Cupido Otra Vez

Capítulo 25

—¿Y por qué piensas que aparecerá en una tienda de maquillaje? —preguntó Fran, mirando los escaparates. 

—¡Porque es Afrodita! —exclamé—.  Diosa de la belleza, algo tiene que ver.  Apolo es doctor, Hedoné es sexóloga, Dionisio tiene una discoteque y Eros es un irresponsable que cambia de trabajo como si fueran pañales.   Es un patrón innegable. 

—Pero no sé si Afrodita pierda su tiempo siendo promotora, más bien me la imagino como la dueña de una boutique o... —Guardó silencio al tiempo que sus ojos se encontraban con los de la bella modelo que sonreía con sensualidad. 

Me habría gustado que la tierra me tragase en cuanto reconocí a la bellísima mujer. 

—¿Cómo no lo pensé antes? —bufé—. ¿Cómo se supone que me acerque a una super modelo? 

Salí de la tienda sintiéndome totalmente derrotada.  No tenía sentido seguir buscando a alguien que quizás ni siquiera estaba en la ciudad. 

—Piensa  positivo, no tuviste que terminar con tu novio, porque tu padre desaparecido es un dios griego que le tiene ganas —dijo. 

Mis párpados se abrieron. 

—¿Rompieron? —cuestióné sorprendida. 

—No, bueno, más o menos.  Estamos en modo: tenemos que distanciarnos para que Apolo deje de joder. 

Apreté los labios. 

—Suena bien, por ahora.  ¿Crees que puedan con ello? —pregunté preocupada. 

El rostro de Fran se ensombreció antes de contestar:

—No lo sé. 

Era difícil avanzar sabiendo que mis juegos con seres divinos estaban lastimando a la mayoría de mis amigos.  Lamentablemente era una situación que escapaba de mi control, ni siquiera podía adivinar cuál sería su próxima broma en mi contra.  Lo peor, ni siquiera sabía cómo solucionar los problemas que causaban, y éstos parecían perseguirme. 

Nos dirigimos a un puesto de helados, con la intención de realizar una actividad mundana, que harían cualquier otro par de mortales en un día común y corriente.  Me creí capaz de hacer pasar mis problemas sobrenaturales por conflictos humanos al menos  momentáneamente, como si no necesitara encontrarme con la mismísima Afrodita para salvar una asignatura, sino que era otra estudiante más a punto de reprobar si no redoblaba sus esfuerzos. 

O al menos lo intenté, hasta que me topé en la fila con la inseparable dupla de amigos, intentando lidiar con la nueva vida de uno de ellos.  Las gafas negras eran un triste recordatorio. 

—¿Cómo se supone que coma si no puedo ver lo que me estoy echando a la boca? —reclamó Nick. 

—Si sientes que se te ensucia la ropa es porque lo estás haciendo mal —contestó su amigo, intentando aliviar su mal humor con una broma igual de mala.  En ese momento, nos distinguió—. ¡Hola, chicas! 

—¿Qué? ¿Quién es? —cuestionó Nick, moviendo la cabeza de un lado a otro, buscándonos.

—Nosotras —contesté, tratando de sonar amigable, pero solo recibí una mueca de fastidio. 

—Esto es un asco —escupió Nick. 

Pagamos por nuestros helados y buscamos un asiento donde poder descansar, pues uno de nosotros comería con desventaja.  El chiquillo se manchó la nariz y las mejillas antes de acertar en su boca, pero mientras Fran y yo nos abstuvimos de reír, mientras que Agus estallaba en carcajadas.  Su amigo quiso vengarse, manchándole el rostro, sin embargo acabó dándole en el pelo. 

—Esto no es jugar limpió —se quejó. 

—¿Te di? 

—Le dejaste un nuevo color de cabello —expliqué, consiguiendo la primera sonrisa en mucho tiempo.  

Los chiquillos se dirigían a la biblioteca municipal, donde se estaba dictando un curso de lectura braile. Ambos se habían inscrito, había que reconocer el empeño que estaba poniendo Agus en apoyar a su compañero incondicional.  Aún así, en el camino nuestro ánimo decayó, cada paso parecía acercarnos a un destino desagradable, que queríamos evitar a toda costa.  Lamentablemente, ya lo estábamos viviendo. 

Nos registramos en la entrada y mientras ellos buscaban la sala donde impartirían la clase, le propuse a Fran dar una vuelta por la sección de mitología. 

—Haré que el rayito de sol se trague sus palabras —afirmé, escudriñando meticulosamente cada título—.  No puedo creer que me haya reprobado.  ¡A mí! ¿Te das cuenta que existe la posibilidad de que sea la segunda vida de una diosa griega? ¿Cómo se atreve? 

Fran sacó su teléfono y me lo mostró. 

—Llamando a Eros —dijo. 

Rodé los ojos y continué buscando, hasta que reconocí el libro que el académico farsante había redactado.  Eso fue como recibir una patada en el estómago. 



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En el texto hay: mitologia, amor, cupido

Editado: 30.05.2019

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