi vida y decir lo que me molestaba. Eso sí produce verdaderos cambios... Pensé que te protegía, pero en realidad, tuve que haber sido un poco más como tú, la hija que acusaron de rebelde por decir lo que le molestaba, y no como yo, la niña que etiquetaron de perfecta por guardarse lo que realmente pensaba.
El nudo en mi garganta se tornó demasiado intenso y antes de darme cuenta, las lágrimas se derramaban por mis ojos.