Cupido por una vez

Capítulo 3

Regresé temprano a casa, sabía que estaría sola porque Jane saldría con su novio después de clases. La idea me dolía, pero tenía que empezar a aceptarlo, y unos momentos a solas me ayudarían a acomodar mis ideas, y dentro de lo posible, esperaba con el tiempo poner orden a mis sentimientos.

 

Abrí la puerta de mi departamento y caminé hasta la cocina en busca de un vaso de agua, que no tardó en caer al suelo cuando volví y encontré a un desconocido en mi sofá.

 

—Me alegra que hayas llegado temprano —dijo el extraño.

 

Mi primera reacción fue gritar y pedir auxilio, mis ojos buscaron rápidamente la salida. El extraño estaba más cerca de la puerta que yo, pero puse todas mis esperanzas en poder alcanzarla y escapar. Él no hizo ningún movimiento cuando me vio correr a la salida, pidiendo ayuda.

 

Mis manos apretaron el picaporte e intentaron abrirlo, sin éxito, la puerta estaba sellada. La desesperación me invadió y la idea de saltar por la ventana se cruzó por mi cabeza.

 

Me giré a verlo, tenía el cabello rubio y ondulado, rasgos suaves y una mirada infantil, casi juguetona. No parecía amenazante, de hecho, se encontraba totalmente relajado en mi sofá, cambiando de canal, como si ésta fuese su casa.

 

—¿Qué vas a hacerme? —pregunté con miedo.

 

—Siempre tan escandalosa —repuso el extraño—. Ayer tuve que pedirle a Morfeo que mantuviera ocupada a tu hermana para que no despertara con tus gritos.

 

—¡¿Qué?!

 

Este tipo estaba loco. ¡Estaba encerrada con un desquiciado!

 

Apagó el televisor y se puso de pie, era más alto que yo y al verlo acercarse, apreté mi cuerpo contra la puerta, esperando poder atravesar paredes.

 

—Tenemos cosas que hacer, hablé con Adrian, él forjará tu arco —dijo.

 

—¿De qué diablos estas hablando?

 

—¿En serio piensas que te iba a prestar mi arco? Tus manos humanas se quemarían mucho antes de poder tocarlo. Lo mejor será que hagan uno acorde a tus capacidades.

 

—¡Estás loco! ¡Aléjate o llamaré a la policía! —amenacé.

 

Había dejado mi móvil en la cocina, pero esperaba que mi amenaza pudiera asustarlo un poco.

 

El desconocido llevó una mano a su cabeza y suspiró exasperado.

 

—¡Oh! Ya entiendo, no recuerdas nada —concluyó—. Estabas tan borracha que se te apagó el televisor.

 

Lo miré con extrañeza. Lo que decía aún me parecía ilógico, pero parecía saber que había llegado a mi casa ebria ayer, por lo que cabía pensar que lo había conocido durante la noche. O era un acosador que me había seguido camino al departamento.

 

O quizás…

 

—¡Ay no! ¡No me digas que…! —Dejé la frase inconclusa, ni siquiera era capaz de terminar la idea—. ¡Dime que te pusiste condón!

 

Mis manos aplastaron mi estómago, luego mis caderas y mi cuerpo en general. Sabía que el despecho podía llevar por malos caminos, pero no esperaba llegar tan lejos. ¡Había traído un desconocido a mi departamento!

 

Pero juraba que cuando desperté no estaba en el departamento, entonces cómo había entrado, no podía haber desaparecido durante la mañana para regresar a despedirse en la tarde, era ilógico.

 

—No, no es nada de lo que estás pensado. —Me garantizó el extraño—. De hecho, es mucho más bizarro.

 

Estoy segura que mi rostro reflejó el máximo de preocupación que podía expresar.

 



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En el texto hay: romance, cupido, mitologa

Editado: 27.08.2018

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