Cupido por una vez

Capítulo 61

Esto era una desgracia. Una tragedia griega, en el sentido más literal posible.

Me paseé por la habitación cual gato enjaulado, con la paciente mirada de Eros puestos en mí.

-No entiendo cómo pudo enterarse Artemisa -repuse. 

-Le hizo una visita a las Moiras, y ellas le dieron el vaticinio -contestó-, pero también le advirtieron que aquella información le costaría cara. Ningún dios en la actualidad puede ver las almas gemelas, yo como deidad de la atracción puedo notar cuando dos personas se desean, mas no si están destinados. Esa restricción no aplica para las diosas del destino. 

-¿Y tú cómo te enteraste? -repliqué. 

-Nicte me vino con el chisme, pero aquello no importa ahora. 

-De acuerdo, ¿qué propones? ¿Que tengamos una noche loca de pasión aquí en tu casa para que luego pueda volver a mi mundo? -pregunté.

-No es que me oponga a la idea -respondió-, pero no me gustaría que tu primera vez fuera por obligación y no por decisión personal.

-Es decisión personal si mi vida esta en juego.

Se puso de pie, deteniendo mi atolondrado andar, y tomó mis manos con delicadeza.

-No te precipites, dame tres días y puedo solucionar el problema, pero mientras tanto necesito que te quedes aquí, donde estarás segura -dijo-. Puedo decorar la pieza a tu gusto para que te sientas cómoda, tendrás comida, agua, y todo lo que quieras.

Mis labios temblaron.

-¿Cómo explico mi ausencia? Tengo una evaluación mañana -respondí.

Eros se apartó antes de invocar a una tercera persona.

-Hedoné -llamó.

Al instante la grácil figura de una joven apareció en la habitación. Era una chica que aparentaba ser mayor que yo, de cabellera rubia ondulada, un par de zafiros azules por ojos, piel de porcelana y rasgos perfectos. Vestía con una falda de cuero, botas altas y una camiseta negra que destacaba todo su atractivo físico.

Era tan hermosa que mi pulso se exaltó. 

-¿Qué pasa? -preguntó, cruzándose de brazos, luego su mirada reposó en mí-. ¿Esa es tu novia, papá?

-¡No! -repliqué, como si fuera una ofensa. Esperen, ¿lo era? 

-Lizzie, te presento a Hedoné, mi hija. Cariño, ella es Elizabeth, la humana que mencioné el otro día -dijo Eros. 

-Lo supuse -contestó la joven con fastidio.

-Hija, necesito que te hagas pasar por ella unos días. 

Los ojos de la chica se abrieron con tal magnitud, que creí que se saldrían de sus cuencas. 

-¡Papá! No puedes pedirme eso, también tengo cosas que hacer. ¿Qué le voy a decir a mis clientes? 

-¿Eres médico? -pregunté. 

Ella me observó con desdén. 

-En mis tiempos libres soy sexóloga -repuso-. Una visita a la diosa de la atracción sexual y los humanos vuelven a desearse como la primera vez. Aunque a veces no hago mi magia de inmediato para sacarle más dinero a esos pobres humanos.

Esta chica debía ser un amor...

-Hedoné, necesito que tomes el lugar de Lizzie solo tres días -repitió Eros.

-No quiero -contestó la diosa, aunque su tono fue el de una niña de cinco años.

-¿Quieres tener permiso para visitar el barrio rojo este fin de semana?

La boca de Hedoné se abrió en una perfecta O.

-Ya no soy una niña, tengo más de un milenio.

-Y yo seré tu padre toda la eternidad.

La joven dejó escapar un fuerte chillido. 

-Es bien jodido que tu papá sea inmortal -comenté.

Entonces ocurrió algo sorprendente, la hermosa chica que se encontraba frente a mí, se transformó por completo. Su cabello rubio se tornó liso y rojo, sus rasgos se tornaron más jóvenes y un poco menos agraciados. Disminuyó su estatura y su ropa también cambió, volviéndose más casual. 

Ni aunque me hubieran tomado una foto, habría quedado tan bien. Éramos idénticas. 

Miré a Eros, buscando alguna explicación, pero él continuó actuando como si esto fuera de lo más normal. 

Claro, en un mundo donde las ninfas se convierten en laureles para escapar de Apolo, todo debe ser posible. 

-Iré a dejar a Hedoné, ¿hay alguna indicación que quieras darle? -preguntó. 

-No mates a mi hermana ni al chico que duerme en mi sofá -supliqué-. Trata bien a una semi diosa llamada Francisca, yo le digo Fran, y has un esfuerzo por aprobar mañana. 

La diosa no dijo nada, ni siquiera se molestó en hacer un gesto de asentimiento. Su padre, por otro lado, se acercó a mí y tomó mis manos, acercó la palma a su boca y las besó con delicadeza. 

-Ahora puedes decorar la habitación a tu antojo, solo imagina lo que quieres tener y dónde quieres ponerlo -dijo.

Antes que pudiera preguntar, se desvaneció junto a su hija. 



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En el texto hay: romance, cupido, mitologa

Editado: 27.08.2018

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