Cupido Otra Vez

Capítulo 13

Ese día, no pude asistir a clases temprano, porque me apersoné en la Fiscalia junto a Jane, para prestar nuestra declaración de los hechos. 

Fue un alivio poder deshacerme de todos los secretos que había guardado durante tanto tiempo y dejarlos en manos de alguien que podía hacer algo para que no volviera a repetirse y se condenara esa injusticia que viví. Cuando abandoné el edificio, una sensación de paz me invadió, y caminé como si estuviera dando los primeros pasos de una vida libre y sin ataduras. Mis heridas podían comenzar a sanar. 

Sin embargo mi tranquilidad no duró demasiado, cuando llegué a clases esa tarde me di cuenta que la mayoría de mis compañeros me miraban extraño. La gente se daba vuelta a mirarme al pasar y algunos chicos me sonreían cuando centraba mi atención en ellos.

Raro.

No es que me sintiese insegura de mi propia belleza, pero por cierto que no era normal que todo el mundo cambiara su actitud de un día a otro.

—Hola, Liz —saludó Fran, tan alegre que me hizo dudar de sus intenciones.

—Hola —respondí a secas. Léase como un: "mejor dime de una vez qué sucede". Ella divagó todo el camino hasta mi casillero, y se calló tan pronto vio las cartas anónimas que tenía dentro—. Bien, ¿a qué dios griego le debo el favor? 

Mi amiga se mordió el labio y tardó unos segundos en balbucear una inteligible respuesta. Lo único que alcancé a captar fueron las palabras "Hedoné" y "atracción sexual", lo que no iba nada de bien en una misma frase. 

—Habla claro —exigí. 

—Es que mientras te reemplazaba, cuando estuviste encerrada en la casa de Eros, Hedoné le dio la impresión de que tu vida era muy aburrida, y dijo que no volvería a hacerse pasar por ti ni aunque tu vida corriera riesgo, así que me preocupé y le pregunté si había un modo de hacerla cambiar de parecer. Entonces ella se lo pensó y hoy en la mañana la vi disfrazada de ti, despertando la atracción sexual de todo aquel que se le cruzara. 

Este era el motivo por el cual a veces me preguntaba si realmente los dioses eran tan inmortales como aseguraban

—Dios, la hija es peor que el padre —suspiré. 

—Cuando te acostumbras no es tan malo —comentó, en un mal intento por hacerme sentir mejor. 

—No mientas —repuse. 

—Piensa positivo, puedes pedirle a Eros que deshaga el hechizo. 

—Antes muerta que pedirle un favor a ese hijo de... 

—¡Hey! Cuidado con ofender A Afrodita, ya sabes como se pone —interrumpió la semi diosa—. Y sobre lo de morir, ya sabes que Hades no se opone. 

—Olvidaba que tú también tienes sangre divina, ¿acaso tienen un grupo de Whatsapp para organizar quien me molesta cada semana? —interrogué, cerrando la taquilla con fastidio y soportando las miradas a lo largo de todo el pasillo. 

Fran hizo una mueca y me siguió de cerca. Entré al salón, recibiendo rápidamente toda la atención. ¡Por todos los cielos! Si eran la hija de Apolo y la nunca-novia de Eros. Unas verdaderas celebridades... En el Inframundo, quizás. 

Ocupé mi asiento junto a la persona que creí mi amiga, hasta que le vendió su alma a Hedoné, e ignoré los numerosos ojos que tenía pegados a mis espaldas. Ni que fuera una película de terror. 

—¡Adivinen! —Una alegre Ann se acercó a nosotras, pasando por alto la eminente atracción sexual que se respiraba en mi asiento y el de al lado. 

Pensé en las cosas comunes que podrían poner feliz a alguien. 

—¿Adoptaste un cachorro? —inquirí, recibiendo una negativa. 

—¿Conseguiste un novio? —Intentó Fran, ganándose un sonrojo y otra negación poco creíble. Sólo le faltaba el letrero "Eros estuvo aquí" en su frente. 

—Me postulé de Presidenta del Centro de Alumnos, las elecciones son dentro de dos semanas —anunció con orgullo. Forcé una sonrisa, era la noticia más normal que recibía en meses—. Necesito ayuda con la campaña, y pensé que podían ayudarme.

Mi sonrisa desapareció. 

—¿Y qué quieres que haga? —cuestioné. 

—Solo repartir algunos volantes, informar a la gente de mi propuesta, y esas cosas. Ya sabes, aprovechar tu creciente popularidad, la gente te sigue últimamente. 

Mi mandíbula estuvo a punto de caer al suelo. 

—Oh sí, como esta mañana, cuando dijiste que era un fastidio hacer la fila de la cafetería por un café, y dos chicos te compraron uno. ¡Qué suerte! —rió Fran, forzosamente. 

Mis ojos estuvieron al borde de abandonar sus órbitas. ¿Qué más había hecho esta mañana? 

Antes que pudiera dar una respuesta, el profesor entró en la sala, provocando que los estudiantes regresaran a sus asientos. Inmediatamente, una persona se paró frente al curso.

—Quiero aprovechar estos minutos que me ha concedido el profesor para anunciar mi candidatura para el centro de alumnos de la facultad —avisó con orgullo—. Espero que puedan informarse sobre mis propuestas y votar a conciencia.



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En el texto hay: mitologia, amor, cupido

Editado: 30.05.2019

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