Los pasos fuertes de la directora de la agencia de cupidos resuenan por las instalaciones en busca de un cupido en específico.
Lay Cupido Ramson, mejor conocido como "El cupido Rebelde"
—¡Lay Cupido! —Está que echa humo por las orejas—¡Lay Cupido! ¡aparece ahora!
Lay al escucharla, se escabulle debajo de las escaleras.
Es consciente de lo que hizo, al igual de lo que le sucederá si sigue incumpliendo las reglas dictadas por el consejo de cupidos.
La directora se detiene en la entrada principal y se da la vuelta, con los pies separados, las manos en la cintura y los ojos inyectados de rabia, lo busca en cada rincón del lugar.
Lay aguanta la respiración.
—Lay Cupido, si no apareces en este instante, te convertiré en ángel guardián y sé cuánto odias estar detrás de alguien por mucho tiempo —sus hombros caen al saber que no tiene más remedio que salir.
Sale de su escondite enfrentando la dura mirada de su jefa. No le da tiempo a escapar cuando ya lo tiene agarrado de la oreja arrastrándolo por los pasillos del edificio, en presencia de todos los cupidos que murmuran entre ellos.
Entre quejas del joven llegan hasta la oficina.
Lo suelta una vez que cierra la puerta, rodea el escritorio para posteriormente apuntarlo con el dedo. Aprieta la mandíbula observándolo con rabia, tiene unas fuertes ganas de convertirlo en ángel guardián o de la muerte y no sabe porque aún no lo ha hecho.
Lay se acaricia la oreja con una mueca de dolor en lo que espera la reprimenda. Aun no entiende como un humano no le provoca dolor, pero si la jefa cupido.
—Lay —suspira—Lay Cupido, si fuera humana ya me hubieras matado de la presión—se deja caer en el asiento—¿Por qué Lay Cupido?
—No sé qué hice, Sandra... Cupido—dice, mientras se sienta también. Siempre olvida mencionar el título.
—Me estás enojando Lay Cupido... —se frota el entrecejo—estás desperdiciando las flechas, no estás atento a tu trabajo ¿Por qué eres así?
—Quería que alguien se enamorara de ella y lo hice, disparé una flecha y él se enamoró, todos felices —suspira fuertemente y cierra los ojos para calmarse.
El cinismo de Lay cupido la está volviendo loca.
—Si sabes lo que hiciste —Lay sonríe avergonzado—por ti y por muchos cupidos irresponsables existen los acosadores. El concejo de cupidos quiere que hablen con el consejo de ángeles para que te hagan un jucio. ¿Quieres eso?
—Claro que no —se endereza del asiento.—pero ¿Qué quieres que haga? Hago lo que ellos piden, piden alguien que los ame, les doy alguien que los ame ¿Qué hay de malo?
—Que eres un irresponsable —eleva la voz—tienes que llevar un proceso, estudiar al solicitante y su candidato—golpea el escritorio—eso no lo haces, tú bajas disparas tus flechas y subes, las cosas no son así Lay Cupido.
Lay se muerde el labio para evitar bostezar del aburrimiento. Mientras ella sigue dando su sermón él da golpecitos con los pies fastidiando a la directora. Se gana que le lancen un bolígrafo a la cabeza.
—No haces caso Lay, crees que todo esto es un juego.
"No me dijo Cupido" pensó "¿Debo preocuparme?"
—Ya, perdón.
—Has cometido muchos errores y esta será la última oportunidad Lay Cupido—suspira aliviado al escuchar su título.
—Está bien, haré bien mi trabajo— "siempre lo hago"
—No es solo hacerlo bien, estarás a prueba, te equivocas con esté trabajo y serás destituido, no serás enviado ni siquiera a escoltar almas, sino que serás un alma en pena... lo sabes ¿no?
Lay palidece, sabe que lo está diciendo enserio y él se ha tomado todo a la ligera. Le han contado que es lo peor, porque no recuerdas porque estás deambulando en el mundo.
—Lo sé —baja la cabeza.
—Tu última oportunidad, escoge bien a la persona que ayudarás e irás sin flechas —incapaz de moverse por la sorpresa piensa como va ha hacer su trabajo sin flechas y sin polvillo.
—No podré, no soy cupido sin mis flechas.
—Ni modo, tendrás que hacer tu trabajo a la antigua y hacerlo bien... ve a buscar a tu solicitante—abre la puerta con telequinesis y lo saca cerrando la puerta en su cara.
Aturdido se levanta de la silla y se va a buscar en la base de datos algún solicitante para la prueba.
No quiere ser un alma en pena y más cuando tiene la posibilidad de averiguar cómo murió.
Lay es de los casos más extraños de angeles, no sabe nada de su vida en la tierra, excepto que murió, por obvias razones.
Los demás cupidos lo observan al pasar, burlándose de su desgracia.
—Ánimo, Lay Cupido —saluda con desdén y fastidio—. Él se lo buscó —se ríen a sus espaldas.
Toma el ascensor hasta el sótano, ahí se encuentra la sala de base de datos. Lo conoce más que nadie, Lay pisa esa sala más de tres veces al día, los demás cupidos se sorprendían de la rapidez con la que él flechaba a las personas, hasta que se enteraron que no hacia su trabajo con eficiencia.
Entra a la sala encontrándose con Goran el pelirrojo flacucho, considerado casi un amigo para él.
—Tú aquí de nuevo —inclina la cabeza con desdén.
Deja caer su chaqueta fastidiado sobre el mostrador.
—Estoy a prueba —apoya los codos—una llave.
Goran va en busca de la llave en forma de corazón y se la entrega burlándose del chico.
—Te lo advertí Lay, creías que el consejo no se daría cuenta y ahí está.
—No estoy para tus sermones —se da la vuelta buscando un cubículo vacío.
Introduce la llave y la puerta se abre. Suspira antes de sentarse frente a la pantalla.
***
Lleva más de dos horas buscando a alguien que le resulte fácil de ayudar. Aburrido pasa las fotos, tiene la sensación de que nunca saldrá de ahí.
Se va a nuevos solicitantes.
Le aparece una chica de unos diecisiete años pelo negro rizado, cejas gruesas y ojos azules esperanzadores. Le causa risa lo patética que se ve mirando hacia arriba con los brazos extendidos.