Bianca
Viernes, 25 de agosto
Me siento nerviosa, acabo de llegar del colegio y el partido es en dos horas. Según Lay tiene un gran plan, ¿Qué plan es? No sé, tampoco me atrevo a preguntar.
Mi hermana entra a la vez que Lay por la ventana haciéndome pegar un grito.
—Andas rara últimamente —ambos entran con una tranquilidad bárbara y caigo en cuenta que Lay es invisible.
Me lanza una camiseta en la cara, que aparto con amargura.
—Es de hace cuatro años, pero sirve si vas a apoyar al equipo.
—Gracias —Lay levanta los pulgares.
—Ahora ¿Qué te vas a poner para la fiesta? —se sienta a mi lado y el chico frente a mi sonríe con suficiencia.
—Venia en plan de ayudarte con tu vestuario, pero tu hermana me ahorra el trabajo, dormiré un rato, me levantas cuando terminan —se levanta de la silla acostándose en la banca de la ventana.
Mi hermana se introduce en mi diminuto armario, viendo vieja ropa sin gracia que tengo.
—Vaya, tendré que prestarte ropa.
Abre sus maletas sacando mucha ropa de la que ya había empacado. Solo le aviso que no pienso ayudarla a guardar todo eso, no era necesario sacar todo.
Pasamos casi media hora buscando algo que a mí me guste hasta que encuentra un vestido negro ajustado de tiras.
Me cambio en su cuarto por obvias razones y ambas aprobamos el vestido. Vuelvo a mi habitación con ella pisándome los talones. Yo me inclino por unas zapatillas, a lo que ella me dice las botas de medio tacón y Lay la apoya. Termino tomando las botas y mi chaqueta de jean.
—Déjate el cabello suelto, define los rulos y píntate como siempre, ese delineado de gato que te haces, te hace ver linda.
—Gracias.
—Como odio tus pechos —me aparta la chaqueta mirándolo con odio.
Lay desvía su mirada hacia mis pechos poniéndome nerviosa, al darse cuenta de que lo miro aparta la mirada.
—Mi último día de caridad, hice un buen trabajo. —a pesar de que me moleste, estoy triste.
Aunque discutamos mucho, la quiero y se sentirá vacía la casa sin ella. Ahora sí que estaré sola, solo me queda Lay, ni siquiera llevamos una semana de conocernos y me agrada, independientemente de su actitud arrogante y grosera, él también se irá en algún momento.
—Lay.
—¿Qué?
—¿Qué piensas de mi como amiga? —me giro cuando termino de maquillarme.
—No sé, nunca he tenido amigos… todos los cupidos me odian, solo uno me soporta, y no creo que yo sea su amigo.
—¿Quieres ser mi amigo? —su mirada no me demuestra nada, no sé si está interesado o no, simplemente me mira causando nerviosismo y vergüenza a la vez.
—Eh, si tú quieres, pero no hay vuelta atrás, mira que puedo ser insoportable —se levanta hasta quedar frente a mi—¿Por qué quieres ser mi amiga, si soy insoportable? Ni yo me soporto a veces.
—No sé, creo que de tantas veces que he dicho que eres mi amigo, quiero que sea verdad —me encojo de hombros, a la vez que su mirada escudriña sobre mí.
—Creo que ya sé, te sientes sola… está bien, seamos amigos, solo recuerda que no estaré por mucho tiempo aquí, cuando tú y Eddy sean novios yo me iré —asiento, aunque me cayó como una bomba en el estómago.
El día que se vaya espero no haberme encariñado mucho con él, porque me dolería perderlo.
—Vamos, que ya vamos tarde.
—Espera —busco una caja bajo la cama—toma —lo mira con extrañeza y procedo a ponerlo en su mano—para que parezcas un joven normal, así podrás tener el número de todas las chicas que quieras —le guiño un ojo y él sonríe.
—Gracias —lo mira detenidamente—pero se ve nuevo.
—Es un modelo anterior, era de mi padre, cambia de celular como de calzón, tiene una colección de celulares en su cajón, ni se dará cuenta que le falta uno —sonríe con ternura.
—Ahora si vámonos.
Salimos de casa y caminamos a la parada de autobuses, mi hermana no quiso llevarme, porque su acto de caridad se limitó a mi vestimenta y porque va a salir con unos amigos.
—Tengo curiosidad…
—No la tengas…
—¿Cómo tienes una mochila con cuadernos y libros? —suspira y abre los ojos, después de tenerlos cerrados desde que nos sentamos a esperar un bus o taxi.
—Los robé —abro los ojos sorprendida—los libros al parecer te los regalan en la biblioteca.
—No los regalan, los prestan, tienes que devolverlos a final de cada mes o pedir una extensión.
—Bueno, eso… la mochila y cuadernos si lo robé en el supermercado del pueblo… esas cámaras son de adornos por lo que a veces entro con total libertad y como algunas cosas.
No puedo creerlo, con la tranquilidad en que lo dice me sorprende.
—No puedes hacer eso, robar está mal.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Tú me comprarás las cosas? No ¿verdad?
Es cierto.
No tengo tanto dinero, podría pedirle a mi padre, pero después de un rato empezará a sospechar.
Un taxi se aproxima y sacamos la mano deteniéndolo.
No tardamos mucho en llegar al colegio, tomamos la calle de la derecha que nos conduce directo a la cancha sin pasar por el colegio. Ya está hasta el tope de personas.
Aunque sea un partido escolar, todo el pueblo viene a apoyarlos porque son considerados el equipo oficial de Florencia.
Buscamos asientos o bueno, yo busco asiento porque a Lay ya le han ofrecido varias chicas, sin embargo, se ha quedado conmigo sea por lástima o por obligación. Noto que alguien llama mi atención desde los asientos delanteros, ese alguien es Eduardo, el primo de Lisa.
Nos acercamos hasta él que se corre a un lado dejándonos sentar.
—Hola, los chicos me dijeron que venían y me pidieron guardarle asiento.
—Gracias amigo —Lay lo palmea del hombro antes de sentarse.
—Sé que es muy repentino, pero ¿Puedo hacerte un reportaje Bianca? —me habla por encima del ruido.
—¿A mí? ¿Por qué? —pregunto claramente sorprendida.
—Eres popular ¿sabes? —frunzo el ceño—por no apoyar al equipo, no ser precisamente amigable y por ser una chica linda e “inalcanzable”