Cupido por una vez

Capítulo 69

—No soy ningún niñero, no voy a ir a buscar a una mocosa perdida —reclamó Apolo.

—¡Entonces sana a mi amiga! —exclamó Fran.

—¿Y me viste cara de doctor acaso? Si ellos cobran por cada consulta, pues yo también.

Su hija resopló furiosa y golpeó su pecho con el dedo índice.

—Escúchame, nunca te he pedido nada y ni siquiera te eché en cara los años de abandono, porque soy feliz con la familia que tengo, y sé que no me conviene cabrear a un dios —espetó—. ¡Pero como mi padre por lo menos deberías ayudarme con esto! Sino es por mí, al menos por Liz, que te dio la estúpida flecha dorada a costa de Eros.

—Por si no te das cuenta, es mi hermana quien ha maquinado todo este plan, y no estoy interesado en contradecirla —replicó el dios. 

—¡Pero yo soy tu hija! 

—Y yo jamás me hago cargo de mis hijos —argumentó Apolo, cruzando sus brazos sobre su perfecto pecho desnudo. 

—¿Me estas diciendo que no te importa? —alegó Fran. 

Él fingió pensárselo un momento. 

—No, la verdad no —contestó sin un gramo de culpa. Entonces Henry entró en escena. Se puso de pie, agarrándose la frente, intentando asimilar lo que sucedía—. ¿Qué te pasa, humano? ¿Tú también quieres que te cure el dolor de cabeza? 

—No, sólo quiero entender quién eres y por qué Fran dice que eres su padre —exigió el aspirante a chef. 

—Soy Apolo, dios del sol, de la lírica y de las artes. Y alguna vez engendré a esta chica en el vientre de alguna mujer, la verdad no recuerdo quién era —contestó con naturalidad. 

Por poco creí que a Henry le vendría un paro cardíaco. 

—Oh, ya veo. Qué casualidad —comentó, intentando comportarse con normalidad—. Ahora no me van a decir que los baches en el camino eran obra de Artemisa y que el padre de Lizzie también está trabajando con uno de ustedes. 

—Bueno, más o menos sí —dijo Fran, nerviosa—. Juro que iba a explicártelo... Algún día. 

El humano tuvo que apoyarse en la mesa para no caerse, lamentablemente ésta había quedado tan golpeada, que apenas apoyó su peso en ella, se desarmó. 

—¡Arg! ¡Suficiente! —gritó—. ¡No entiendo nada! Pero debe haber algún modo para convencerte de ayudar. Dime, ¿qué puede hacer este simple mortal para persuadirte? 

Apolo lo examinó de pies a cabeza, y pude ver la lujuria dominar su expresión. 

—Hagamos un trato, yo le doy dos horas a la chica y tú me das la misma cantidad de tiempo en la cama —propuso. 

Todos los mortales en la habitación palidecimos. 

—¡Es mi novio! —exclamó Fran. 

—Y a mí también me gustó —alegó el dios. 

Ese horrible momento cuando a tu padre tiene el mismo gusto que tú. 

Me puse de pie y utilicé todas las fuerzas que me quedaban para caminar, sin embargo me encontraba tan débil que la semidiosa tuvo que sujetarme a medio camino. 

—¿Pero qué haces? —interrogó. 

—Los dioses nos han abandonado —respondí—. Tengo que encontrar a Vanessa. 

—Tú no puedes... 

—Esta bien. —Las quejas de Fran fueron detenidas por la asombrosa afirmación de su novio. 

—¡¿Pero qué estás haciendo?! —chilló mi amiga. 

—No lo sé —contestó el muchacho—, pero él puede sanar a Lizzie y creo que eso es más importante ahora. 

—¿Qué sabes tú de lo que es importante? —reclamó ella. 

—¡Tampoco lo sé! Hace dos minutos era católico y ahora me entero que salía con una semidiosa, ¿te das cuenta? ¡No entiendo nada! 

—¡¿Y para qué haces tratos que no comprendes?! 

Apolo carraspeó, interrumpiendo la entretenida pelea de pareja. 

—¿Vamos a sellar ese acuerdo o no? —inquirió el dios, tendiéndole su mano al chiquillo. Henry se acercó dubitativo y cuando al fin la tomó, me di cuenta que había algo raro en todo esto. 

—¿En serio van a cerrar un pacto estrechándose las manos? Me siento timada —alegué. 

Una sonrisa maliciosa se cruzó en los labios de Apolo, y antes que pudiera adivinar sus verdaderas intenciones, tiró del brazo del muchacho y lo besó. 

Fran gritó desesperada, mientras que yo... Bueno, voy a reconocer que me sentí más tranquila. Definitivamente, tenían un trato. 

De pronto, un extraño alivio me recorrió de pies a cabeza, el dolor desapareció, mis músculos se relajaron, y pude mantenerme en pie sin necesidad de un apoyo. Una vez que estuve sana, el dios se apartó del joven mortal, quien todavía no salía del shock. 



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En el texto hay: romance, cupido, mitologa

Editado: 27.08.2018

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