Cupido por una vez

Capítulo 58

—Y ese es el problema —concluí, luego de explicarle a Eros con lujo de detalles todo lo que Peter me había dicho el día anterior.

—¿Y qué dices que quieres estudiar el muchacho? —preguntó Eros.

—¡Eso no viene al caso! —exclamé—. Dime, ¿cómo solucionar el problema?

—En serio quiero saber qué quiere estudiar.

—Periodismo, ¿ok?

Por poco, el dios escupe su jugo.

—Ahora entiendo por qué su padre está enojado —se burló.

—Eros... Hablo en serio.

—¡Yo también! Ya lo veo, cuando su jefe le diga: Hey, Parker, ve a tomarle fotos a las arañas.

—Estas situaciones no estaban contempladas en el manual de: ¿Cómo ser Cupido? —suspiré. 

—¿Desde cuándo hay un manual? La vida es más sencilla que eso. Sólo observa —dijo. Acto seguido, disparó sus flechas a un chico que estaba sentado leyendo y a la camarera que traía su té—. ¿Ves? Muy fácil. 

Ambos intercambiaron una mirada de complicidad, como si hubiera un secreto en el universo que solo ellos conocían. Cualquiera habría sentido envidia. 

—¿Hay un modo de ayudarlo? —pregunté con pesar. 

La expresión feliz de Eros se tornó seria, y por un momento, esperé que usara su magia para hacer desaparecer todas las dificultades. 

—Hay barreras que solo pueden ser derribadas por la fuerza del amor —contestó. 

—¿Y ese consejo en qué me ayuda? 

—En que el amor solo es el primer capítulo, la base para todo lo que vendrá después. No necesariamente tiene que ser fácil, las mejores historias siempre tienen alguna dificultad, un obstáculo que parece imposible de derribar, pero que los protagonistas están dispuestos a enfrentar por permanecer juntos. 

—Sigo sin comprender. 

—Esta bien, te lo pongo en otras palabras; el amor es una mierda. Soy el dios de la pasión y la atracción, pero mi esposa murió y me pasé siglos esperándola para que ahora la chica que me gusta no quiera aceptar que es su reencarnación, pese a que después de insistirle todos los días obtuve una suerte de confesión, que todavía no es suficiente para que me acepte. ¿Te parece bien? ¿No? Pues así funciona. Las parejas se hacen de a dos, y si una de las partes o ninguna pone su esfuerzo, nunca llegan a nada.

Agarré mi cabeza e intenté asimilar la idea. 

—¿Cómo estás tan seguro que puedo ser la reencarnación de Psique? —pregunté. 

—Porque mis sentimientos no mienten —respondió—. La mitología griega dice que en un principio los hombres tenían dos cabezas, cuatro brazos y cuatro piernas, pero Zeus los dividió, dejándolos incompletos, y desde entonces están destinados a pasar su vida buscando su otra mitad. Y yo estoy seguro que tú eres la mía. 

—Los primeros humanos debieron ser horribles —observé. 

—Y no es la unica cultura que cree que las personas están destinadas a otras. 

Negué con la cabeza, indispuesta a seguir una discusión sin sentido. Mientras no tuviera una prueba fehaciente, no iba a caer en su juego. Cualquier cosa era válida, un rayo de luz, el despertar de una marmota, lo que fuera, considerando la extraña lógica con que se regía el mundo de los dioses. Necesitaba una garantía de que mis sentimientos no iban a irse a la basura después.

—Quiero que me quieras por lo que soy, no por el fantasma de tu esposa muerta —declaré.

La confesión me dejó de piedra incluso a mí. No me había dado cuenta, pero sí. Eso era exactamente lo que necesitaba.

Y decirlo se sentía sorprendentemente bien.

Lucha por mí, no por otra.

Entonces entendí una serie de cosas que no había logrado explicar antes.

(...)

—¿Has pensado en rebelarte? —pregunté.

Peter me miró confundido. Ese día, el animal de turno era un águila con casco militar. 

—¿De qué hablas? —inquirió.

—Ya sabes, decirle a tu papá que amas a un hombre y que vas a estudiar lo que quieras, sin importar su opinión. 

—¿Qué quieres? Espera, ya tengo el titular: apuesto chico de cabello turquesa muere a manos de su enfurecido padre, ¿una expresión más de homofobia o una muestra de violencia intrafamiliar? 

—Yo digo que es mitad y mitad —señalé—. Anda, ¿nunca has hecho algo que realmente quieres hacer, a pesar que sabes que tus padres van a enojarse? 

—¿Es que no ves el color de mi pelo? Todavía pienso que mi padre va a vómitar cada vez que me ve. 

—Pero esto es más que un simple peinado. Se trata de tu vida y al final del camino, serás tú quien verá hacia atrás para arrepentirte o sentirte satisfecho, no tu papá. Él no va a vivir por ti. 

—Eso suena lindo como discurso, pero no es tan fácil. 



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En el texto hay: romance, cupido, mitologa

Editado: 27.08.2018

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