Cupido por una vez

Capítulo 57

Los días siguientes me los pasé negando el beso con Eros, estudiando para los parciales, asistiendo a las sesiones de rehabilitación del alcoholismo, y trabajando en el zoológico. Por primera vez sentía que mi vida marchaba, no avanzaba por un túnel oscuro y sin salida, no estaba sumida en la desesperación y veía luz en mi destino, contrario a las sombras que residían en mi pasado. Todo había quedado atrás.

Podía acostumbrarme a este bienestar. 

Lamentablemente mi apacible tarde de sábado fue interrumpida por una estampida de fastidiosos estudiantes universitarios. 

—¿Qué hacen aquí? —interrogué.

—Solo quería tener el placer de comprarte una entrada —respondió Fran con una radiante sonrisa.

—Yo vine a acompañarla —agregó Henry.

—¡Hay un show de focas! —exclamó Agustín.

—Me agradan las focas —convino Agnes.

—Yo no pago, mis padres mandan —repuso Nick.

—Y aún así no eres capaz de hacernos entrar gratis —reclamó Sandra. 

—Negocios son negocios —dijo el hijo del jefe, encogiéndose de hombros. 

Suspiré abatida.

—De acuerdo, todos quieren venir a verme sufrir —concluí.

—Y las focas, no olvides las focas —repuso Agus.

Negué con la cabeza, pese a que la situación seguía pareciéndome divertida. Mis compañeros de clase y el novio de mi mejor amiga de paseo. ¿Quién lo diría?

Me preparé para cortar los boletos cuando una voz irrumpió mi calma. 

—¡NICK! —Escuché gritar a alguien. 

No podía ver debido a las paredes de la gaceta, pero la recién llegada no tardó en aparecer. 

Ada se abalanzó sobre los brazos de su novio, quien la recibió en un rígido gesto. 

—Cariño, ¿qué haces aquí? —interrogó nervioso. 

—Creí que era una salida en parejas —respondió ella—. Fran con su repartidor de pizzas, Agnes con Agustín, las dos lesbianas, tú y yo. Es una pena que Elizabeth siga sola. 

—Si supieras —suspiré. 

Inmediatamente se desató una discusión sobre la mala percepción de Ada, a la que tuve que poner fin, ya que estaban armando una fila de clientes impacientes. 

Corté los tickets de entrada, que hoy tenían una foca impresa con motivo del evento, y se los entregué a cada uno, hasta que llegué a la impacible novia que se negaba a pagar porque estaba saliendo con el hijo de los dueños. 

—Ada, si te dejo entrar gratis mi papá va a enojarse —dijo Nick.

—Y nosotros también vamos a querer nuestro pase liberado —comentó Agus. 

—Eres el peor amigo que existe. 

—Y lo dices tú, que me haces pagar. 

Cuando al fin se fueron, exhalé todo el aire que había estado conteniendo para no golpear a nadie. 

—Tus amigos son divertidos —comentó alguien a mi lado. 

—¿Desde cuándo divertido es sinónimo de exasperante? —cuestioné. 

—Les gustan las focas, así que deben ser gente buena —repuso. 

—Creí que lo tuyo eran los tigres. 

—La personalidad de las personas puede saberse dependiendo de sus animales favoritos. 

—¿Así es como mides a la gente? —cuestioné. 

—Hay gente que usa los horóscopos. 

Tuve que darle la razón antes de volver a centrarme en mi trabajo. La verdad, contar billetes no era nada divertido, pero era lo mejor a que podía aspirar considerando mi estado de salud, el horario era bueno, y la paga decente, tomando en cuenta las horas que trabajaba. Además, tenía la compañía de Peter, cuyas excentricidades lo hacían más llevadero. 

Ese día, cuando nos fuimos a cambiar el uniforme, lo vi regresar con una playera con el meme de una foca estampado. 

—¿Y eso? —pregunté. 

—Hoy es día de focas —contestó, encogiéndose de hombros. 

No pude evitar echar un vistazo alrededor y descubrir que estaba en lo cierto. El show de aquellas criaturas había acaparado toda la atención e incluso, habían mandado a hacer productos promocionales, tales como globos, vieras, chapas, entre otros. 

—Iré a despedirme de los tigres —anunció. 

Por algún motivo, lo seguí. 

Las feroces criaturas se encontraban despiertas y se paseaban como... Bueno, como animales enjaulados. Había algo exótico en sus movimientos, que te incitaba a acercarte, pero a la vez, una implícita amenaza que te mantenía alejado: si me tocas, te arranco el brazo. 

—¿Cuál es tu animal favorito, Liz? —preguntó de pronto Peter, sin despegar la vista de los felinos. 

Curiosamente, la imagen de un canino de tres cabezas apareció en mi mente. 

—No lo sé —respondí a secas. 



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En el texto hay: romance, cupido, mitologa

Editado: 27.08.2018

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