Cupido por una vez

Capítulo 38

 

Llegó el momento de la competencia del vestido. Fran me había ayudado a acomodar la larga tela blanca, usando algunas guías de Internet.  El lino caía delicadamente hasta el suelo, siendo atravesado por un bello cinturón que remarcaba mi cintura.  Acomodamos los mantos de tela y lana con pequeños broches en los hombros, y en otros sitios estratégicos.  Los bordes dorados ondeaban con cada paso que daba, y la textura era tan suave que parecía acariciar mi piel.  

Me puse las joyas, las sandalias y peiné mi cabello en un elegante moño, que Fran me ayudó a sujetar con trabas doradas, para hacerlo parecer más natural.  El toque final, fue la corona de laureles que Apolo me regaló.

Me di varias vueltas en el espejo, sintiéndome como una verdadera dama de la antigua Grecia.  No solía sentirme bella, pero por esta vez, debía reconocerlo.  Me veía increíble.

Intenté ayudar a Fran a ponerse su traje, pero mis manos se enredaban con la túnica, y descubrí que no estaba acostumbrada a usar vestidos tan sueltos y ligeros.  Afortunamente, Ann y Agnes llegaron al rescate.  Sandra se quedó mirando, pues aseguró no tener manos para ropa tan delicada.

Nos tomamos algunas fotos en la entrada del gimnasio, ambas vestidas como perfectas diosas, mientras el sol comenzaba a ocultarse.

Volvimos a entrar antes que fuera mi turno de participar, estaba tan feliz que me sentía capaz de saltar y bailar.  Hacía mucho tiempo que no sentía la dicha de vivir.

Me paré junto al resto de las participantes, un caballero medieval, una bailarina del antiguo Egipto, y un indígena americano.  Fui la última en ser llamada al escenario, y avancé con tanta seguridad y soltura que me desconocí a mí misma.  La música de pasarela me hizo sentir aún más confiada, como una modelo estrenando la moda de temporada.

Cuando me volteé, para regresar por el mismo camino que había recorrido, me permiti una mirada en dirección al público.  Me enorgullecí al descubrir varias caras de asombro, y un rostro en particular.  

Eros estaba entre el público, observando mi momento de fama, aunque no fui capaz de descifrar su expresión desde tan lejos.

Regresé a mi lugar entre aplausos.  Fran y Agnes me recibieron con un fuerte abrazo, que tuve que detener para evitar que mi peinado no se desajustara.

—Todavía tengo que subir a recibir mi premio —dije, con orgullo.

—Quién diría que vestirte de diosa te volvería tan aburrida —bufó Fran.

Se me escapó una carcajada, y esta vez fui yo quien abrazó a ambas.

No fuimos el primer lugar, pero sí ganamos la competencia del vestido y la presentación de los reyes, con lo cual podía sentirme más que conforme.  El segundo lugar me supo a gloria.

Algunos estudiantes aprovecharon el intermedio para ir a cambiarse, yo no tuve necesidad.

—Creo que es hora que regrese a casa —anunció Agnes.

—¡¿Pero qué dices?! —chilló Fran.

—Tienes que quedarte a la fiesta —exigí.

—Pero no tengo con quién ir —contestó.

—¿Y nosotras qué? —reclamó Sandra.

—Tampoco tengo cómo volver a casa —repuso nuestra reina.

—Mi papá vendrá por mí y Lizzie, puedes colarte —garantizó la descendiente de Apolo.

Una sonrisa cruzó el rostro de Agnes, y llamó a su casa para avisar que no llegaría temprano.

Por más que busqué, no pude encontrar a Eros otra vez, pero sí me encontré con un montón de chicos deseosos de hablar conmigo.  El atuendo de griega era un verdadero imán para las conquistas.

Ni siquiera me di cuenta del momento en que el gimnasio se convirtió en una pista de baile.  Desmontaron el escenario, de modo que sólo quedó la meza de mezclas en la tarima, y al extremo opuesto, una improvisada barra atendida por el centro de alumnos.

Los estudiantes regresaron de a poco, había todo tipo de disfraces, algunos muy trabajados, y otros simplemente creativos.  Reconocí  una tropa de guerreros romanos, un par de mimos, una princesa, una chica hippie, un chico vestido de la muerte, dos amigos llegaron vestidos de un preso y el otro de policía.  También habían algunas alusiones al anime, como un chiquillo que llegó disfrazado de Naruto, y otro que apareció vestido de T. Law.

Sandra se vistió de Iron Man, aunque con la máscara nadie reconoció que se trataba de una chica.  Victor también se presentó, vestido de Goofy.  Una elección original.  

Por supuesto, también llegó Agustín, quien se  envolvió su sábana, se puso un par de alas, y tajo un arco colgado al hombro.

—¿Eres un ángel? —inquirió Fran.

—No, Fran, soy Cupido, el dios griego —contestó.

Puse los ojos en blanco.

—Cupido es la contraparte romana —suspiré.

—Lo que sea.

La música comenzó a subir cada vez más, y pronto algunos valientes decidieron inahugurar la pista. 



#20589 en Fantasía
#12006 en Joven Adulto

En el texto hay: romance, cupido, mitologa

Editado: 27.08.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.